Después del mercado global de divisas, el segundo mercado financiero más líquido y profundo en el mundo es el de la deuda soberana de EU. Lo que sucede en ese mercado refleja las expectativas de millones de inversionistas en el mundo, empezando por los más grandes inversionistas institucionales, y todos los bancos centrales, ya que el sistema monetario internacional en el que vivimos hace al dólar el eje del mercado monetario y el activo de reserva por excelencia.
Llama la atención que después de un largo periodo de estabilidad, en el que los rendimientos de los bonos del Tesoro a largo plazo (a 10 años como ejemplo), mantuvieron una gran estabilidad (entre 3.50 a 3.80 por ciento), a pesar del fuerte incremento en el objetivo de la tasa de Fondos Federales (tasa interbancaria a un día) desde el cero por ciento hasta el 5.50 por ciento concretada por la Fed, generando una curva de rendimientos invertida, en el que se pagaba mucho más a cortos plazos que a largos, pero en tan solo tres semanas la tendencia alcista se ha despertado, llevando los rendimientos al 4.25 por ciento.
Este mismo fenómeno también está generando un sell off (venta generalizada) en todo tipo de activos, en particular los de mayor riesgo, reflejándose también en un fortalecimiento del dólar en los mercados internacionales. Hemos visto ajustes en índices bursátiles como el Nasdaq o el S&P, salidas de depósitos en bancos incluyendo en los más grandes (too big to fall) como en el oro o en el bitcoin.
¿Qué es lo que puede estar atrás de este fenómeno? Normalmente no hay un solo factor para explicar la realidad, que siempre es más compleja que lo que tratamos de captar; los cambios y los acontecimientos se van mezclando en las coincidencias fortuitas del acontecer, y siempre es más fácil analizarlos a posteriori que cuando las cosas empiezan a suceder, que es lo que vamos a intentar hacer ahora.
1. Los datos recientes en la economía norteamericana están haciendo revisar al alza las expectativas de crecimiento para este año y para el 2024, incluso algunos de ellos han abandonado el escenario de recesión, aunque todavía varios vemos una recesión ligera para el 2024.
2. El déficit fiscal creciente del gobierno del presidente Biden implica mayor crecimiento y también una mayor oferta de bonos en el mercado financiero que conlleva a un mayor costo financiero para el Tesoro. Los programas de política fiscal del presidente Biden (infraestructura, el de energías renovables y el de microchips) denominados en su conjunto los Bidenomics han disparado el desequilibrio en las finanzas públicas. El déficit fiscal programado para el presente ejercicio fiscal que termina el mes entrante es de 1.7 billones de dólares.
3. La revisión al alza de las expectativas de inflación a largo plazo en la Unión Americana. La estrechez crónica del mercado laboral ha provocado fuertes incrementos en los salarios, lo que junto al enorme gasto fiscal puede hacer que la inflación vuelva a presionarse hacia delante.
4. La decisión del Banco Central de Japón de permitir un rendimiento mayor en los bonos soberanos japoneses de largo plazo, lo que se interpreta como el inicio de la desarticulación de la política monetaria extrema del Japón, pero puede implicar menor apetito de los inversionistas japoneses sobre los bonos de EU.
5. Las tensiones comerciales entre EU y China, que también pueden significar menor demanda de bonos estadounidenses por el tenedor internacional más importante de los mismos.
6. El riesgo de una crisis hipotecaria y financiera en China, en donde los más afectados serían las financieras privadas chinas, pero que podría llevar a una recesión en el país con un impacto global.
7. El cambio de expectativas en economía y en inflación también está provocando ajustes en las expectativas de las tasas de interés por parte de la Fed, en donde ahora hay quien estima que la tasa de Fondos Federales tendrá que subir al 5.75 por ciento para noviembre, y otros pensamos que más adelante la Fed va a tener que aumentar una vez más su tasa hacia el 6.0 por ciento en el primer semestre del 2024, y que muy difícilmente va a poder iniciar un nuevo ciclo bajista en el mediano plazo.
La lógica de la normalidad es que las tasas de largo plazo deben pagar un rendimiento real acorde al plazo y al riesgo, en un rango de entre 2.0 al 3.0 por ciento real anual. Si la meta de inflación es regresar al 2.0 por ciento, y la inflación pudiera estar ubicándose entre el 2.0 al 3.0 por ciento, los bonos de largo plazo deben pagar algo entre el 4.5 al 5.5 por ciento como lo normal. Mayores tasas de largo plazo en dólares implican para México un tipo de cambio más alto, y un mayor riesgo de recesión para el futuro.
El autor es presidente de Bursamétrica.