El autor es presidente de Bursamétrica.
Hace algunas semanas comentábamos en este espacio sobre las oportunidades que tenemos enfrente, haciéndonos la pregunta si las íbamos a aprovechar o a dejarlas ir, como ha sido nuestra costumbre. Ahora toca el turno de señalar cuáles pueden ser los principales riesgos que tenemos en nuestras narices.
El Inegi reportó la semana pasada una caída de 38.4 por ciento anual en la Inversión Fija Bruta para el pasado mayo, con un índice de 63.4 puntos, el más bajo desde junio de 1997 (63.6 puntos). La caída representa la más amplia desde agosto de 1995 cuando se desplomó en 40.1 por ciento anual, y superó la de abril pasado que bajó en 37.1 por ciento anual. Antes de la pandemia ya presentábamos una caída en el gasto de inversión de 9.0 por ciento anual. De hecho, con el último dato se acumulan 17 meses seguidos de contracción en lo que es el motor más importante de la economía: la inversión. Inegi también reportó una caída de 23.5 por ciento anual en el gasto de consumo para mayo; el mes en el que los efectos combinados de la crisis de confianza y de las medidas de confinamiento sanitario se reflejaron con mayor amplitud. Ya le comentaba la semana pasada que en junio las cosas mejoraron, y pudiéramos ver una variación positiva de 6.0 por ciento mensual en relación a mayo. Pero, ¿qué tan perdurable es esta recuperación?
Con esta circunstancia de la contracción de la inversión y de la crisis de confianza, que incluye el factor de inseguridad, la constante violación al Estado de derecho, y la incertidumbre sanitaria, el riesgo de pasar de una recesión a una depresión económica es muy elevado.
Un segundo riesgo es el de la posible pérdida del grado de inversión para la deuda soberana. Las dos principales calificadoras internacionales, S&P y Moody's, nos tienen con la amenaza de la perspectiva negativa en la calificación de la deuda del gobierno federal, pero todavía varios peldaños por arriba del precipicio. Aunque lo logrado por el SAT en materia de recaudación en este año es sorprendente, concentrando la mira en los grandes contribuyentes y en las factureras apócrifas, las cifras de junio ya dejan ver el fuerte impacto de la recesión en la generación de impuestos en la economía.
El problema es que la política del gasto social, sin una reforma fiscal y con la obstinación de gastar en diversos proyectos insignia y en mantener las enormes deficiencias en las empresas productivas del Estado, hace imposible seguir manteniendo un superávit primario en las finanzas públicas. Lo hemos advertido siempre. Para mantener la estabilidad no es suficiente mantener finanzas públicas en equilibrio, es indispensable crecer y gastar racionalmente. Bursamétrica prevé está posibilidad de perder el grado de inversión para el segundo trimestre de 2021.
El tercer riesgo está en las empresas del Estado. Más en Pemex que en CFE por sus circunstancias extremas. El capital de Pemex vale ahora -2.5 billones de pesos. Es la petrolera más endeudada del mundo. El gobierno tiene la razón en afirmar que la política económica de las administraciones anteriores tendían a destruir a estas empresas a costa de las empresas privadas. El péndulo está ahora en el otro extremo. Fortalecer a las empresas del Estado a costa de las empresas privadas, privilegiando energías no renovables respecto de las energías limpias y renovables. En ambas posturas quien pierde es la sociedad.
El cuarto riesgo se encuentra en el sector financiero. La banca estaba a marzo pasado muy bien capitalizada, con un índice de cartera vencida de 2.4 por ciento; bastante saludable para un entorno de ligera recesión evidenciado hasta entonces. Con la reestructura que se está dando en la cartera crediticia de la banca y en la de los intermediarios financieros no bancarios, estamos como en una fiesta en donde se fue la luz. No sabemos lo que realmente esta pasando a nuestro alrededor hasta que regrese la luz. La magnitud de la recesión nos puede llevar a un fuerte incremento de la cartera vencida dentro de algunos meses. En 1995 la cartera vencida llegó a 18.7 por ciento. Si benévolamente llegara a 12 por ciento, esto representaría un golpe al capital de los bancos equivalente a 660 mil millones de pesos. Los bancos ya han estado creando fuertes reservas, y no les va a afectar a todos por igual, pero el tamaño del golpe puede generar un nuevo episodio de credit crunch, que acentúe el problema, y retroalimente la depresión económica.
No podemos confiar en el T-MEC para solucionar la fuerte recesión. Desde luego que la manufactura y la exportación del campo mexicano se verán beneficiadas por la recuperación que va a tener la economía de los EU, pero en México se tiene que dar un golpe de timón hacia un Estado que respete el Estado de derecho y genere las condiciones de certidumbre y confianza para la inversión.