Ezra Shabot

Democracia y neoliberalismo

La izquierda chilena pudo replantear su proyecto político después de la dictadura, al conciliar libertad de mercado y desarrollo económico, con aumento del nivel de vida de los sectores más abandonados de su sociedad.

Para los ideólogos del nacionalismo revolucionario reeditado en la cuarta transformación, el concepto de 'neoliberalismo' es, paradójicamente, sinónimo de conservadurismo. La idea de que el mercado debe prevalecer como mecanismo destinado a generar riqueza a través del libre intercambio de bienes y servicios con la mínima intervención del Estado, es considerada como un retroceso en las funciones redistributivas y de control que la administración pública debe ejercer para evitar el enriquecimiento excesivo de los poderosos y, como consecuencia, el empobrecimiento de la mayoría.

Pero si nos centramos en los resultados obtenidos durante el desarrollo estabilizador, y en los dos sexenios de expansión y debacle con Echeverría y López Portillo, nos encontramos que los niveles de pobreza eran similares y en algunas zonas incluso superiores a los actuales. El atraso en el campo y las limitantes de una economía cerrada por decisión propia, demostraron la inoperancia de ese modelo de desarrollo.

La apertura económica y el llamado neoliberalismo, que no es más que la mayor presencia del mercado frente a los intentos reguladores del Estado, coincidieron con la construcción de una democracia mexicana, que desde 1988 y hasta 2018 logró incorporar la pluralidad política y la lucha electoral a un marco legal que garantizó paulatinamente la credibilidad en instituciones inexistentes bajo la hegemonía priista.

Y no es que los mercados no requieran ser vigilados por el Estado para evitar abusos por parte de los poderosos, quienes por naturaleza pretenden concentrar más riqueza en sus negocios y propiedades. Por ello la democracia mexicana creó organismos autónomos como la Comisión Federal de Competencia Económica, para evitar monopolios o concentraciones excesivas de activos, o el Instituto Federal de Telecomunicaciones, para hacer lo propio en su área.

Los temas de corrupción no son exclusivos de las relaciones entre empresarios y políticos en el modelo neoliberal. Lo eran ya desde la creación del Estado corporativo revolucionario, en donde los gobernantes extraían parte de la renta nacional de capitalistas, obreros y campesinos a través de la corrupción institucionalizada. Cambiaron las formas, pero esa parte jamás fue desmontada del sistema político mexicano.

La crítica al modelo neoliberal desde la izquierda proviene de los socialdemócratas, quienes, respetando las reglas del mercado, insistieron primero en un Estado benefactor y asistencialista que dejó de funcionar por su inviabilidad económica y financiera, para después optar por mantener un esquema impositivo que grave más a los que más consumen y de igual manera a los capitales, evitando el exceso que los lleve a optar por otras economías, de manera que pueda así redistribuirse el ingreso y fomentarse la productividad.

Es por esto que la izquierda chilena pudo replantear su proyecto político después de la dictadura al conciliar libertad de mercado y desarrollo económico, con aumento del nivel de vida de los sectores más abandonados de la sociedad. Suponer que se puede combatir la pobreza reduciendo el nivel de vida de los más ricos, o de las clases medias con aspiraciones de ascenso social, es apostar por la pauperización generalizada de la sociedad, y en donde los que tienen más recursos son los que poseen mayores instrumentos para defenderse de la pérdida del valor de sus activos.

Democracia representativa y apertura de mercados son conceptos que van unidos en la práctica, al igual que autoritarismo y cerrazón económica y proteccionismo se alinean ante la necesidad de defender su feudo y sus ilegítimos privilegios.

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