No hay duda de que a nivel global la inflación anual observa un efecto de base de comparación muy relevante. Esto se debe a que, por ejemplo, las tarifas aéreas o los precios de los servicios turísticos de paquete −entre otros−, bajaron significativamente el año pasado por las restricciones a la movilidad que se instrumentaron debido a la pandemia −principalmente en abril y mayo−, y por lo tanto, para el cálculo del cambio porcentual anual se parte de una base muy baja. Cabe destacar que este efecto se ‘acarrea’ por 12 meses. No obstante lo anterior, concentrándonos en las inflaciones mensuales (o quincenales), podemos dejar a un lado ese efecto de base de comparación e ir conociendo los incrementos de precios en el margen. En este sentido, cabe destacar que este ha sido un año con inflaciones mensuales (y quincenales) muy altas, particularmente en México. En mi opinión, hay tres factores que están explicando por qué la inflación está siendo más persistente de lo que se anticipaba a inicios del año, particularmente en México:
(1) Choque de demanda que no puede ser fácilmente satisfecho con el choque de oferta del año pasado. La población de la economía de los países que tienen una ‘masa crítica’ de personas vacunadas, está retomando a una gran cantidad de actividades prepandemia de manera acelerada. Esto está propiciando que se observe un choque de demanda mucho más significativo del que se anticipaba. Al mismo tiempo, el fuerte choque de oferta que detonó la pandemia y las restricciones a la movilidad el año pasado, irrumpió una gran cantidad de cadenas de suministro y favoreció cambios en la demanda relativa de productos y servicios. Esto se observó marcadamente en el fuerte incremento de los precios de las materias primas (o commodities), que en el caso de los precios de los agropecuarios, han estado también impulsados por las peores sequías en más de veinte años en varias regiones en el mundo. Asimismo, también hemos observado presiones importantes en los precios de otros productos y servicios. No obstante lo anterior, la oferta está respondiendo de manera gradual para satisfacer el acelerado ascenso de la demanda. Por lo que se piensa que parte importante de las presiones inflacionarias actuales será de carácter transitorio.
(2) El efecto asimétrico en la inflación ante los cambios en los precios de las gasolinas. Los precios de las gasolinas se han incrementado significativamente este año (13.0 por ciento), ligeramente por debajo de lo que se incrementaron en el ‘gasolinazo’ de enero de 2017 (16.8 por ciento). No obstante lo anterior, los precios de las gasolinas en la actualidad no están muy lejos de los precios en diciembre de 2018, cuando el presidente López Obrador tomó posesión. Esto se debe a que los precios de las gasolinas cayeron substancialmente el año pasado de marzo a abril (-23.2 por ciento), por lo que el incremento de abril a diciembre del año pasado (19.9 por ciento) y el de este año, los deja apenas 3.5 por ciento por arriba de los precios en diciembre de 2018. Desafortunadamente hemos observado que las fluctuaciones de los precios de las gasolinas tienen efectos asimétricos en los precios de otros bienes y servicios. En este sentido, hemos observado que cuando los precios de las gasolinas aumentan, los precios de otros bienes y servicios suben. Sin embargo, también hemos observado que esto no ocurre cuando bajan. Así, los fuertes incrementos de los precios de las gasolinas de este año están teniendo efectos relevantes en los precios de otros bienes y servicios.
(3) Falta de apoyo fiscal. Como sabemos, en Estados Unidos −así como casi todo el mundo− se instrumentaron paquetes de estímulo fiscal para atajar los impactos económicos de la pandemia, en particular para preservar el empleo. Sobre todo en las industrias que más sufrieron las restricciones que se impusieron a la movilidad. Así, la mayoría de los restaurantes, hoteles, gimnasios y parques temáticos −entre otros−, pudieron sobrevivir a la pandemia. Entonces, ahora que el ciudadano estadounidense que está saliendo a las calles, va a los restaurantes, a los gimnasios, etcétera, no hay grandes costos de arranque −que tengan que transferir a los consumidores−, y hay oferta para satisfacer el regreso de la demanda. No obstante lo anterior, como sabemos, en México prácticamente no se instrumentó ningún paquete fiscal de este tipo. Así, desafortunadamente desaparecieron una gran cantidad de restaurantes, gimnasios, hoteles y Pymes en general, por lo que ahora que se va normalizando la actividad económica, los lugares que quedaron de este tipo, están incrementando sus precios significativamente, dado el regreso de la demanda, con una oferta reducida.
Por todo esto, considero que a pesar de que el efecto de base de comparación se va a ir diluyendo en el tiempo y que varias presiones inflacionarias probarán ser transitorias, el efecto asimétrico de la dinámica de los precios de las gasolinas en otros bienes y servicios, así como le falta de apoyo fiscal, pudieran hacer que las presiones inflacionarias en México sean más persistentes que en otros países.
El autor es director general adjunto de Análisis Económico, Relación con Inversionistas y Sustentabilidad de Grupo Financiero Banorte, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía Mexicana.
Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.