Leer es poder

Drogas y esquizofrenia

Desde el punto de vista de este gobierno un consumidor es equivalente a un adicto. No es capaz de advertir la diferencia entre uno y otro.

Más que el Estado de derecho, que brinda seguridad jurídica a los ciudadanos, lo que hace que la gente se sienta segura es advertir cordura en sus gobernantes.

Entiendo que es mucho pedir que sean inteligentes como Angela Merkel, o cultos como Emmanuel Macron, para mencionar dos casos contemporáneos. Pero en verdad cómo desalienta que el mundo esté regido por individuos de dudosa inteligencia, como Donald Trump; de baja moralidad, como Boris Johnson, o de ególatras autoritarios, como Vladimir Putin. ¿Será que los pueblos –como decía Malraux– tienen los gobernantes que se les parecen?

En nuestro caso, cómo desanima una presidencia como la de López Obrador, incapaz de formular políticas claras y un rumbo definido. El desánimo se transforma en franca alarma al ver que una política, en la que está en juego la vida de cientos de miles de personas –como la política nacional sobre las drogas–, sea tan errática y confusa, contradictoria al grado de parecer esquizofrénica.

Por un lado tenemos a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, presumiendo en un programa de propaganda televisivo del Estado que "nuestra mariguana es de las mejores y de mejor calidad en el mundo". Por el otro, al Presidente reconociendo que lo "que estamos haciendo es estigmatizando todo lo que tiene que ver con las drogas". En el Plan Nacional de Desarrollo, en la parte de López Obrador –no de Urzúa–, se dice que "la única posibilidad real de reducir los niveles de consumo de drogas reside en levantar la prohibición de las que actualmente son ilícitas", mientras que en el reglamento de la Guardia Nacional, cuerpo de elite creado por López Obrador, se dice que tiene como objetivo "combatir la producción, tenencia, tráfico y otros actos relacionados con estupefacientes y psicotrópicos para la prevención de delitos contra la salud".

Se anuncia una importante campaña en televisión y radio que pide que, antes de actuar o juzgar, "se escuche a la juventud" que quizás esté involucrada en algún tipo de consumo de droga, pero al mismo tiempo se despliega un operativo en el Metro mediante el cual un cuerpo militar revisa las pertenencias de la juventud que supuestamente iba a "ser escuchada".

Desde el punto de vista de este gobierno un consumidor es equivalente a un adicto. No es capaz de advertir la diferencia entre uno y otro. Está previsto que en unos meses el Congreso discuta la despenalización de la cannabis, pero el Presidente, al ser cuestionado sobre el caso en una de sus conferencias de prensa matutinas, dice que es un tema delicado y que se va a poner a consulta. ¿Por qué se va a poner a consulta una ley que apruebe el Congreso? La Suprema Corte le pide a la Cámara de Diputados que en menos de 90 días emita una regulación para el consumo y el cultivo privado de la cannabis, mientras que el Presidente encarga a la Iglesia evangélica repartir casa por casa una cartilla moral. Por un lado tolerancia, por la otra gazmoñería. Dos caras. Dos políticas. Liberalidad y represión. Esquizofrenia.

Esta confusión en la política sobre las drogas (¿se persigue o se tolera?) está causando un monstruoso derrame de sangre. El Presidente, ufano, declaró el 30 de enero que "oficialmente ya no hay guerra contra el narco". Se dejó de perseguir a los grandes capos. Disminuyó notablemente la droga incautada: de enero a noviembre de 2018 se decomisaron 214 mil kilos de mariguana y cuaro mil kilos de cocaína; de diciembre a junio de 2019, 66 mil kilos de mariguana y mil 760 kilos de cocaína. La Guardia Nacional llegó a Michoacán hace poco más de un mes a repartir "abrazos, no balazos". Hace unos días aparecieron en Uruapan 20 cuerpos descuartizados y colgados. Si Calderón, a decir de López Obrador, "pegó a lo tonto un garrotazo al avispero", todo parece indicar que el gobierno actual está dejando "a lo tonto" que las avispas implanten el terror. Vivimos el periodo de mayor violencia de nuestra historia contemporánea, en parte por esta política de señales encontradas.

Para Jorge Hernández Tinajero, politólogo y especialista en drogas, la política actual de este gobierno respecto a las drogas es "contradictoria, poco novedosa, conservadora, confusa, tendiente a reproducir estereotipos y prejuicios". En este tema, como en todo lo relacionado con la salud y seguridad, se está jugando con fuego.

Somos un país de producción, tránsito y consumo drogas. Es muy probable que el tema de las drogas provenientes de México entre con fuerza al debate y a las campañas por la presidencia en Estados Unidos. Hace unos días Trump nos amenazó: si no reducimos el tráfico de drogas bloqueará los préstamos a México y detendrá la ayuda financiera. López Obrador mostró a Trump que basta una amenaza para que México se supedite a sus políticas.

Se avanza hacia la despenalización en el Congreso y el Presidente habla de estigmatizar al adicto. La Guardia Nacional no persigue a los capos pero sí hostiga a los muchachos en el Metro. Necesitamos una política clara. Cordura, no esquizofrenia.

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