Francisco Javier Acuña

Sargazo desastre ambiental, corrupción desastre social

La catástrofe ambiental del sargazo es una metáfora a la que en el campo socioeconómico produce la corrupción que como lastre ha ensombrecido a México.

Francisco Javier Acuña es Comisionado presidente del INAI.

Hacia 2011 comenzó el registro de elevadas concentraciones de sargazo, un alga marina color café que procede del Océano Atlántico, justo entre las costas del sur de Brasil y las paralelas del África. Los bancos de la "macroalga" se mueven por las corrientes marinas y emergen en las tibias costas del mar Caribe, el arribo del sargazo ha ido en aumento desde 2015 en que se dispararon las alertas, locales, nacionales e internacionales.

Investigadores, científicos, expertos han formulado pronósticos alarmantes. Si las migraciones de sargazo continúan incrementándose habrá pronto un desastre ambiental en el Caribe. Conjeturas o especulaciones científicas que se ciernen como presagios de desaparición de un paraíso considerado uno de los espacios costeros más hermosos del mundo.

Los primeros afectados en el caso del Caribe mexicano han sido los lugareños del litoral de Quintana Roo; las últimas tres temporadas de verano han sido una pesadilla para hoteleros y autoridades municipales y gubernamentales que no logran limpiar las playas infectadas y, menos aún, contener la epidemia marina que se extiende como un manto pardo anegando las olas moribundas e invadiendo la arena. El sargazo de la noche a la mañana, recupera el espacio recién liberado por las cuadrillas de toda suerte de esfuerzos recolectores de tan desagradable plaga, se trata de un material con forma de planta pequeña con textura endurecida que parece de plástico y que encima de su aspecto indeseable, viene a destruir la limpidez de las aguas turquesa del Caribe y se amontona sobre la arena desprendiendo olores desagradables; aromas de putrefacción bacteriana, montículos de escoria que debe ser retirada de inmediato. Miles de toneladas de esa planta marina de arquitectura rugosa, es incompatible a la recreación de bañistas y por el aspecto y el tufo, amenazan con clausurar el destino turístico marítimo más visitado en México.

Si no se traza una estrategia para el manejo de la crisis por el sargazo en la zona caribeña, el desastre ambiental causará en breve un caos socioeconómico de consecuencias inestimables.

El turismo, motor de la economía regional (península de Yucatán) se extinguirá de modo tal que, con otros muchos problemas actuales del país, se sumen a hundir la economía nacional. La propagación del sargazo en la fisonomía costeña del Caribe coincide con la macabra ola de violencia que se ha ido anidando también en esa comarca que, fuera una reserva natural de la biosfera y un territorio exento de los males de la vida urbana y suburbana. De una temporada larga para acá los operativos policiacos, incluidos los patrullajes con tanques de guerra, las balaceras en plena bahía y recintos hoteleros, secuestros de empresarios y turistas, y redadas en centros nocturnos, manifestaciones de la corrupción que deja a su paso el huracán de dinero "caliente" extraído de actividades y servicios clandestinos.

La economía informal en que se esconden los fondos negros y se mezclan con el dinero limpio y se pierden los controles legales que deberían frenar el delito y el proceder indebido.

La catástrofe ambiental del sargazo es una metáfora a la que en el campo socioeconómico produce la corrupción que como lastre ha ensombrecido a México. La magnificación de la corrupción como un destino inevitable del México moderno arrancó en la década de los años setenta del siglo anterior. La cúspide: la petrolización de la economía, paradójicamente, en paralelo, el endeudamiento externo se disparaba mientras ingresaban a las arcas públicas las mayores cantidades de divisas por la venta de petróleo.

El negocio del "narcotráfico" comenzaba, pronto los carteles sembraron el consumo de estupefacientes en la población que convirtió al país en un entorno de "narcopoder".

Al igual que el sargazo, la corrupción se reproduce de modo exponencial y satura los flujos de la gestión pública. La corrupción pervierte la esencia de la gestión pública que debe ser transparente y congruente con la legalidad.

La corrupción subvierte el paraíso democrático y lo convierte en un muladar de intereses siniestros y de negocios desenfrenados que explotan y lastiman a los más pobres e indefensos y a los villanos los cubre de riquezas y de un halo de impunidad.

A dos años de la creación del Sistema Nacional de Anticorrupción (SNA), no existe aún la condición óptima para su funcionamiento. Casi se tardó el Senado más de año y medio en resolver el nombramiento del Fiscal Anticorrupción, pero siguen pendientes los nombramientos de los magistrados de las salas del Tribunal Federal de Justicia Administrativa. Sin esos nombramientos los juicios que active el Fiscal Anticorrupción pueden ser combatidos por faltas al debido proceso y ser anuladas las responsabilidades impuestas a una inmensa fila de presuntos responsables de corrupción en México.

Sin una estrategia funcional, el Sistema Nacional Anticorrupción, no servirá para su urgente objetivo. Al contrario, servirá para que se convenzan los escépticos que no tenía caso imaginar soluciones tan ambiciosas como necesarias, que penden de un hilo. Si no se agiliza la conclusión de la etapa de integración del SNA no se vislumbra un horizonte prometedor, ni para resolver el sargazo ni para remediar el medio público.

La crisis del sargazo demanda de una inversión muy grande de recursos económicos del erario público y de aportaciones privadas de todos los empresarios que viven del turismo de esa comarca. Sin dinero público y privado para remediar el caos de la invasión de la plaga, con métodos ingeniosos y a gran escala que impidan llegue a las playas y, en paralelo, que toda la capacidad para conseguir tan enorme desafío tenga un posible uso industrial para el aborrecido material marino. Solo así podrá librarse esa penosa batalla.

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