Desde que Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial, he defendido con inversionistas locales y a nivel global, así como en este espacio, que nuestro titular del Ejecutivo ganó la elección con la máxima legitimidad con la que ha ganado un presidente en el México democrático y que además, ha estado cumpliendo ‘a rajatabla’ sus promesas de campaña. El presidente escribió sus promesas de campaña en su libro titulado La Salida −publicado en 2017−, y después las reiteró de manera más estructurada en su libro Hacia una Economía Moral, publicado en noviembre de 2019.
En estas publicaciones se describen los cuatro tipos de política que el Presidente ha estado llevando a cabo: (1) Programas sociales (e.g. pensión para el bienestar de adultos mayores, Jóvenes Construyendo el Futuro); (2) proyectos de infraestructura (e.g. Tren Maya, refinería de Dos Bocas, Paraíso, Tabasco); (3) políticas de ‘deshacer’ (e.g. Nuevo Aeropuerto Internacional México, reforma educativa); y (4) responsabilidad fiscal y respeto a la autonomía del Banco de México. No hay duda de que nuestro presidente ha cumplido sus promesas de campaña, en términos de las acciones a llevar a cabo, a ‘rajatabla’. Inclusive cuando nuestro país experimentó la peor recesión económica desde 1932, detonada por la pandemia de Covid-19. Independientemente del análisis costo-beneficio o el apoyo y opinión de expertos en los diversos temas, las acciones se han llevado a cabo.
No obstante lo anterior, recientemente noto tres desviaciones importantes con respecto a las promesas de campaña: (1) La iniciativa para extender el mandato del ministro presidente Arturo Zaldívar, de la cuál escribí la semana pasada (“La gran prueba para el Poder Judicial”, 27 de abril); (2) el rol del Ejército; y (3) las amenazas contra varios organismos autónomos, pero sobre todo en contra del Instituto Nacional Electoral (INE).
En cuanto al rol del Ejército −institución con los más altos niveles de respeto y credibilidad a nivel nacional y personal−, López Obrador prometió “sacarlos de las calles” −en las propias palabras de nuestro presidente, cuando estaba en campaña−, en torno a la nueva estrategia de ‘abrazos, no balazos’ que prometió instrumentar en el tema del crimen organizado y el narcotráfico. Sin embargo, en lugar de ‘sacarlos de las calles’, nuestro presidente los ha dejado, ahora bajo la figura de Guardia Nacional y adicionalmente le ha dado al Ejército un sinnúmero de responsabilidades no necesariamente propias de las Fuerzas Armadas. Tales son los casos de la construcción de la terminal aérea de Santa Lucía y segmentos del Tren Maya, así como la administración de puertos, aduanas y las finanzas del ISSSTE y la gestión de algunos temas de migración. En este sentido, no me queda clara la estrategia en contra del crimen organizado y la mitigación de los graves problemas de inseguridad por los que ha atravesado el país desde hace muchos años, ni tampoco el nuevo rol de nuestras instituciones castrenses.
No obstante lo anterior, lo que menos entiendo son los comentarios de nuestro presidente en contra del Instituto Nacional Electoral (INE). En la conferencia matutina del pasado jueves 29 de abril, por ejemplo, comentó, refiriéndose a los organismos autónomos, que “Estos órganos no tienen como misión que haya democracia, sino impedir que haya democracia, aunque parezca increíble, violaron la Constitución… impidieron que se hiciera lo que el pueblo quería” (¿?). Y agregó, refiriéndose particularmente al INE y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), que “los candidatos que pongan no les van a parecer porque están en contra de la democracia”.
Señor Presidente, le solicito a título personal que reconsidere los ataques en contra del INE. Independientemente de las diferencias en cuanto a ideología y forma de gestionar un país, siempre he admirado el espíritu democrático que ha expresado a lo largo de su carrera política. Gracias a varias de las instituciones autónomas con las que hoy cuenta nuestro país, es que hace casi 21 años se pudo sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de gobernar más de 70 años nuestro país y por las que afortunadamente usted pudo llevar a cabo sus campañas políticas y ganar la presidencia de nuestro país. Independientemente de si las personas estamos o no de acuerdo con las políticas que se están instrumentando, o si votamos o no por usted, la democracia es algo que los mexicanos valoramos enormemente y ahí empieza nuestro respeto por la investidura presidencial, a quien la represente, siempre y cuando haya llegado por la vía de la democracia.
Referencias
López Obrador, Andrés Manuel. 2018. La Salida. Decadencia y renacimiento de México. Ciudad de México: Ed. Planeta, 2017.
Hacia una economía moral. Ciudad de México: Ed. Planeta, 2019.
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico, Relación con Inversionistas y Sustentabilidad de Grupo Financiero Banorte, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía Mexicana.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.