Fernando Curiel

Futuro de la autonomía universitaria

El autor hace una reseña de cómo la UNAM se ha adaptado a los momentos históricos para conservar la autonomía que goza desde 1945 y lo que debe de enfrentar hacía los nuevos desafíos presupuestales.

Uno. Tengo a nuestra Máxima Casa de Estudios, nacida porfiriana en 1910, adoptada por la Revolución, declarada parcialmente autónoma en 1929, y del todo en 1945, por hazaña de la libertad e institución sin sosiego.

Dos. Sobre ella he escrito múltiples artículos, folletos ("Perfil de la cultura en la UNAM", "La radiodifusión universitaria", "Helicópteros sobre Ciudad Universitaria") y libros (La Universidad en la calle), y tenido la fortuna de participar en obras colectivas sobre efemérides, episodios decisivos y significación nacional.

Tres. En sus espacios e instituciones me he desempeñado al tenor de lo que llamo "sana esquizofrenia": alumno permanente, profesor, investigador, difusor, representante, ejecutivo. Fuente cotidiana de saber son los dos seminarios de los que formo parte: el de Edición Crítica de Textos y el de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales.

Cuatro. Experiencia guiada por ciertas claves constitutivas: el surgimiento utópico de la Universidad Nacional de México, precedido por la Escuela Nacional de Altos Estudios; la indisolubilidad de docencia, investigación y difusión; su naturaleza pública; la convivencia, junto a un orden jurídico positivo (la normatividad vigente) de un orden ético; su permanente construcción.

Cinco. Previa publicación en su Gaceta de suplementos en verdad coleccionables (documentos, fotografías, lances), la institución celebró, del 30 al 31 de julio de este enrevesado 2019, un "Coloquio sobre los 90 años de la Autonomía Universitaria", con la participación de una treintena de especialistas, que abordaron su papel nacional, su proceso, su función social, su vinculación con el conocimiento.

Seis. La sede elegida, el Auditorio Alfonso Caso, en plena Ciudad Universitaria, a tiro de piedra de la Explanada y "Las Islas" y del edificio que unió a las Facultades de Filosofía y Letras, de Derecho y de Economía ("El Ferrocarril"), encerró un símbolo. Antonio Caso, filósofo y sociólogo, estuvo en el origen de la institución y combatió por su independencia intelectual; su hermano Alfonso, abogado y antropólogo, en el de la Ley Orgánica de 1945 (aún de avanzada, manque irrite a algunos trasnochados).

Siete. Generaciones del Ateneo de la Juventud (Reyes, Vasconcelos, Henríquez Ureña, Torri) y de los Siete Sabios, luego de 1915 (Gómez Morín, Lombardo Toledano, entre otras lumbreras), de la mano. Como gustaba el autor de Visión de Anáhuac recordar que combatían los guerreros persas.

Ocho. De la celebración anterior, la de los 50 años de la autonomía, recuerdo con especial énfasis el discurso de Alejandro Gómez Arias, en cuya amistad abrevara uno de los líderes de aquel movimiento estudiantil de 1928-1929, que fusionara dos contiendas: la de la independencia institucional y la del vasconcelismo presidencial. Fundamentales para mi desempeño en Radio Universidad, fueron las conversaciones con el que fuera su primer director (comienzos, asimismo utópicos, en aquel 1937).

Nueve. Habrá que esperar a la publicación y/o vulgata de lo expuesto en el Coloquio para una visión conjunta de un logro, la Autonomía, que más tarde serviría de claro modelo a esos Organismos Autónomos que, al margen de los tiros cruzados a los que por ahora están sometidos (si su propósito consistió en trasladar funciones de un Estado que se achicaba o si, por el contrario, enriqueció la vida institucional), que en esencia traduce capacidad no sólo de autogobierno (académico, jurídico, organizacional, de ingreso y permanencia), sino, asimismo, de autoinvención, resignificación. Por ahora me constriño a señalar algunos aspectos de tamaña autoinvención, resignificación.

Diez. En el campo de la docencia, el recrudecimiento de búsquedas metodológicas, instrumentales y de contenido que empezaran a explorarse, en los 70, en la Comisión de Nuevos Métodos de Enseñanza, bajo el piloteo de otro universitario insigne, Henrique González Casanova. En el de la investigación, al parejo que las exploraciones multidisciplinarias, el pleno reconocimiento de los estatutos específicos de dos saberes, pares, pero diversos: el humanista y el científico. En la "tercera función", el acento, por todos los medios posibles, puesto en la extensión: extramuros, compromiso social, búsqueda de públicos nuevos, redistribución.

Once. Y no menos axial deviene el del "lugar" de la UNAM, de su poderío y autogestión, más allá del asedio presupuestal, en un momento mexicano que bien puede calificarse de "caoscracia". Enorme reserva lo constituye su desdoblamiento, nacional e internacional, a condición de un replanteamiento de los nexos profundos con las comunidades a las que sirve, en términos de colaboración, un organismo decisivo en la historia contemporánea de México.

COLUMNAS ANTERIORES

Ciudad letrada expandida
La realización simbólica

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.