Leer es poder

Estrategias para atraer la inversión

Tres elementos son indispensables para lograr que los capitales foráneos volteén a ver a México: la firma del T-MEC, el combate a la corrupción y la disminución de la inseguridad.

López Obrador sabe bien que el país no puede crecer (¡y él sueña con volverlo una potencia!) si se dedica solamente a regalar dinero.

En octubre de este año sus programas sociales alcanzarán a 22 millones de beneficiarios, lo que sin duda representará una fuerte inyección de recursos para el desarrollo del mercado interno. Pero eso no basta para que la economía despegue. Necesita inversión, nacional y extranjera. Empresarios que arriesguen su capital en nuestro país.

Tres elementos son indispensables para lograr ese fin: la firma del T-MEC, el combate a la corrupción y la disminución de la inseguridad.

Para atraer inversión es crucial la firma del tratado de libre comercio norteamericano. El gobierno de López Obrador ha hecho todo lo que está a su alcance para propiciar la continuación del acuerdo. En los hechos nos hemos convertido en el muro de Trump para complacer a la Casa Blanca y al Partido Republicano. Hemos triplicado el número de migrantes centroamericanos detenidos y devueltos a sus países pese a los evidentes peligros de muerte que allá afrontan. Se quitó el tema migratorio de las manos de Olga Sánchez Cordero y a la Secretaría de Gobernación, que ponían el acento en los derechos humanos de los migrantes, y se trasladó esa responsabilidad a Marcelo Ebrard y a la Secretaría de Relaciones Exteriores, atenta a complacer al gobierno norteamericano.

La Cancillería mexicana desarrolla una estrategia riesgosa: por un lado sostiene relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro, persiste a contracorriente en no reconocer a Guaidó, finge neutralidad escudándose en la anacrónica Doctrina Estrada y con presteza da su visto bueno al nombramiento del nuevo embajador que envió Maduro a México; por el otro, atiende los reclamos de Trump en materia migratoria, contiene y deporta migrantes. La estrategia de Ebrard actualiza de este modo la eficaz labor diplomática de México en los años sesenta, cuando usamos la relación con Cuba (México fue el único país latinoamericano que no rompió con la dictadura de Castro) para contener a Estados Unidos. Venezuela cumple hoy para la diplomacia mexicana el papel de comodín que nos fue útil en los tiempos de la Guerra Fría. El problema es que ya no estamos en la Guerra Fría y necesitamos la sociedad comercial con EU.

Si la contención de los migrantes es lo que ofrecemos a los republicanos, la reforma laboral es el precio que este gobierno tuvo que pagar a los demócratas para obtener la promesa de su aprobación del tratado (no deja de ser irónico que López Obrador haya echado abajo la reforma educativa peñista diciendo que nos fue impuesta desde fuera y ahora abrace la reforma laboral que nos impuso la bancada demócrata). Lo malo de haber cedido de ese modo en la reforma laboral y en la política migratoria es que el gobierno de la 4T puso en evidencia qué tan necesitado estaba de que se firmara el T-MEC y ahora mismo (lo reveló hace unos días Jesús Seade) el gobierno norteamericano está poniendo nuevas exigencias sobre la mesa. El tratado es indispensable para el futuro del gobierno de López Obrador.

El segundo instrumento para atraer inversiones es el combate contra la corrupción. Así como Calderón hizo de la guerra contra el narco la insignia de su gestión (lo que a la larga sería contraproducente), López Obrador eligió la corrupción como su enemigo a vencer. Es la llave maestra con la cual quiere abrir todas las puertas. ¿El gobierno anterior? Corrupto. ¿Por qué no crecemos? Por la corrupción. ¿La prensa? Corrupta. ¿La burocracia y los partidos? Corruptos. ¿Los divorcios? Por la corrupción. Pero este gobierno no parece ser distinto, salvo en el discurso. Asignación masiva de obras sin licitar. Cargos de vital importancia asignados no a los conocedores sino a los paisanos. Obras de envergadura sin estudios de viabilidad ni de impacto ecológico. Obras mayores canceladas por capricho.

En la lucha contra la corrupción ha sido más eficiente la prensa, que a diario es vilipendiada, que la Secretaría de la Función Pública (un ejemplo: fue Reforma el que dio a conocer de la participación del compadre del presidente en la licitación de los libros de texto, no Irma Sandoval, que se dejó retratar, el día de su cumpleaños, con regalos recibidos en su oficina, mismos que la ley prohíbe).

Recientemente el portal de Mexicanos Contra la Corrupción dio a conocer a las empresas fantasma contratadas por el gobierno de la 4T, la respuesta del crimen organizado fue contundente: hackearon el portal de la organización. ¿Qué está haciendo al respecto la Secretaría de la Función Pública?

Hasta ahora no contamos con indicadores, ni nacionales ni extranjeros ni con encuestas ni reportajes que muestren el impacto del combate gubernamental contra la corrupción. Mi impresión personal es que el país no vive una honda transformación moral. Tal vez me equivoque. Habrá que esperar. De la seguridad, como imán de la inversión foránea, comentaremos la próxima semana.

COLUMNAS ANTERIORES

Popularidad espuria
Refugio de los canallas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.