El pasado en México se niega a irse, cíclicamente resucita. Un botón de muestra:
Gustavo Díaz Ordaz designó a Luis Echeverría su heredero por su lealtad perruna y para que le cubriera las espaldas. Sin haber aclarado la matanza de Tlatelolco, Echeverría llegó al poder sin hacerse responsable de las muertes que ahí ocurrieron (40 según la Comisión de la Verdad que investigó en 1993 o 44 de acuerdo a The National Security Archive).
López Obrador designó a Sheinbaum su heredera por su lealtad a toda prueba y para evitar que alguien lo obligara a rendir cuentas. Sheinbaum llega al poder sin haber aclarado el desplome de la Línea 12 del Metro y sin hacerse responsable de las 27 muertes que ahí ocurrieron (según Carlos Slim, por falta de mantenimiento).
El populismo que Echeverría impuso como forma de gobierno llega a su culminación, cincuenta años después, con Claudia Sheinbaum. La dictadura perfecta que imperaba en los años setenta del pasado siglo vuelve ahora con un gobierno que aspira, para concentrarlo en el Ejecutivo, a suprimir la división de poderes.
Regresamos a los tiempos del PRI, un PRI empeorado y aumentado. No fue Calderón, sino los gobiernos priistas en los años setenta los primeros en utilizar al Ejército para combatir al crimen organizado, en Sinaloa y Guerrero. Fue en este último estado que se ensayó la militarización total de un vasto territorio como preámbulo a la militarización de todo el país que consintió AMLO y que Sheinbaum defiende ahora con ahínco.
Algunos con ingenuidad esperan que Sheinbaum sea una versión moderada del gobierno de López Obrador. No han leído sus entrevistas ni seguido sus conferencias de prensa. Hereda de López Obrador más de la mitad de su gabinete, sus programas sociales, los gobernadores y legisladores que le deben el puesto. Hereda su retórica y sus diferendos internacionales. Hereda su nacionalismo rancio. Hasta ahora no ha dado muestras de que vaya a desviarse ni un milímetro de las directrices de su mentor.
Con Echeverría comenzó la infección populista, una de cuyas características es el monopolio de la palabra en el espacio público. Los interminables discursos de Echeverría los convirtió López Obrador en conferencias diarias para controlar la agenda noticiosa y hacer escarnio de sus críticos sin posibilidad de derecho de réplica. Durante seis años no hubo un sólo día en que guardara silencio para escuchar las voces opositoras a las que tachó, y trató como tal, de ser sus adversarios. Por ello no sorprende el anuncio de Sheinbaum de que continuará las conferencias mañaneras. La duda de si éstas conservarán su tono rijoso, que incluye calumnias y amenazas, se aclaró al conocerse la participación de Taibo en su diseño.
Otra de las características de los gobiernos populistas es la de inventarse un enemigo exterior para distraer la atención de los problemas domésticos. ¿Cómo olvidar los pleitos de Echeverría con España e Israel? López Obrador abrazó querellas gratuitas con los gobiernos de Perú, Ecuador, Argentina y España para ocultar la montaña de muertos que dejó su administración, que ya es conocida como “la presidencia del millón de muertos”. La supuesta racionalidad científica de Sheinbaum quedó por los suelos al hacer suya la petición absurda al gobierno español de pedir perdón por los crímenes de la Conquista. ¿Con qué autoridad moral exige Sheinbaum esa disculpa? ¿No tendría que pedir ella primero perdón a los deudos de las víctimas del desplome de la Línea 12?
La apertura democrática que prometió Echeverría al asumir su gobierno culminó con la matanza de estudiantes en San Cosme. Que nadie espere del gobierno de Sheinbaum vocación democrática. Para llegar al poder se valió de multimillonarios recursos que nunca fueron transparentados. Fueron sus propios compañeros de partido los que señalaron que había sido elegida en una competencia fraudulenta.
Es innegable que Sheinbaum asumirá el poder gracias a una copiosa votación a su favor, así como es innegable que una enorme cantidad de esos votos se obtuvieron coaccionando a los beneficiarios de los programas sociales. Eso para no hablar del abierto intervencionismo del presidente a favor de la candidata oficial y de la campaña de insultos y mentiras que emprendió en contra de la candidata de la oposición.
Sheinbaum no tendrá que hacer ningún esfuerzo para convencer a los mexicanos de su talante democrático y conciliador. Son prendas que no tiene, además de que no necesita convencer a nadie. Cuenta con las mayorías legislativas necesarias, obtenidas de forma ilegítima, para hacer con el poder lo que se le ocurra.
Echeverría en sus giras se hacía acompañar de un ayudante que repartía dinero en efectivo a los que se acercaban a él. Ahora lo que se obsequia son becas y apoyos sociales. Sheinbaum ha dicho que los mexicanos no necesitan trabajar para poder vivir bien. De forma voluntaria la mayoría de los mexicanos cedieron una porción importante de su libertad a cambio de apoyos y becas. Nada bueno puede salir de esto.