Leer es poder

AMLO, ambición o resentimiento

La decisión no será sencilla. Nunca son fáciles las decisiones desde el poder, porque afectan la vida de millones.

Cuando –más temprano que tarde– comience a disminuir la inercia del magro crecimiento del sexenio anterior y la nueva política económica no rinda los frutos esperados, el presidente López Obrador se enfrentará ante una disyuntiva: ¿actuará entonces guiado por su enorme ambición histórica o lo hará movido por el resentimiento?

Dos analistas muy sensatos lo han advertido recientemente. El primero, Enrique Quintana, ha descrito minuciosamente la desaceleración de nuestra economía, a la que se suman dos factores: el marcado descenso de la producción industrial (caída libre en la producción de petróleo, retroceso en la construcción y en las manufacturas) y una notable disminución en la creación de empleos formales. "No me cabe la menor duda –afirma Quintana–: vamos a percibir un freno muy serio de la economía y el empleo" (El Financiero, 12/2/19). El segundo, Jorge Suárez Vélez, advierte el gran riesgo que corre la economía del país si Pemex pierde –como parece que va a ocurrir– el actual grado de inversión, lo que ocasionaría la depreciación del peso; además de que día a día "crece la duda sobre la ratificación del T-MEC" ahora que el Congreso de Estados Unidos está en manos demócratas (Reforma, 14/2/19). Si a eso se le añade el desabasto de medicamentos, en pocos meses estaremos frente a la auténtica crónica de una crisis anunciada.

¿Reaccionará desde el resentimiento López Obrador ante esta crisis que él mismo habría originado? Para Suárez Vélez es evidente: "Surgirán las fracturas en su equipo y él acentuará su narrativa contra mercados y empresarios". Raymundo Riva Palacio, luego de retomar las advertencias económicas de Enrique Quintana y la propuesta de este sobre la necesidad de una nueva narrativa para enfrentar la crisis que viene, se pregunta: "¿Es acaso esa nueva narrativa lanzarse contra todo el pasado y responsabilizarlo de todo?" (El Financiero, 13/2/19)

¿Qué versión de López Obrador veremos frente a la crisis? ¿El atrabiliario o el pragmático? ¿El necio dirigente aferrado a sus convicciones o el estadista que apela al más estricto realismo para sobrevivir y trascender? Frente a quienes comparan a López Obrador con cierta clase del Modelo T que carecía de reversa (creado por Henry Ford hace poco más de cien años) y piensan que su tozudez es tal que es imposible moverlo de sus arraigadas convicciones, sostengo que en ciertas ocasiones López Obrador ha dejado de lado su proverbial necedad y ha actuado de manera pragmática y realista para enfrentar situaciones complejas. Movido por su inocultable ambición de "pasar a la historia", que es la única argamasa que sostiene la ficción de la "cuarta transformación", en tiempos recientes López Obrador ha dejado de lado, por lo menos en tres ocasiones, sus "principios".

La primera, ocurrió durante la campaña por la Presidencia; la segunda, como Presidente electo y la tercera, como Presidente en funciones.

Durante la campaña, cuando sumaba a cuanta pedacería le era posible, por más disímbola que fuera, con tal de hacerse del poder, se le presentó la oportunidad de pactar (tácita o abiertamente) con el gobierno de Peña Nieto. El pacto era sencillo: Peña se comprometía a apartar, mediante malas mañas, a Ricardo Anaya del camino a cambio de impunidad para él y su equipo. López Obrador dejó de lado su convicción de que el fraude "no lo puede lavar ni toda el agua del océano" y pactó. Cualquiera puede constatar que López Obrador ha cumplido su parte del acuerdo.

Ya como Presidente electo, a López Obrador se le presentó una segunda disyuntiva: ¿colaborar o no con la firma del T-MEC? No olvidemos que ese acuerdo comercial es un mecanismo profundamente neoliberal y que el neoliberalismo es la bestia negra del Presidente. En este caso, prefirió el acuerdo comercial por encima de su ala izquierda y sus propias convicciones.

Como Presidente, López Obrador de nuevo tuvo que optar entre el pragmatismo y lo que él mismo sostuvo en decenas de concentraciones: que iba a sacar al Ejército de las calles. No solamente dio marcha atrás en esta idea, sino que ahora se afana en militarizar el país otorgando concesiones nunca antes vistas a los militares. Tuvo que tragarse sus palabras ante la terrible situación de inseguridad que vive el país.

En las tres situaciones descritas López Obrador se vio obligado a ceder ante la terca realidad, movido por su formidable ambición de trascendencia histórica y convertirse en el mejor presidente de México. En los meses que vienen el destino lo habrá alcanzado nuevamente. Tendrá que elegir: ¿optará por el camino difícil de las reformas necesarias para encauzar al país por la ruta del crecimiento o elegirá sumirnos a todos en una pobreza a la cubana, "pobre pero honesta"?

La decisión no será sencilla. Nunca son fáciles las decisiones desde el poder, porque afectan la vida de millones. ¿Pragmatismo o convicciones? ¿Pasar a la historia o terminar en el basurero de la misma? La moneda está en el aire. ¿Ambición o resentimiento?

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