Fernando Curiel

El affaire Calderón

El autor hace referencia al claridoso retrato de Calderón de la periodista argentina Olga Wornat en relación con las decisiones tomadas en los festejos del 2010 y su reciente negación a la creación de un nuevo partido político.

Uno. De Felipe Calderón me interesa, por cuestiones académicas (soy miembro de un Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales), su improvisada, "al chilazo", ignara, desaseada, caótica, y todo lo indica así fuente de corruptelas, organización de las conmemoraciones patrias en 2010, el Bicentenario de la Iniciación de la Guerra de Independencia, y el Centenario de la Revolución Mexicana (por fortuna, la recordación de los primeros cien años de la Universidad Nacional de México, autónoma a partir de 1929, quedó en exclusivas manos del claustro, con todo y la rabieta de algún historiador empresario).

Dos. Tuve desde luego presente, la mala pata del PAN, ideológicamente hablando, de que le tocara estar en el poder, así fuere el partido desleída sombra de lo que fue entre 1939 y digamos los 70 del pasado siglo (culminación: "prianato" y "perredeanato"), la conmemoración de procesos libertarios, Independencia y Revolución, sobre todo esta última, con propuestas populares y laicas, igualitarias. Incomodidad y torpeza de las que ya había dado muestras su antecesor Fox. Al que, oportunista como resultó, se le ocurrió poner al frente de la organización conmemorativa, a Cuauhtémoc Cárdenas (a la marca que representa, en realidad), quien pronto se echaría para atrás.

Tres. No me ocupo, pues, por ahora, del presidente Calderón que, con idénticas muestras de improvisación y arrebato, declara la guerra al narcotráfico en desesperado esfuerzo por legitimarse; al prohijador del ambicioso delincuente García Luna, bajo investigación en Estados Unidos (trapos sucios que están por ventilarse); a la figura detrás de México Libre, aspirante a mudarse partido político (¡uno más!) y gozar de la multimillonarias "prerrogativas" (ni el nombre nos ahorran, insulto en esta época de plaga, desempleo y pobreza)…

Cuatro. En fin, el "oscuro" sujeto del que trata un libro de la periodista Olga Wornat, en medio de una campaña de "medios" que hubiera hecho las mieles de Miguel Cervantes Saavedra, al momento de la aparición de El Quijote. Pero qué le vamos a hacer, si así se las gasta, hoy por la publicidad del morbo (morbo de cosas que ya se saben). Aunque claras me quedan dos pulsiones. La sospecha a la adicción alcohólica, pésima consejera para quien maniobra el timón de un país; y la certeza con "evidencia científica" (como gusta presumirse hoy en la autoapologética política oficial, más la cantinela de lo "histórico") del resentimiento y del rencor insufribles: babas, excrecencias; marcando una pauta, me temo, para el futuro.

Cinco. Únicamente añado que, al claridoso retrato de Calderón de la periodista argentina, acosada por lo que cuenta como se le acosó (acusó) cuando el asunto de Martha Sahagún (quien, confundida en su afán de celebridad, creyó atraer a una complaciente periodista), habría que añadir los no menos claridosos que Julio Scherer y su revista, le hicieran (le asestaran) al político michoacano todo él desprestigios.

Seis. La lectura de la crónica oficial de los festejos de 2010, es la de un desbarajuste, o de plano desorden mental. Se le apela Reporte, en vez de Crónica, y la portada ofrece un collage, integrado, de izquierda a derecha por una soldadera que parece recién salida del spa, Sor Juana, Porfirio Díaz, Madero, Felipillo rodeado de lábaros patrios y el águila azteca, un juego pirotécnico y una niña indígena.

Siete. Abren unas palabras del titular de Educación Pública, Alonso Lujambio, que presumen dos mil 435 acciones y la ocasión de acercarnos "al conocimiento de nuestro pasado, al análisis de nuestro presente y a la discusión abierta y popular de nuestro futuro". ¿En serio? La impresión que deja el reporte México 2010, es deplorable, desconcertante. Cifras y cifras de audiencias, "visitas", espectadores, concursos, exposiciones, portales, tirajes de libros y otras publicaciones en números tales que habrán talado de árboles medio territorio. Pero de una articulada política de la Memoria Nacional, "ni máiz". De chile y de manteca. Batiburrillo.

Ocho. Han pasado diez años. De las acciones, del programa cacareado en su conjunto, nada queda, salvo la ominosa Estela de Luz, erguida, para mayor deshonra, en un paraje clave de la Ciudad de México, por donde la Diana Cazadora nos flechó originalmente (yo vivía en la vecina calle de Río Atoyac, a un costado de lo que fuera el Cine Chapultepec, y a diario, muy temprano por la mañana y entrada la noche, solía dialogar con ella).

Nueve. A las visiones del pasado las canceló la incompetencia en el uso y representación de la memoria. Y al presente y al futuro lo señalan, además de invencible pandemia, rotunda megalomanía gubernamental y campañas electorales a todas horas, y respecto a Calderón, las novedades que ofrezca el juicio a su exsecretario de Seguridad Pública, de todas sus confianzas cómplices.

Diez. ¿Y lo del nuevo partido, de prosapia conyugal? Otro fiasco. Resulta, ¡de última hora!, que el INE rechazó su registro, sobre la base de opacidad (oscuridad) en el origen de las aportaciones. Esto en un panorama de partidos de baja clientela fija (Morena, en el poder, no alcanza ni medio millón, pero el PRI, despedazado por Morena, pasa de dos millones); ideologías y adscripciones al mejor postor (chapulines en lugar de grillos) y demás. ¿Para qué demontres otro partido, con Calderón, de huella primitiva en Palacio Nacional, atarantado organizador de fiestas patrias, sembrador de cadáveres, tras el trono? Pero no nos felicitémonos, al modo vengativo, como desde su finca (¡oh!), lo hace AMLO. El contrapartida, enemigo de la laicidad, el INE le abrió la puerta a una turba evangélica de politicastros.

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