Ezra Shabot

El fin de sexenio

Estamos a dos días para ver el arranque del nuevo gobierno en México que ha generado enormes expectativas, pero que corre el riesgo de provocar una crisis económica en poco tiempo.

Mañana concluye el sexenio de Enrique Peña Nieto y con ello la última oportunidad del PRI para amoldarse a la realidad democrática del México del siglo XXI. Cuando en el año 2000 se produjo la alternancia que sacó a los tricolores de la Presidencia, se auguraba el fin del partido de Estado. Sin embargo, el poderío de los gobernadores fue suficiente para mantener la estructura partidaria y preparar el camino para, 12 años después, recuperar la silla grande.

Pero fueron precisamente los gobernadores y sus complicidades con el primer mandatario priista las que terminaron por sacar al PRI de Los Pinos, y arrastrar a la debacle al sistema de partidos construidos en el marco de la transición a la democracia. Los Duarte, Borge y otros mandatarios estatales, interpretaron el retorno del PRI a la Presidencia como la garantía de impunidad en el saqueo de los recursos públicos. El silencio y la complicidad del gobierno federal fueron mermando día con día a las instituciones de seguridad y procuración de justicia, al grado de que los controles políticos sobre eso que se llamaba el voto duro priista, desaparecieron sin que sus liderazgos lo percibieran.

Sólo así se explica la ocupación de esos espacios por la nueva fuerza antisistema denominada Morena y el fortalecimiento del liderazgo de AMLO, al grado de provocar un terremoto político-electoral el pasado mes de julio. El pleito entre Ricardo Anaya, Peña Nieto y Meade sirvió de catalizador para la derrota estrepitosa del sistema. Los logros obtenidos por Peña junto con los entonces aliados panistas y perredistas para la realización de las reformas estructurales, fueron considerados por el hoy gobierno saliente como la garantía de que no había forma de darle la vuelta a la rueda de la historia.

Por supuesto que su cálculo fue totalmente equivocado. Los pleitos en la cúpula dirigente, los escándalos de corrupción y el desmoronamiento de las estructuras de seguridad a nivel nacional, abrieron la puerta para el ascenso al poder de una opción capaz de intentar revertir el rumbo económico modernizador, e impulsar mediante un modelo nacionalista reivindicador de un supuesto pasado glorioso, los cambios legales que cancelan la transformación del país en una economía abierta y competitiva a nivel mundial.

En un par de días la maquinaria de Morena y López Obrador comenzará a desmantelar el sistema jurídico que favorecía la inversión extranjera, la competencia y el libre mercado, por un esquema centralizado de toma de decisiones desde la Presidencia de la República, el cual pretende reconstruir el poder omnímodo del mandatario en turno, desapareciendo el juego de fuerzas políticas dentro del Congreso y anulando a los gobernadores como parte de una estructura federal que jamás funcionó de manera adecuada.

Hasta dónde la capacidad financiera de la administración pública resistirá los embates de este intento regresivo, es la interrogante que analistas económicos y calificadoras de riesgo se hacen y de la que han advertido una y otra vez a los responsables directos de mantener los equilibrios económicos en el gobierno que se estrenará en dos días más. Aeropuerto cancelado, intento por anular las comisiones bancarias, propuesta para intervenir legalmente el sector minero, junto con promesas de expansión del gasto público de manera considerable, hacen incompatible el compromiso del propio López Obrador de manejarse con responsabilidad en las finanzas públicas del país.

En un par de días veremos el arranque de un nuevo México que ha generado enormes expectativas, pero que corre el riesgo de provocar una crisis económica en un plazo menor a lo que los especialistas han pronosticado. Cuidado.

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