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La encrucijada, entre modernizadores y bolivarianos

López Obrador se inclina hacia los bolivarianos y es muy difícil encontrar rasgos en el Presidente que apunten hacia la modernización.

Vivimos tiempos decisivos para el país. Nos encontramos frente a una disyuntiva. Aún se está a tiempo de optar por un país que encare al futuro. Pero también es posible que nos volvamos a equivocar. Que dejemos pasar la oportunidad y nos encerremos en nosotros mismos. Las próximas cinco semanas serán cruciales para nuestro futuro.

La guerra comercial de Estados Unidos con China nos beneficia. En el contexto de ese enfrentamiento, la relación comercial con México y con Canadá se vuelve crucial para nuestro poderoso y abusivo vecino del norte. Un ejemplo, entre muchos, es el anuncio de que Apple piensa trasladar el 30 por ciento de la fabricación del iPhone de China a otro país: entre los candidatos está México, por la vecindad, por la mano de obra y por el potencial beneficio de la firma del TMEC.

A un sector del gobierno de López Obrador, y al Presidente mismo, le interesa sobremanera la firma del Tratado con Estados Unidos y Canadá. México ha hecho todo lo que está de su parte y un poco más. Para quedar bien con los republicanos y con Trump aceptamos humillantes condiciones migratorias: somos en los hechos el muro de Trump. Los demócratas nos pidieron la aprobación de la reforma laboral y esta se aprobó de manera expedita. Pero los demócratas no quedaron conformes: los mexicanos tenemos una bien ganada fama de cambiar la ley y no cumplirla. Ahora nos piden un gesto excepcional que demuestre que la reforma aprobada (que incluye como pieza esencial el voto libre y secreto de los trabajadores) va en serio. Es muy probable que en las siguientes semanas ocurra una votación dramática en el ámbito laboral, que no será la elección de Elba Esther Gordillo al frente del SNTE, dado que pocos creerían en el triunfo limpio de quien ha sido pilar estratégico del caduco sistema político mexicano.

Afirmé que sólo un sector del gobierno actual ve con buenos ojos la firma del Tratado norteamericano. Desde el comienzo de la presente administración pudimos darnos cuenta de que existen al menos dos sectores claramente identificados en el gabinete de López Obrador. El sector modernizador (que encabeza Alfonso Romo) y el sector bolivariano (en el que milita, por ejemplo, Irma Eréndida Sandoval). Ambos sectores han convivido en tenso equilibrio, con logros parciales de cada facción.

Se suspendió la construcción del NAIM, pierde Romo, ganan los bolivarianos. Se llegó a un acuerdo temporal con el gobierno de Trump (con la vista puesta no en los aranceles de castigo, sino en la firma del TMEC), gana Romo, pierden los bolivarianos. Romo consigue el apoyo del empresariado nacional, que se traducirá en la inversión de 32 mil millones de dólares, pero los bolivarianos cierran la posibilidad de que esa inversión llegue a Pemex. Pierde Romo, pierden los modernizadores, pierde México. Nuestro país se declara "neutro" ante las violaciones a los derechos humanos en Venezuela, ganan los bolivarianos. Destruyen manglares en Dos Bocas, Tabasco, se comienzan las obras de la refinería sin contar con estudios de impacto ambiental, inicia así "la recuperación de la soberanía energética". Ganan los bolivarianos, pierde México.

López Obrador se inclina hacia los bolivarianos. Es muy difícil encontrar rasgos en él que apunten hacia la modernización. La conectividad universal a Internet, me podrían decir. Su desconocimiento del tema y la fallida estrategia que ha planteado para lograr esa conectividad, apuntan más bien en sentido contrario. El TMEC es otro tema. Es la apuesta de México hacia el futuro. El instrumento que hará posible la modernización a través de la competencia. El acceso al mercado más grande del mundo. La garantía de que se respetará la propiedad privada y el libre comercio, la libertad sindical (que impedirá, en teoría, el voto corporativo, uno de los pilares en los que se asentó la hegemonía priista) y el libre intercambio de información. Es también el único instrumento con que cuenta el gobierno de López Obrador para que la economía pueda crecer, gracias a que es un imán para las inversiones, y de este modo pueda continuarse con su masiva política asistencialista, que es la base de la efectividad electoral de Morena y de su permanencia en el poder.

Si fracasan las negociaciones del T-MEC, si no se logra su firma en las próximas cinco semanas, el camino para su aprobación –dado que comienza el proceso electoral en EU con miras a las elecciones del 2020– será tortuoso. Sin el T-MEC estaremos expuestos a las presiones arancelarias que se le ocurran al "amigo" de López Obrador, el presidente Trump. Cinco semanas. Las noticias de China –y su enfrentamiento comercial con Estados Unidos– serán cruciales. El próximo chantaje de Trump –esta vez sobre el paso de droga por la frontera sur– cada vez está más cerca. La moneda está en el aire. Si perdemos esta oportunidad, el sector bolivariano arrasará al sector modernizador. El espejo venezolano nos acecha. Un escenario en el que, sin duda, perderá México.

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