Uno. Dada la brevedad del espacio, omito nombres. Pero en verdad intensos fueron, en Taxco, los días postreros de 2019, y los inaugurales de 2020 (¡la década de los veinte del siglo XXI!). En lo familiar (hijos, nietos). En lo amistoso (reencuentros, visitas, tertulias). En lo turístico histórico (Santa Prisca y la "traza espiritual" que le toca encabezar, a modo de ejemplo). Y, claro, en lo urbano.
Dos. El paro de taxistas que, al bloquear, las vías neurálgicas de un ex Real de Minas que no puede ensanchar sus calles y callejuelas, paralizó por muchas horas la ciudad. La certeza de que una plaga de motocicletas, cuatrimotos, pudre el paseo, el ambiente, da señales más que de una conurbación con la Cabecera Municipal, de su invasión por cuadrillas y pueblos aledaños.
Tres. La paradoja de un templo barroco de excepción en Hispanoamérica (y, ni modo, gallina de los huevos de oro), que, al tiempo que se le restaura del golpe sísmico de 2017, se le agrede con un tráfico irrefrenable (menos mal que las combis ya no hacen base en la Calle de la Muerte), y queda en suspenso la declaración del Centro Peatonal de Taxco de Alarcón.
Cuatro. Oportunidad, el CP, de regular, restringir, el acceso vehicular al corazón de la ciudad, arrebatado al caminante, natural o forastero; de proteger el entorno colonial que aún subsiste, no obstante desfiguros de propietarios y omisión del supuestamente vigilante Instituto Nacional de Antropología e Historia; de profesionalizar los servicios turísticos, tan aquejados de improvisación; de configurar rutas (cafés, bares, restaurantes) no obstante la brevedad de la Plaza Borda. Y etcétera, etcétera.
Cinco. Este y otros temas "agendaron" el moroso desayuno con amigos y la máxima autoridad municipal, viejo conocido que repite en un cargo de no fácil conducción. Inevitable devino la experiencia pasada, por reiterarse, de un fenómeno de colaboración de la UNAM con poblaciones amenazadas de colapso como mi pueblo adoptivo. Fenómeno que hemos llamado "Lo Macro al servicio de lo Micro".
Seis. Instituciones nacionales que enfilan sus baterías, prestigiosas, poderosas, multidisciplinarias, en beneficio de problemas locales. Tal fue el caso que simboliza el libro, Taxco. La perspectiva urbana, que conjuntara esfuerzos taxqueños, una encuesta a la población elaborada por un despacho de urbanistas, las luces de especialistas en lo que está en juego (la historia minera colonial y aún precortesiana, la arquitectura, esa ciencia y arte de la ciudad que es el urbanismo, el patrimonio tangible e intangible), y en el que tuve el privilegio de fungir como editor.
Siete. No escapó a la larga charla, impulsada por la urgencia de retomar proyectos de colaboración como al que me refiero (máxime que se cuenta ya con un CEPE de la UNAM, sito en El Chorrillo, a la entrada de la población, mano izquierda, y partícipe del libro en cuestión), la novedad de haber incluido en el texto, una selección de un álbum fotográfico impar. Y localizado entre los tesoros (libros, mapas, cuadros, epistolarios, papelería privada) del refugio que Alfonso Reyes se construyera en la Colonia Condesa, cabe Chapultepec, a su regreso definitivo al país en 1938, 1939. La Capilla Alfonsina.
Ocho. En 1928, como parte de un programa de censo, rescate y clasificación del patrimonio colonial mexicano (ciudades, sí, pero también mobiliario; templos desde luego, pero también escultura y pintura); afán que se remontaba al porfirismo (clima social en el que, en efecto, se pusieron de moda las etiquetas de "fifí", "lagartijo", "catrina", "peladaje", etcétera); cupo en suerte al ingeniero Enrique A. Cervantes, el "levantamiento" fotográfico del otrora próspero Real de Minas de Taxco. Álbum de plano invaluable, y para el que lograr la autorización de su "reciclaje" (una exposición, su manejo en Taxco. La perspectiva urbana), me auxiliara un entrañable amigo, a la sazón director del Centro de Estudios sobre la Ciudad, adscrito a la Coordinación de Humanidades de la UNAM.
Nueve. Cierto estoy, al menos para el Estado de Guerrero (Estado Mártir), que la colaboración UNAM-Taxco aquí aludida, abrió una veta que bien vale la pena seguir explorándose. Problema nacional es el de que una ciudad patrimonial como la que preside Santa Prisca, al igual que tantas otras en la República (sin excluir la sede misma de los Poderes Federales, y por tanto, aún, Distrito Federal), hallen los modos de alejarse del colapso urbano.
Diez. Desde luego no pierdo de vista que la índole de la declaración del Centro Peatonal de Taxco de Alarcón, va más allá de la estrictamente municipal, así cuenten sus autoridades con la aquiescencia de la mayoría de ciudadanos, y la simpatía de una institución como la UNAM. Tal declaración, diáfano ejercicio de voluntad y resolución políticas, exige ser estatal e incluso, por qué no, nacional.