Fernando Curiel

Romance de la diosa infelice

Fernando Curiel reflexiona sobre la visita de Marilyn Monroe a Taxco de Alarcón, en su época dorada.

Uno. En 2009, un grupo de periodistas y fotógrafos, presentó en El Taquito (legendario), la revista Gente del Sur, y conmemoró los 47 años de la visita a México de Marilyn Monroe. Viaje que incluyó a Taxco de Alarcón, en su época dorada.

Dos. Comparecieron Humberto Zendejas, Ricardo Perete, Alberto Carbot, Antonio Caballero (el autor de la fotografía célebre que mostró a MM sin ropa interior) y, de Taxco, Javier Ruiz Ocampo, su cronista.

Tres. Extensa es la relación coral del paso de la actriz (en sus 47), por la Ciudad de México: el Hotel Hilton (lugar de la célebre conferencia de prensa), la citada taquería, los estudios en los que Luis Buñuel filmaba El ángel exterminador, el INPI al lado de Eva Sámano de López Mateos; un recorrido a través de Reforma en un Cadillac descapotable. Y por el mercado de Toluca, Chiconcoac, la ciudad platera y Acapulco. Y la cena en casa del "Indio" Fernández a la vuelta.

Cuatro. A la Monroe la acompañó un séquito encabezado por su compatriota Frederick Vanderbilt y su esposa Nieves Orozco (modelo de Diego Rivera); y el destino le deparó a José Bolaños, cineasta y "pley boy" de marca nacional.

Cinco. A Taxco arribó MM el 24 de febrero de 1962, y permaneció dos días más. Como en el pueblo se filmaba La Bandida, con su numeroso elenco y equipo técnico, la visitante no pudo alojarse en el hotel "in", el Borda (a cuya vera escribo); y la Félix (que menospreció conocer a Marilyn, "güera desabrida") y parte del "staff", ocupaban el Hotel Victoria, segundo en la lista "top"; MM paró en el Hotel Los Arcos. Más íntimo, pero no menos encantador.

Seis. Buscaba la actriz muebles, joyería platera y artesanías, para su nueva casa en California; la mansión en la que, meses más tarde, se le encontrará muerta (episodio aún ornado por siniestro misterio).

Siete. La arqueología de Ruiz Ocampo, ya publicada, no deja rastro sin reconstruir. Las paradas en las emblemáticas tiendas de la Plazuela de Bernal: los Talleres de Antonio Castillo, Gracias a Dios de su hermana Tachi, Teresa Original (de mi madre Teresa Defossé); y, en la Plaza Borda, en las platerías de los Aguilar y de Toño Pineda. Una inesperada cena familiar en el cerro de Bermeja.

Ocho. Y la cereza del pastel: la serenata que Bolaños le montara a la Monroe en el Hotel Los Arcos, él vestido de charo y al frente de un batallón de mariachis, transportado en dos autobuses, de Garibaldi al Real de Minas.

Nueve. El idilio "de película" se prolongó en Acapulco y, de regreso, en la Ciudad de México; incluso en Estados Unidos, para una ceremonia de premiación. Una fotografía rescatada por Javier, conjunta a Emilio Fernández, a su entonces esposa Rita Macedo, y a una Marilyn Monroe discípula avanzada en el rito tequilero: sal, limón, galopante "caballito".

Diez. ¿Qué rayos hacia el dicente en esos días de la mítica visita taxqueña, por qué no los atestiguó? Ex – claustrado de la Universidad Militar Latinoamericana, iniciaba mis estudios en Derecho y Arte Dramático; me descubría nadador en el Mar de la Escritura; y devoraba, palmo a palmo, la Ciudad de México.

Once. Por eso no me arrodille a su paso, como si lo hice con Claudia Sheafer, sorprendida (¡vaya aparición!) en un paraje de Coyoacán. Para sorpresa de mis acompañantes.

Doce. Taxco ya no recobrará su Edad de Oro. Dejará de dictar modas en platería, diseños de ropa y estampados textiles, muebles (cedro, palo de rosa, caoba). Salvo excepciones, no seguirá la tradición de Los Amigos de Taxco de 1928 (Manuel Toussaint, Justino Fernández, Francisco Monterde).

Trece. Desaparecerá la nutrida Colonia Norteamericana y, con ella, la Escuela Taxqueña de Acuarela. El turismo perderá curiosidad artística e histórica. A Santa Prisca le surgirá una terrible competidora: la selfie.

Catorce. ¿Y qué fue de José Bolaño después del filme La soldadera y su obra epónima, MM? Polvo y cenizas.

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