El próximo viernes 30 de julio el Inegi dará a conocer la tasa de crecimiento del PIB del segundo trimestre del año (estimación oportuna). Con este dato, ya tendremos la ‘foto completa’ del comportamiento de los indicadores macroeconómicos más relevantes en el primer semestre del año. Cabe señalar que es muy factible que el nivel de actividad económica en el segundo trimestre de este año haya crecido alrededor de 19.0 por ciento con respecto al segundo trimestre del año pasado. En este sentido, claramente fue en el 2T20 en donde nuestro país -y gran parte del mundo- experimentó el mayor impacto económico de la instrumentación de las políticas de restricción a la movilidad y de distanciamiento social que propició la pandemia por Covid-19. Así, la base de comparación de la tasa año/año es muy baja y por ello, la tasa será muy alta. Afortunadamente, la reapertura más dinámica de lo que la mayoría de los analistas pensábamos a finales del año pasado o inicios de este, así como los efectos de los estímulos monetario y fiscal sin precedentes, particularmente de Estados Unidos, han hecho que la economía mexicana crezca más de lo anticipado este año.
En el primer trimestre, el PIB de nuestro país creció 0.8 por ciento con respecto del cuarto trimestre de 2020 (ajustado por estacionalidad). En mi opinión, no fue una mala tasa de crecimiento tomando en cuenta tanto el alto número de entidades federativas en semáforo rojo -sobre todo en febrero-, así como los apagones y la falta de suministro de gas natural que ocurrió en este trimestre. Cabe destacar que esta tasa de 0.8 por ciento es a la que hay que poner atención si queremos dar seguimiento trimestral del crecimiento de la economía. Así, una tasa de crecimiento año/año cercana a 19.0 por ciento en el segundo trimestre, representaría un crecimiento trimestral de alrededor de 1.1 por ciento en el segundo trimestre (comparable con el 0.8 por ciento de 1T21). Es decir, es muy factible que la economía se haya acelerado en el 2T21, con respecto al 1T21.
Por el lado de la oferta agregada, que es como veremos esta publicación del PIB -compuesta por la producción agropecuaria, industrial y la provisión de servicios-, es muy factible que veamos un crecimiento muy importante de la producción industrial, en línea con el impulso que ha dado el crecimiento de Estados Unidos a la manufactura de exportación. Asimismo, es muy probable que también haya mejorado la actividad en el sector servicios, dada la mayor apertura de la economía en el segundo trimestre de este año.
Ahora bien, por el lado de la demanda agregada -cifra disponible hasta el 20 de septiembre- hemos observado por los indicadores más oportunos como la balanza comercial y los indicadores mensuales, tanto de consumo privado como de inversión fija bruta, que es el sector externo el que se ha continuado recuperando, inclusive a niveles por arriba de los que se registraban antes de la pandemia. Asimismo, aunque en menor medida, el consumo privado ha tenido una recuperación importante, tal que en abril ya se encontraba a solo 4.3 puntos porcentuales por debajo del pico más reciente en julio de 2019. No obstante lo anterior, el indicador más rezagado es la inversión. De hecho, en abril se encontraba todavía 13 puntos porcentuales por debajo del pico más reciente, en febrero de 2019. Lo peor es que la inversión se encuentra en niveles de inicios de 2011.
Sabemos que la inversión es la que no solo permite que el crecimiento se sostenga, sino que es la que genera mayores posibilidades de crecimiento y creación de empleo. Por eso es tan preocupante que se esté recuperando tan lento. Es muy importante que se cambie la narrativa gubernamental en torno a los empresarios y que se brinden mensajes de certidumbre legal, sobre todo en el sentido de que no cambiarán las reglas del juego en el camino. A pesar de ello, nuestro país se encamina a crecer alrededor de 6.0 por ciento este año. Si bien es una buena tasa de crecimiento, desafortunadamente ha sido desigual por sectores económicos, por regiones y estados, así como entre las diferentes clases socioeconómicas. Asimismo, 6.0 por ciento no alcanza para que la economía se recupere de la fuerte caída de 8.5 por ciento del PIB del año pasado y menos si agregamos el -0.3 por ciento que cayó la economía en 2019. En las recesiones de 1994-1995 y de 2008-2009 el PIB se recuperó el año siguiente de la caída a una tasa similar a la que cayó. En esta ocasión significaría que deberíamos estar creciendo a una tasa mínima de 8.5 por ciento. Sin duda en las otras recesiones no hubo una pandemia de la que todavía no salimos del todo, pero había una actitud de dar la bienvenida a la inversión privada nacional y extranjera. La clave está en reactivar la inversión y no se necesita ni siquiera expandir el gasto público para lograrlo. Simplemente una modificación de la retórica con respecto al sector privado, acompañada de un compromiso de certeza jurídica.
El autor es director general adjunto de Análisis Económico, Relación con Inversionistas y Sustentabilidad de Grupo Financiero Banorte, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía Mexicana. Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.