Leer es poder

Un mundo nuevo y valiente

Ahora la mayoría manda. Ahora su impulso transformador está en el poder. Todo lo que se oponga a los cambios que el gobierno de la mayoría proponga estará contra la mayoría.

Seguramente se escribirán muchos libros sobre cómo y por qué los mexicanos pusimos freno a la democracia y luego la revertimos. Los optimistas sostendrán que este freno es momentáneo, que la democracia finalmente prevalecerá por encima de la ola populista que ahora recorre el mundo. Los pesimistas escribirán que nuestra es la tradición autoritaria y que el periodo de la transición fue un breve paréntesis (como lo fue la República restaurada y el corto periodo de Madero) en un trayecto de larga duración.

Primero tendremos que ponernos de acuerdo en las definiciones de democracia, porque para unos la democracia se terminó y para otros apenas comienza.

Para los oficialistas, el periodo realmente democrático comenzó en 2018 con el ascenso de López Obrador al poder. Mientras que para los liberales su origen está en la reforma política de Reyes Heroles, pasa por la creación del IFE, la pérdida de la mayoría legislativa del PRI en 1997, la alternancia con Fox en el 2000, la creación de los organismos reguladores y la victoria de la oposición en 2018.

Los que ahora pregonan que la democracia funciona en tanto gobierno de la mayoría, nos deben una explicación. Votó el 60 por ciento de los que podían votar (cien millones). Y de ésos, el 53 por ciento votó por Morena. De cien millones de mexicanos, 35 millones votaron por Sheinbaum. 65 millones: la Gran Mayoría, es decir, el Pueblo, no votó por ella. Un tercio de los votos les da ahora a los morenistas derecho para designarse mayoría y coronarse como Pueblo. Consideran que tienen el derecho de cambiar la Constitución y cuantas leyes se les antojen basados en ese tercio electoral. Así funciona el sistema que los llevó al poder.

Algunas preguntas. ¿Es válido que el Poder Ejecutivo se inmiscuya en las elecciones? En otros países no existe ese límite. Nosotros nos lo autoimpusimos (en gran parte debido al impulso de los partidos de López Obrador a favor de contener el injerencismo presidencial), pero en las recientes elecciones el presidente invadió la esfera electoral a placer. Que el tribunal electoral no quiera ahora sancionarlo no omite el hecho de que todos lo vimos y quedó registrado en los medios. ¿El presidente podrá meterse en las elecciones, sí o no? Si argumentamos que no, ¿entonces cómo conciliamos eso con la participación activa de López Obrador en las pasadas elecciones? No podemos elegir la vía cínica: la ley dice que no debe hacerse, pero si el presidente lo hace no hay ninguna sanción. Es decir, la ley no sirve. La ley es una simulación. Sería bueno saber si eso es lo que vamos a vivir ahora en México. ¿El país de la simulación? ¿Como en los tiempos del PRI? ¿Vamos a decir que vivimos en democracia sin que los partidos opositores tengan realmente oportunidad de ganar elecciones?

En el discurso oficial, México vivirá en democracia. Es más, antes no vivíamos en democracia, sino bajo el autoritarismo neoliberal. Vino López Obrador y nos rescató. Ahora la mayoría manda. Ahora su impulso transformador está en el poder. Todo lo que se oponga a los cambios que el gobierno de la mayoría proponga estará contra la mayoría, estará contra el Pueblo y se tendrá que actuar en consecuencia. No será posible que publiquen cosas contra el pueblo. Que digan mentiras en la radio que afecten al pueblo. Mucho menos en la televisión. En la nueva democracia morenista, el que critique las razones de la mayoría será visto como enemigo del pueblo, y habrá prisión preventiva oficiosa para sancionarlo.

¿Habrá diálogo o insultos a la oposición? Según Sheinbaum, López Obrador es el mejor presidente que ha tenido México. Pues bien, “el mejor presidente” se negó a dialogar (ya no digamos negociar) con la oposición. Se dedicó a zarandearla, a vituperarla, a calumniarla. Ni una sola reunión con los líderes de los partidos opositores en seis años, en los que se desvivió para recibir a beisbolistas de las grandes ligas. ¿Ese va a seguir siendo el talante contra la oposición? Ignorarla, insultarla, amenazarla, cerrarle todos los espacios. ¿Esa va a seguir siendo la actitud ante la prensa? Agredirla, colonizarla, selectiva con el presupuesto. ¿Continuará la hostilidad en contra de las organizaciones de la sociedad civil? Asfixiando sus recursos, presionando a sus donantes. ¿El nuevo gobierno va a continuar cediendo terreno político a los militares? ¿Va a continuar con su política de buena convivencia con ciertos cárteles del narco?

Con un tercio de los votos posibles se autodenominan Pueblo. En su nombre van a cambiar leyes y supeditar poderes. Van a acumular recursos y poder amparados en la bandera de los pobres. Tan corruptos como antes. Con un país más ensangrentado que antes. Van a ir desmantelando la democracia en nombre de la mayoría. Regresamos al país de la simulación. Un mundo nuevo y valiente.

COLUMNAS ANTERIORES

La tontería de la ‘economía moral'
Millones de migrantes

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.