Leer es poder

Por la boca muere

La filtración de documentos de los ‘hackers’ del grupo Guacamaya creó una enorme oportunidad para que la sociedad civil conozca las entrañas que López Obrador creó para acumular poder.

“El peje por la boca muere”, adelantó Gabriel Zaid una semana antes de llevarse a cabo las elecciones de 2018 (Reforma, 24.Junio.2018).

Justicia poética: tantas atenciones con Julián Assange se les regresan como boomerang a manos de los hackers del grupo Guacamaya. Un tesoro de información sobre el Ejército mexicano, y por lo tanto sobre la seguridad nacional, que debe tratarse con el mayor cuidado y responsabilidad.

El gobierno opaco de López Obrador reservó documentos sobre el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía, la compra de vacunas, datos sobre muertos por Covid, la explosión y los 135 calcinados de Tlahuelilpan, la liberación de Ovidio Guzmán y el avión presidencial. Todo lo que se quiso ocultar saldrá a la luz. Muy a su estilo personal, en enero de 2021 el presidente quiso aparecer como un personaje favorable a la transparencia. “A lo mejor –afirmó el presidente– presentaré una iniciativa de ley para quitar las reservas de información”. Nunca, por supuesto, lo hizo. El que lo hizo fue Carlos Loret de Mola.

Cuando aparecieron documentos que –erróneamente– señalaban que Carlos Loret de Mola seguía cobrando en Televisa, López Obrador dijo en tono amenazante en una mañanera: “Me lo van a tener que aclarar los directivos… se supone que Loret ya no está en Televisa”. ¿Por qué salió Loret de Mola de Televisa? Para resolver las tensiones implícitas en la relación de Televisa con López Obrador. Ocho meses después de su arribo a la Presidencia, el conductor de noticieros más visto de la televisión abandonó Televisa, que había sido su casa por 18 años. “Esta es una decisión difícil, tanto para la empresa como para mí”, dijo entonces el periodista sin aclarar el porqué de su salida. Al día siguiente, sin que se lo preguntaran, López Obrador negó que su gobierno tuviera que ver con su salida. Era mentira.

Luis Echeverría siempre negó que él hubiera tenido que ver con el golpe a Excélsior que propició la salida de Julio Scherer. Fue un asunto de los cooperativistas, dijo entonces. Del mismo modo López Obrador negó que tuviera que ver con la salida del periodista. Fue un asunto de Televisa. Finalmente Loret de Mola llegó a un buen acuerdo con los directivos de Televisa, no cantó censura, como Carmen Aristegui en su momento. Se serenó. Siguió en sus espacios de la radio y El Universal. Formó una empresa de información digital, Latinus. Ahora tiene en su manos 36 millones de documentos y cientos de miles de fotografías, muchos de ellos reservados. (Entiendo que otros medios tienen ya acceso a los documentos, como Aristegui.) El máximo protagonista de este gobierno –el Ejército– se mostrará al desnudo.

Los contratos de los elefantes blancos, los informes sobre corrupción saldrán a la luz. Muchas carreras quedarán en entredicho. Tendremos información sobre las relaciones del Ejército con el narco, desde dentro. Información muy delicada sobre las operaciones en aduanas y puertos que deberán manejarse con extrema responsabilidad.

Las tensiones al interior del Ejército se agudizarán. Esas tensiones salieron a la luz apenas cinco días después de la liberación de Ovidio Guzmán. Ante un grupo de 500 generales, el general Gaytán Ochoa preguntó: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde la institucionalidad, a un grupo de halcones que podría llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?” El general se refería a un grupo dentro del gobierno proclive a los gobiernos bolivarianos y cubanos. El general remató: “Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”. Los 500 generales se levantaron de sus asientos y le aplaudieron. La respuesta de López Obrador no se hizo esperar: al Ejército le cayeron, literalmente, miles de contratos encima. Se les ofreció que las utilidades del Tren Maya se agregarían a las pensiones de los militares, que de por sí son superiores a las de los trabajadores del gobierno federal. Se les dio el control de las aduanas y los puertos, y del aeropuerto de la Ciudad de México.

¿Qué se debe hacer en esta coyuntura? Observar con cuidado las tensiones que se produzcan con las revelaciones. Organizar grupos de abogados para generar las posibles demandas por corrupción y abuso de poder. Los partidos: llevar esas demandas al pleno del Congreso, amplificar lo que se encuentre de corrupción y malos manejos. Los medios: solicitar a Guacamaya el acceso a los documentos para investigaciones específicas. La sociedad: estar atentos a las tensiones al interior del Ejército, intentar una comunicación muy clara de lo que se vaya encontrando, sin amarillismos, para la más amplia sociedad.

Bien visto, se trata de una gigantesca oportunidad para la oposición si saben capitalizar las investigaciones y difusión de lo revelado. Una enorme oportunidad para la sociedad civil para conocer las entrañas del monstruo que López Obrador creó para acumular poder personal. Se abren ranuras inéditas que nos permitirán atisbar a través de la espesa niebla que creó el gobierno. Puede derivar de esto una auténtica auditoría social de consecuencias insospechadas. El peje por su boca muere.

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