Leer es poder

La ley, esa piedra en el zapato

El Presidente no dejará de atacar a la prensa, no cesará de llamar “adversarios” a sus críticos, no dejará de dividir al país porque sabe que el encono social es redituable. El límite de su poder, queremos creer, es la ley.

Todos vamos en el mismo barco. Si se hunde, nos hundimos. La economía va mal y no se advierten señales de que se vaya a corregir el rumbo. El grave problema de la inseguridad no va disminuyendo y lo más probable es que aumente en la frontera sur cuando, para contener migrantes, también se cierre o se haga más difícil el tránsito de los cárteles del narcotráfico. La actividad industrial, que va en caída libre, ¿cómo se va a reactivar? ¿Qué se está haciendo para recuperar la confianza de los inversionistas? ¿Y la educación? ¿Y el campo? ¿Y...?

A estas alturas debemos tener claro que el Presidente no dejará de atacar a la prensa, no cesará de llamar "adversarios" a sus críticos, no dejará de dividir al país porque sabe que el que divide, vence; sabe también que el encono social es redituable, porque los que esperan recibir algo son muchos más que los que temen perder algo.

Si una lección ha aprendido López Obrador de sus primeros meses en el gobierno es que debe neutralizar a la prensa y al Poder Judicial, y si se puede, ponerlos a su favor. En cuanto a los medios de comunicación, bastó con reducir el presupuesto de los medios para colocar a estos al borde de la desaparición o, peor aún, al servicio de los que hoy manejan el presupuesto, como ocurre con Radio Centro. Habrá otras maneras, menos amables, como la de ir comprando, a través de "empresarios amigos", los medios en apuros para ponerlos al servicio del gobierno. La propaganda que comenzó a infestar el Canal 11, el 22 y Notimex no sólo no disminuirá, sino que crecerá y se volverá más agresiva. Es muy ingenuo pensar que el gobierno va a querer seguir caminando con esa piedra en el zapato.

La lógica del poder es acrecentarlo. Neutralizar lo que se lo oponga. Concentrar en el eje presidencial el dinero (partida secreta), el mensaje (las mañaneras), la seguridad (Guardia Nacional) y el pensamiento (de ahí la presión a la cultura y la ciencia: más temprano que tarde se revelará que su fin es el control revestido de vuelco nacionalista).

Para alcanzar esa concentración de dominio, el Poder Judicial le estorba. Arremetió ya contra los sueldos, pero eso es sólo el principio. Me "quieren corregir la plana", dice López Obrador. La sociedad civil ha encontrado la vía legal para frenar sus ocurrencias, y eso no lo va a permitir. "Sabotaje legal" llama el Presidente al derecho al amparo contra las arbitrariedades del poder. Los jueces como enemigos. Los magistrados no como contrapesos necesarios del Ejecutivo, sino como adversarios a vencer. ¿Cuál será el arma que se aliste contra ese poder en rebeldía? La corrupción, real o supuesta. Exhibirlos para doblarlos. Auditarlos para doblegarlos.

Para López Obrador, y esta fórmula la hizo suya décadas atrás, la justicia es un instrumento de los poderosos. Todo aquel que desafíe su poder es un enemigo. ¿Por qué suspendió la construcción del aeropuerto de Texcoco? Lo dijo Jiménez Espriú: no fue debido a la corrupción. Lo suspendió para demostrarle a los poderosos quién mandaba aquí. Para hacerlo, mintió, realizó una consulta fraudulenta, arrojó miles de millones de pesos a la basura. Dinero que ahora todos tenemos que pagar bajo el rubro "austeridad republicana". Ahora se sorprende de que quieran revertir ese manotazo autoritario con los instrumentos de la ley. Lo dijo muy claro el Presidente: si tiene que elegir entre la ley y la justicia no lo pensará dos veces, elegirá la justicia. Y para él no hay mayor injusticia que la de limitar su poder. ¿Y los amparos interpuestos? Hace unos días señaló: con o sin amparos, a finales de julio se reanudarán las obras en Santa Lucía. Remember El Encino. ¿Ignorando la ley restablecerá la confianza de los inversionistas indecisos?

La "cadena lógica", por llamarla de algún modo, de ese razonamiento es de terror. El pueblo es bueno. El pueblo (la mayoría) nunca se equivoca. El pueblo me dio el poder legítimamente. Yo represento al pueblo. Yo soy bueno. Yo nunca me equivocó. Se hará lo que él quiera, pésele a quien le pese, Poder Judicial incluido.

Si alguien lo desafía, usa los instrumentos del poder a su alcance. Primero, la presión económica. Segundo, la exhibición mediática. Luego, el memorándum autoritario (que equivale a gobernar por decreto, prescindiendo del Legislativo) y, finalmente, la presión popular directa (los porros en la UNAM, los golpeadores fuera de la Suprema Corte de Justicia).

El límite de su poder, queremos creer, es la ley. Si la vence, pensamos, queda el recurso del apoyo exterior. De los medios extranjeros, las calificadoras, los organismos internacionales. Pero no debemos engañarnos. Si desde fuera se reta su poder, podrá romper con el extranjero (como los Kirchner con el FMI). Aislar al país para conservarse en el poder. Porque él nunca se equivoca. Y si el mundo lo reta, peor para el mundo.

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