Leer es poder

Crédulos o creyentes

La mentira es verdad si se repite muchas veces. Las mañaneras y sus repetidoras en los medios electrónicos son el altavoz de la propaganda.

Trato de ponerme en los zapatos de quienes creen al presidente cuando dice que vamos tan bien que otros países nos copiarán la fórmula. Intento empatizar con el crédulo que lo oye afirmar que con la pandemia "ya estamos saliendo adelante". El presidente desde luego miente. A pesar de eso un alto número de mexicanos sigue creyendo en él. Creen que es mejor que los que estaban antes. Escuchan y leen las críticas al presidente y piensan que son mentiras, que es la reacción de los ricos y poderosos del pasado porque el presidente está afectando sus intereses. Trato de identificarme con quien ve en el presidente un motivo de esperanza de que este país será mejor.

Crédulos o creyentes. Le creen todo porque creen en él. Hay un evidente pacto popular que no se desanima con los reveses de la realidad. Que se alimenta del reparto clientelar, es cierto, pero que no lo explica. Necesidad de creer en tiempos seculares. El presidente no les hace fácil la tarea. Son tantas sus contradicciones (afirmar su compromiso con los pobres al mismo tiempo que privilegia a su círculo cercano de empresarios, no es la menor) que es difícil procesarlas con la razón; no lo hacen, acuden a la fe. Tienen una enorme necesidad de creer. Durante décadas el sistema político mexicano se basó en la mentira. La máscara revolucionaria que denunció Rodolfo Usigli en El gesticulador. Pero ahora, piensa el creyente, ha llegado un hombre que todas las mañanas les dice sus verdades a los poderosos, que nos dice quién nos da la gasolina más cara, que se defiende de quienes lo atacan. Si lo atacan con lodo él se defiende con piedras. Creen –quieren creer–que les está diciendo la verdad.

La verdad. Llevamos tiempo instalados en la posverdad. La mentira es verdad si se repite muchas veces. Las mañaneras y sus repetidoras en los medios electrónicos (debidamente recompensados con presupuesto publicitario) son el altavoz de la propaganda. La propaganda no crea la fe, la reafirma y le da argumentos. Cuántas veces no hemos escuchado defender las acciones del presidente con las mismas palabras que él utilizó. Literalmente las mismas palabras. Ese es el propósito de la propaganda, repetir. Hace ya mucho tiempo que dejó de importar la verdad. Se impuso la lógica de 'los otros datos'. Nadie sabe qué es verdad porque lo que vemos tiene una explicación secreta, que sólo el presidente conoce, una información alternativa: los otros datos. ¿Cuál es la verdad entonces? ¿Es verdad lo que dice el presidente o verdad lo que afirman sus críticos? Son dos mundos completamente distintos. Antes se podía hablar de los datos duros, cifras indiscutibles cuya fuente era un organismo de probada eficacia. Los datos del Inegi eran datos duros. Las cifras del Banco de México eran datos duros. Cifras e índices elaborados con la mayor racionalidad. El presidente dice que no importan. Desestima las cifras que dan organismos del propio Estado. Los altavoces se activan. El presidente echa a andar desde muy temprano la máquina de la propaganda. El Inegi y el Banxico son subestimados, sustituidos por otros datos que, además, no se dan. Tenemos que creer en ellos. Y la gente cree. Porque el pasado estaba tan podrido que ahora tiene que creer a pesar de que sustituyan los datos duros por otros datos alternativos y secretos. Cree porque no tiene alternativa.

Nos engañaron tanto que ahora tenemos una inmensa necesidad de creer en el nuevo engaño. "Le creo porque está a favor de los pobres, y aunque no me quede claro si les ayuda o no, por lo menos es el único que se pone de su lado." Me parece un argumento contundente y poderoso. Según el Coneval y la Cepal, cuya autoridad me parece indiscutible en estos temas, aumentó la pobreza a causa de la pandemia. El presidente que hizo un voto por los pobres aumentó significativamente la pobreza. ¿La aumentó? Es un fenómeno mundial. Pero a unos países les fue peor que a otros. México es de los países más afectados por la forma equivocada de enfrentar la reactivación económica. Mientras no contemos con el nuevo Índice de la felicidad, que registrará cuán felices somos en la crisis, tendremos que seguir conformándonos con los viejos datos duros, como la caída de -18.7 por ciento en el segundo trimestre de este año.

Creer o no creer. ¿No crees? Eres un conservador neoliberal: un adversario. ¿O crees en la 'economía moral'? La economía de las buenas intenciones. Con todas mis reservas, me parece muy respetable la opción de creer. La fe de aquellos que creen que esto es malo pero que antes era peor. Les pueden decir: tenemos evidencia de que antes estabas mejor. Pero son cifras. En política importan cosas que no explican los números. El deseo de revancha, por ejemplo. El gozoso resentimiento que celebra las gracejadas y los apodos que pone el presidente. Dejo al último el aprecio que en una capa amplia de mexicanos produce el presidente predicador. El moralino, el maniqueo, el hombre de la Biblia que aparece cada vez con mayor frecuencia en sus discursos. Creen en el hombre que cree.

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