Perspectiva Bursamétrica

La ‘última llamada’

Los datos recientes de la actividad económica en México reflejan una gradual transición del estancamiento hacia la recesión, por lo que urge corregir el rumbo y restaurar la confianza de los inversionistas.

Los datos recientemente publicados de la actividad económica en nuestra economía nos reflejan una gradual transición del estancamiento hacia la recesión, lo que conlleva múltiples implicaciones, cuyo principal riesgo es que son en sí un círculo vicioso que puede llegar a profundizar el fenómeno y a generar inestabilidad financiera, y después convertirse en una depresión económica. Todo esto algo totalmente innecesario y aún factible de evitar.

Innecesario, porque la precipitación de la actividad no es consecuencia de un choque externo o del proceso del ciclo natural económico, o de un exceso de endeudamiento del Estado o de algún otro sector de la economía, ni el efecto de un crack posterior a un boom especulativo. Es simplemente el resultado de la pérdida de la confianza, que retrae la inversión. En octubre, la inversión fija bruta se contrajo en 8.7% anual.

Factible de evitar, porque aún se puede corregir el rumbo, si se toman las medidas adecuadas y se logran transmitir las señales que permitan la restauración de la confianza. Pero hay que advertir que estamos en el límite extremo del tiempo.

INEGI nos reporta que la actividad económica (IGAE) en base a cifras desestacionalizadas cayó en noviembre 0.8% anual. Los tres sectores muestran contracción. Claramente estamos pasando del estancamiento con variaciones alrededor del 0% al siguiente escalón del -1%. Es factible que el PIB del cuarto trimestre presente una contracción de entre el -0.8 al -0.6% anual, y que la variación del PIB en todo el 2019 sea negativa entre el -0.2 al -0.3% anual.

Si el 2020 arranca con una economía en reversa, es muy difícil lograr que se detenga, que después pase a moverse hacia adelante y que luego se acelere. El problema es que la recaudación fiscal puede seguir contrayéndose en los primeros meses del año, y esto puede detonar una revisión a la baja en las calificaciones de Pemex y de la deuda soberana, ya que las calificadoras nos tienen en perspectiva negativa.

El gran riesgo es que existe una tenencia de 116.3 mil millones de dólares (2.2 billones de pesos) de valores gubernamentales en pesos que están invertidos así porque gozamos del grado de inversión, por lo que los inversionistas globales están dispuestos a tomar el riesgo a cambio de una alta tasa de interés que tenemos que pagarles por estar en pesos. En el momento en que se perciba la posibilidad de perder el grado de inversión, los portafolio managers tienen que vender sus posiciones de bonos M, al precio que sea; al caer los precios, las tasas de esos instrumentos se disparan, y convertir esos pesos a dólares, al tipo de cambio que sea. Es decir, tendríamos un incremento súbito en las tasas de interés y en el tipo de cambio.

Hay por lo tanto la urgencia de corregir el rumbo, principalmente en 3 aspectos: 1. Estado de derecho. Señales como la filtración de un cambio en el sistema judicial atentando contra las garantías individuales no hacen otra cosa más que espantar a la sociedad en su conjunto.

2. La inseguridad: la cifra de 34,500 muertos por el crimen organizado, los índices de asaltos en las vías de comunicación, el derecho de piso que ya se da a todos niveles y en la mayoría de las regiones, los secuestros y extorsiones atentan también contra la confianza.

3. La inversión: Las fotos del Presidente con los empresarios no generan confianza por si misma. El gobierno debe de ser contundente en que acepta, apoya y facilita la inversión productiva. Los empresarios no son los adversarios del pueblo ni del régimen. Son parte de la sociedad y la base fundamental de la economía.

Se tienen enormes oportunidades y desafíos para el desarrollo de diversos sectores y regiones. En el sector de energía, por ejemplo, me parece que se tiene la última oportunidad de detonar un boom de inversión. Como nacionalistas nos encantaría ver a Pemex y a CFE como empresas de clase mundial. Compitiendo adentro y afuera con las empresas globales, gubernamentales y privadas. Pero esta visión no choca con la imperiosa necesidad de que en el país se apoye la participación de la inversión privada en hidrocarburos y en energía eléctrica, en particular en energías limpias.

Otro rubro en donde ya hemos hecho algunas sugerencias y que consideramos podría constituir otro detonador de inversión es la urgente necesidad de una reforma profunda a los sistemas de pensiones, porque esa reforma puede constituir una fuente de ahorro, financiamiento e inversión que podría equivaler a elevar el potencial de crecimiento de la economía sustancialmente. Sí se puede convertir el circulo vicioso en un círculo virtuoso.

COLUMNAS ANTERIORES

La Megaburbuja continúa. ¿Cuándo pudiera ocurrir la corrección?
La Fed en un dilema, la inflación no cede, ¿y Banxico?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.