Fernando Curiel

Ferias van, ferias vienen

Fue en su calidad de “autor” invitado a presentar un libro en la Feria de Guadalajara, que a Enrique Peña Nieto se le pilló como irredento ignorante. Que no se olvide.

Uno. No pocos pendientes guardan nuestra sociología y nuestra antropología aplicada al presente. Mi limito, por ahora, al fenómeno editorial. Señalo algunos ítems. La diferencia entre escribir, lo que se dice escribir, y publicar. La reducción de editoriales independientes, en un mercado dominado por corporaciones trasnacionales (que lo mismo venden libros y revistas que lencería), lo que traduce el empeño de pequeñas editoras a la heroicidad cultural. La erosión que en formatos y quiebra de papeles tradicionales (autor, editor, crítico o receptor, etcétera) están ocasionando redes, plataformas, blogs y demás.

Dos. Otro gran pendiente es el análisis del real efecto que, en la lectura, tienen esos acontecimientos anuales que son las ferias libreras, algunas de ellas dueñas de una tradición que se cuenta en décadas. ¿Ferias de vanidades en un quehacer de por sí narcisista? ¿Terreno perdido por la literatura en aras de la política y los temas de escándalo? ¿Subterfugios de clanes y grupos políticos en el negocio de intercambiar prestigios, posiciones? ¿Auténtico acercamiento del creador a su destinatario, el lector? ¿Ofertas de compra incuestionables?

Tres. Aspectos todos, los anteriores, claves en un medio ausente de políticas públicas, estructurales, sinceras, sostenidas, de conocimiento y difusión de su literatura, la precolombina, la novohispana, la independiente, la deslumbrante del siglo XX (para la del XXI, con tanta confusión, la verdad me declaro en un cierto estado de shock).

Cuatro. Lo indudable es que, cual estaciones de la naturaleza, así como las lluvias o el estiaje, llegan las ferias, y con las ferias las entrevistas (sin distinción entre quienes escriben o sólo publican y quienes siguen haciendo política pero por medios impresos) a través de la prensa, la radio y la televisión. Auténtico vendaval sin juiciosa discriminación de rangos, talentos, tradiciones y rupturas. Fenómeno que se ha incrementado con la adquisición, por los "mass media" mercantilistas de voces hasta ayer connaturales a medios críticos, independientes.

Cinco. ¿Pero se padece en realidad una fiebre consumista tipo Buen Fin? ¿Y si se adquieren libros, esos artefactos simbólicos prez de la civilización, se leen? ¿O la cosa queda en el vórtice de la "sociedad del espectáculo" que tantos y tantos han denunciado como cáncer de la salud cultural pública? ¿Se compara el ruidero de las consabidas declaraciones políticas de Vargas Llosa, en la Feria de Guadalajara, con la lectura efectiva de Tiempos recios (en los que se traga sus palabras contra la "novela primitiva") o la relectura de su Conversación en la catedral, en ese estado de gracia conmemorativa que tanto gusta a la burocracia literaria?

Seis. No lo sabemos a ciencia cierta. Como, en otro campo, ignoramos la suerte que espera a la conversión de la Secretaría de Relaciones Exteriores (¡que vaya si le sobra chamba, en el sur con una América convulsa y, en el norte, con un "Bóreas" Trump que lo mismo amenaza que perdona condicionalmente), en el papel de editora de clásicos latinoamericanos. ¿La lectura? ¿Las bodegas? ¿El reciclaje de miles de volúmenes técnicamente "intonsos"?

Siete. Al igual que los premios que mal que bien sobreviven, las ferias claman por una sociología y una antropología específicas. Cómo, a partir de la montada en tiempos épicos de Vasconcelos (el rector de la Universidad Nacional, el primer secretario de la SEP), en el Palacio de Minería, se ha desarrollado la industria ferial. A qué objetivos responde ésta. Quiénes y con qué propósitos, implícitos y explícitos, las organizan. Con qué instrumentos, más allá de las cifras lirondas, se mide su eficacia. Y, lo más importante, ¿cuál es su incidencia en la práctica de lectura y en la formación de una cultura "literaria"?

Ocho. Esto último más allá de alfombras rojas, previsibles declaraciones con la pólvora hace mucho seca, colados, brindis, entrevistas de pasillo, distingos entre invitados "rupas" y VIP, pretexto para negocios de las corporaciones trasnacionales, batiburrillo de los pocos que son y están con los que están, pero no son.

Nueve. Nuestra memoria pública, tan frágil, tan solicitada por esto y por aquello (los mandobles que se asestan en las "mañaneras", el feminicidio en ascenso al igual que la mancha delincuente, la mofa de los americanistas a la coreografía del colectivo chileno por cierto con mayor éxito que la oncena de Santa Úrsula), debe tener al rojo vivo un aspecto justamente digno de nuestras sociología y antropología.

Diez. Fue en su calidad de "autor" invitado a presentar un libro en la Feria de Guadalajara, que a Enrique Peña Nieto se le pilló como irredento ignorante. Que no se olvide.

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