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AMLO sabía de Teuchitlán

López Obrador tenía el antecedente de lo que había ocurrido con los estudiantes de Ayotzinapa cinco años atrás, pero por indolencia, incapacidad o complicidad, no hizo nada para averiguar lo que pasó en Teuchitlán.

López Obrador estuvo enterado de lo que ocurría en Teuchitlán —asesinato e incineración de personas— y no hizo nada para evitarlo. Por negligencia o complicidad, forma parte de la cadena de crímenes de lesa humanidad cometidos en esa comunidad de Jalisco entre 2019 y 2024.

Durante años escuchamos a López Obrador alardear de que era el único presidente del mundo que atendía asuntos de seguridad a primera hora todos los días. Vamos a suponer que esas reuniones servían de algo, que los responsables de las fuerzas de seguridad le rendían informes pormenorizados al presidente de lo que ocurría en el país; vamos a suponer que no eran reuniones inútiles.

La mañana del 10 de agosto de 2019, tuvieron que informar al presidente que la Guardia Nacional reportó haber encontrado, en una finca en Teuchitlán, cerca de la comunidad de La Estanzuela, montículos de ropa y zapatos y rastros de lugares donde se había incinerado a personas.

Estos hallazgos los reportó la Guardia Nacional en una serie de correos electrónicos emitidos en agosto de 2019 y que Guacamaya Leaks reveló luego de hackear documentos del Ejército mexicano (V. Cisneros y V. Durán, “Desde 2019 la Guardia Nacional encontró cuerpos incinerados en Teuchitlán”, Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, 12.Mar.25).

Los restos encontrados en agosto por la Guardia Nacional fueron producto de los hechos ocurridos en enero de ese mismo año. Investigadores de la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación del Gobierno de México presentaron un informe que muestra que los últimos días de enero y los primeros días de febrero de 2019 se detectaron, a través de imágenes satelitales, “altas concentraciones de ceniza y humo de hidrocarburos en el rancho Izaguirre” ubicado en Teuchitlán. “La combinación de la alta concentración de cenizas en la zona delantera del rancho, donde Guerreros Buscadores de Jalisco han dicho que encontraron crematorios clandestinos, y la estela de humo negro, que los investigadores vinculan sin duda alguna a la quema de hidrocarburos como gasolina, diésel o llantas, apuntala una de las teorías de lo ocurrido allí estos años, esto es, la del centro de exterminio” (P. Ferri y Z. Raziel, “Indicios que apuntan a que en el rancho de Teuchitlán hubo crematorios clandestinos”, El País, 28.Mar.25).

Desde el 30 de junio de 2019, la Guardia Nacional sustituyó a la Policía Federal. Los hallazgos de 2019 los debió de comunicar a las autoridades locales y al Ejército, y las autoridades de este cuerpo castrense debieron de reportarlo al presidente. A pesar de que López Obrador tenía el antecedente de lo que había ocurrido con los estudiantes de Ayotzinapa cinco años atrás, por indolencia, incapacidad o complicidad, no hizo nada para averiguar qué es lo que había pasado en esa zona, en ese rancho. Al presidente, con una frivolidad y una vanidad extremas, le preocupaba más su popularidad que la seguridad de los mexicanos.

Teuchitlán es la punta del iceberg de un horror que comenzó antes de que López Obrador fuera presidente y que continuó impunemente a lo largo de su sexenio. Solamente en 2019 la Guardia Nacional encontró otros dos campos de exterminio; en el primero se encontraron restos de 298 personas (en Durango, Durango) y en el segundo rastros de 119 cuerpos (en Tlajomulco de Zúñiga, Jalisco). En 2020, en Salvatierra, Guanajuato, se encontraron restos de 81 personas. En La Bartolina, Tamaulipas, hay indicios de que ahí se exterminaron por lo menos a 225 personas. Más de 50 mil mexicanos desaparecieron en el gobierno de López Obrador que, sumados a los 199 mil 619 asesinados, dan cuenta del periodo de mayor violencia de nuestra historia. Este es el verdadero rostro del “humanismo mexicano”.

¿Qué hacía López Obrador en las reuniones del gabinete de seguridad? A juzgar por los resultados, fueron reuniones inútiles en las que el presidente estorbaba, erraba y confundía a los presentes.

¿Qué hizo López Obrador para detener las actividades de esos campos de exterminio? Nada. ¿Qué labores llevó a cabo su gobierno para impedir que en el rancho Izaguirre, durante más de cinco años, se concentraran hombres y mujeres secuestrados, fueran golpeados y torturados para luego asesinarlos y cremarlos? Por lo que sabemos, dado el contenido de sus conferencias, se dedicó a calumniar a periodistas, intelectuales y opositores. Esas calumnias e insultos fueron el lado amable de lo que ocurría al mismo tiempo en los campos de la muerte diseminados a lo largo del territorio nacional. A los opositores, calumnias; a los criminales, carta blanca para exterminar.

Don Raúl Servín, padre de un joven desaparecido, entró el 5 de marzo de 2025 al rancho Izaguirre. Él y los que lo acompañaban encontraron tres pozos crematorios y grandes montículos de cenizas. Dice don Raúl: “Fue muy impactante saber que las personas quemadas en cada horno fueron reducidas a nada”.

El expresidente López Obrador debe ser investigado y juzgado por crímenes de lesa humanidad.

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