Perspectiva Global

Continúa la expansión del gasto público en Estados Unidos

El Senado de EU aprobó un Presupuesto de 3.5 billones de dólares para el año fiscal 2022, que además de incluir ‘lo de siempre’, incluye un plan para mitigar la desigualdad social.

El Senado de Estados Unidos aprobó la semana pasada un plan de infraestructura de 1.2 billones de dólares (trillones anglosajones), para ser instrumentado en los próximos cinco años. Esto representa poco más de 5.0 puntos porcentuales del PIB. Si bien lo que realmente se aprobó fueron 550 miles de millones de dólares adicionales −debido a que los otros 650 mmd ya habían sido aprobados con anterioridad−, de todas maneras representa un incremento muy relevante del gasto que se pretende utilizar para construir o dar mantenimiento a puentes, caminos, carreteras, vías férreas, sistemas de drenaje y suministro de agua potable, así como mejorar la red de electricidad, expandir la banda ancha de internet y extender significativamente las estaciones de carga para vehículos eléctricos, entre otras obras públicas. Además, el Senado también aprobó un Presupuesto de 3.5 billones de dólares (15 puntos porcentuales del PIB) para el año fiscal 2022, que además de incluir ‘lo de siempre’ y algunos programas que se instrumentaron recientemente, incluye un plan para mitigar la desigualdad social. Este plan contiene partidas para extender significativamente el Medicare, mejorar la educación, cancelar deuda estudiantil, cuidar a los adultos mayores y combatir el cambio climático. Estos dos paquetes fiscales se unen a los seis paquetes de estímulo fiscal que se han instrumentado desde 2020, sumando −ya entre todos−, alrededor de 35 puntos porcentuales del PIB. Tanto el plan de infraestructura como el Presupuesto, todavía tienen cierto camino legislativo por recorrer, empezando por la Cámara de Representantes (que aunque los demócratas tienen mayoría, varios de ellos quieren aprobar ambas cosas, o ninguna).

En mi opinión, este tipo de política económica está diseñada para poder atender las necesidades de tantas personas que han quedado atrás en el avance económico del país. Esta desigualdad se exacerbó después de la crisis económico-financiera global de 2008-2009. No obstante lo anterior, considero que solo un país como Estados Unidos puede llevar a cabo una política fiscal de esta magnitud, sin sufrir consecuencias graves. Creo que esto se debe principalmente a la confianza global que hay en el dólar y al alto nivel de desarrollo de su sistema financiero. Es muy difícil que un país que no emite ‘moneda de reserva’ −como sí lo es Estados Unidos con el dólar− pueda inflar su nivel de deuda significativamente, sin enfrentar implicaciones negativas en los mercados financieros a nivel global, como fuertes salidas de capital y altísimos niveles de tasa de interés.

Una política que ha apoyado al gobierno de Estados Unidos a elevar su nivel de endeudamiento de esta manera es la ‘monetización’ de su deuda con el Banco Central (i.e. que el Banco Central compre bonos del gobierno de su propio país), algo impensable en países que no emiten moneda de reserva. Cabe destacar que no estoy diciendo que Estados Unidos no vaya a enfrentar riesgos, entre los que se encuentran tres: (1) Inflación considerablemente más alta y persistente; (2) presión significativa en las tasas de rendimiento de la oferta adicional de bonos con los que financiará la extensión del nivel de deuda; y (3) una reducción en la confianza mundial que se le tiene al dólar. Sin embargo, considero que estos riesgos no se materializarán o al menos no percibo que puedan llegar a ser graves.

¿A qué se debe esto? Bueno, pues hay que destacar que Estados Unidos −a pesar de ser una nación relativamente nueva, comparada con varios países en Europa o Asia−, llevan más de 200 años construyendo confianza. En este sentido, por ejemplo, la prioridad de su primer secretario del Tesoro a finales del siglo XVIII, Alexander Hamilton, fue solucionar la situación de la deuda que habían adquirido para independizarse de Inglaterra. Hamilton instrumentó un plan para restablecer el crédito público, reconociendo los adeudos anteriores y estableciendo un programa fiscal creíble. La estrategia fiscal planteó preservar los derechos de los tenedores de los bonos heredados de la guerra y ofrecer un intercambio de estos bonos cuyo mecanismo de repago era muy cuestionable, por bonos respaldados por la recaudación de impuestos federales. Si bien esta situación no llama la atención en la actualidad, en ese momento fue una innovación importante en las finanzas públicas. Esto derivó en que los inversionistas a nivel global consideraran que sus intereses estaban protegidos en ese país, generando confianza en las finanzas de Estados Unidos y credibilidad en sus instrumentos de deuda, que eventualmente se convirtieron en los más líquidos y respetados del mundo. Para mediados de 1803, el 50 por ciento de los bonos del gobierno americano estaba en manos de inversionistas extranjeros (Goetzmann y Rouwenhorst, 2005). Así, la consistencia con la que se ha instrumentado el Estado de derecho y la continua innovación a través de los años, así como la participación exitosa en las guerras mundiales −particularmente en la segunda−, que derivó en el diseño del sistema monetario internacional (Bretton Woods), con el dólar como moneda base del mundo, permite hoy por hoy a esta potencia instrumentar estos paquetes fiscales sin precedentes.

Referencia:

Goetzmann, William N. y K. Geert Rouwenhorst (2005). The Origins of Value: The Financial Innovations that Created Modern Capital Markets. Oxford, Reino Unido: Oxford University Press.

* El autor es director general adjunto de Análisis Económico, Relación con Inversionistas y Sustentabilidad de Grupo Financiero Banorte, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía Mexicana.

* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.

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