Académico de la Facultad de Empresariales Universidad Panamericana

Necedades presidenciales

La agenda nacional y las fijaciones casi obscenas del presidente han girado las últimas semanas a la industria eléctrica.

Fernando Villela Aranda

La agenda nacional y las fijaciones casi obscenas del presidente han girado las últimas semanas a la industria eléctrica. Los jueces han cantado el segundo strike en sus intentos por favorecer la quema de combustóleo por parte de la CFE en lugar de comprar energía eléctrica producida por la iniciativa privada con fuentes más eficientes, menos contaminantes o limpias. Primero fue el memorándum a los reguladores, después la inconstitucional nueva ley, y el presidente López ya cantó su tercer lanzamiento; modificar la constitución.

El presidente López y sus cipayos han desatado una nueva ofensiva mediática en favor de su política energética. Mentiras y eufemismos. Por un han regresado a las frases más cursis y chocantes del nacionalismo revolucionario; defender la "soberanía energética" (anacrónica entelequia) y por otro, presentar datos falsos, faltar a la honestidad descaradamente.

¿De donde surge la necedad presidencial? ¿Por qué tanto desgaste político en favor de la quema del desecho más contaminante de la refinación de gasolina? Más allá de discursos ideológicos, más cercanos a un político en campaña que a un Jefe de Estado, existen tres razones.

En primero de esto es el resultado del intento por rescatar PEMEX. López es un político conservador que ve al pasado para su inspiración; en contra de la liberación económica y política de los últimos 30 años busca reinstalar el Modelo Priísta de los años 50´s, 60´s y 70´s. Donde el Estado es el centro de la vida del país, el presidente el lider supremo del Estado y el petróleo es la base económica del proyecto. Para López es fundamental "rescatar" PEMEX, separarla de la iniciativa privada y volver a refinar gasolina en las refinerías de la paraestatal.

Uno de los tantos problemas con este plan es el desecho de las refinerías es el combustóleo. Derivado de la refinación altamente contaminante que, por disposiciones internacionales, ya no puede ser vendida a buques o barcos. El mercado de combustóleo no existe y solo la CFE puede comprarlo a PEMEX. Una necedad que llevó a otra; la torpeza de apostar por la refinación de gasolina en México tiene ahora al presidente usando su capital político en quemar combustóleo.

La segunda razón ha sido descrita en la última semana por Agustín Basave en el Proceso, por Isaac Katz en el Financiero, por Jude Webber en The Financial Times, por Alberto J. Olvera en el País y por Roger Bartra en su nuevo libro "El regreso a la jaula"; el presidente López es un hombre atrapado en el pasado, anclado en una época premoderna. Tiene miedo y rechazo al progreso moderno, a las nuevas ideas, a la ilustración. Vive embobado por un pasado idílico revestido de un falso excepcionalismo mexicano; viva nuestra revolución y nuestra identidad.

No somos como el resto reza el presidente y sus seguidores.

Aquí no gobierna el futuro sino el pasado y la tradición.

Por eso la desconfianza ante lo moderno vemos el rechazo a la ciencia, las nuevas tecnologías y a la empresa libre.

De allí se entienden el conflicto con el sector empresarial mexicano. Para el presidente la industria privada es un mal necesario qué hay que reducir y controlar. No representan el interés popular o el bien común, solo el Estado puede hacer eso. El presidente ha peleado con Costco, Oxxo, FEMSA y Bimbo las últimas semanas, con mentiras y erróneas interpretaciones; prefiere visitar molinos jalados por caballo que una armadora de autos en Guanajuato; por eso defiende su programa sembrando vidas por sobre fábricas automatizadas. Por esto mismo no hay un solo apoyo durante la pandemia. Llega al extremo de pedir que las empresas tengan "utilidades razonables", lo que sea que eso quiera decir.

López no ve, como sí lo hace el profesor Robert Simons de la Harvard Business School, a la empresa y el libre mercado como palanca de desarrollo. Es un mal que hay que limitar. La iniciativa personal es peligrosa y dañina.

Por eso no se le puede confiar la distribución de energía eléctrica.

El fracaso económico de la actual administración tiene su raíz en la visión errónea y anacrónica del presidente en la utilidad de las empresas y el libre mercado.

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