Opinión Fernando Curiel

Acerca de las fiestas patrias

Cuando se diseñó y anunció, el variopinto programa de conmemoraciones nacionales, en 2019, no se reparó, cuestión histórica, ni en el intercambio ambiguo de papeles, ni en el estado incontrolable de la Peste en su Año Dos.

Fernando Curiel

Uno. El desusado programa de conmemoraciones nacionales del actual Ejecutivo federal, desusado porque no se constriñe al Bicentenario de la Consumación de la Independencia, en 1821, sino que agarra parejo, debería empezar el 14 de febrero, con el homenaje a mi paisano Vicente Guerrero, en Cuilapan de Guerrero, Oaxaca. Y continuaría el 24 del mismo mes, en Iguala, Guerrero Mártir, con la celebración de la Bandera, con todo y muestra de lábaros insurgentes.

Dos. Cuando se diseñó y anunció, el variopinto programa, en 2019, no se reparó, cuestión histórica, ni en el intercambio ambiguo de papeles: Realistas, Insurgentes, Independentistas; ni en la restauración a su modo Realista del Primer Imperio (Iturbide); ni, cuestión del estricto presente, en el estado incontrolable de la Peste en su Año Dos, y correspondientes dificultades para actos al aire libre, y exigentes de movilidad: lugares, autoridades, públicos.

Tres. La UNAM, cuenta, en su área de Humanidades, con un Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales, coordinado por la doctora Virginia Guedea; que, contando con sus antecedentes, suma más de una década de interdisciplinarias actividades. El día 28 de enero, me correspondió presentar un avance de mi trabajo en proceso, Libro de las Fiestas Patrias; investigación adelantada en el libro colectivo Asedios centenarios (1910-1921), que publicara el FCE, en 2009. De gran provecho me resultaron los comentarios vertidos por mis coseminaristas.

Cuatro. Inevitable la selección, me detengo en dos. El de la doctora Camila Perochena, desde su casa en Argentina, que me hizo reparar, en mi hipótesis de modelo, en el énfasis obligado al panorama hispanoamericano. Y el de mi añoso amigo, el filósofo doctor Guillermo Hurtado, desde la suya en México; que, de otra parte, publicó en su columna periodística en un diario capitalino. Ocúpome de este último.

Cinco. Visiones, en esencia, encontradas (no dice encontronazo). La mía, tomando como modelo los Festejos del Centenario de 1910, que subraya que toda Fiesta Patria lo es del Poder en el Poder (y que a todas luces se comparte); que el calendario fija una efeméride mayúscula; que importa la Comisión Organizadora; y que fundamental es el papel del gremio profesional de los historiadores, en el juicio de la idoneidad y sentido de las oficiales celebraciones.

Seis. Por el contrario, aduce mi amigo, descontado lo del acto del poder en el poder, más bien robustecido, que, con el actual régimen, el festejo es diario, por lo que la Comisión pierde importancia, y que no es hora de los historiadores porque el papel de historiador supremo lo asume el Ejecutivo federal. El disenso toca mayor hondura.

Siete. La cuenta larga de nuestra historia, estancamiento y corte abrupto, tradición y ruptura (como en nuestras letras, en nuestras artes todas en realidad), apuntan como ineludible la violencia social, connatural a la guerra de Independencia, entre 1808-1810-1821; a la guerra civil liberal-conservadora de la Reforma, entre digamos 1857 y 1867 (marinada además con una Lucha de Liberación Nacional frente a Francia); y a la Revolución Mexicana, entre 1905, 1906, y 1921 (aproximadamente).

Ocho. No concibo, por ende, si se pretende continuación de Independencia, Reforma y Revolución, una siguiente transformación que, en vez de la crítica de las armas, apele a las armas de la sola voluntad, los buenos deseos, llamadas a la moralidad pública, abrazos y no balazos. A lo que se ha añadido una Peste (venganza airada de Natura contra el Progreso, oriflama de la supuesta Civilización), con su corolario de confinamiento, derrumbe de la economía, desempleo, angustia, psicosis colectiva, feminicidios imparables, violencia familiar, avance en la capital y en los estados de la delincuencia organizada.

Nueve. Además, en el supuesto de que las dichosas "Mañaneras", sean el foro de la cotidiana celebración patria, ¿por qué, entonces, se instaló con toda la formalidad jurídica, la Comisión de la que emanó el (hasta ahora) calendario de festejos? Al que, por cierto, aplaudo, el enfoque novedoso de "Hechos, Procesos y Personajes".

Diez. De otra parte, fundamental es, será, el papel de los historiadores, y agentes de las disciplinas humanistas hermanas, en el análisis del fondo y la forma, del programa conmemorativo. Pese al mal ambiente que, para su ejercicio, se advierte en "el poder en el poder", y severos recortes presupuestarios en algunos de sus sectores.

Once. Reconozco que el modelo por mi propuesto, es eso, propuesta, y que quedaron pendientes para una discusión más detenida, las condicionantes y/o coordenadas: obra pública conmemorativa y registro oficial de las conmemoraciones.

Doce. En resumidas cuentas, el Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales, de ya luenga existencia y productividad, informa un espacio en el que campean por sus fueros, la multi disciplina (privilegiando la Historia Intelectual, mirada panóptica preferentemente sobre historia, letras, artes plásticas, instituciones educativas y pensamiento), y la libre (y en ocasiones contrapuesta) opinión de sus integrantes.

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