Perspectiva Global

El ‘efecto octubre’: El Halloween de los mercados

Nos encontramos en un ambiente global muy retador. Se están terminando los efectos de la reapertura económica, existen cuellos de botella y se acelera la inflación.

Los mercados accionarios registraron su peor septiembre en más de una década. Si bien septiembre ha sido escenario de fechas importantes en donde los mercados financieros a nivel global han sufrido pérdidas significativas, como el 15 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Bros., octubre le dice: “quítate que ahí te voy”. El pánico de 1907 −en el que John Pierpont Morgan reunió a los empresarios más poderosos de Estados Unidos y salvó el sistema financiero (todavía no existía el Fed)−, así como el lunes, martes y jueves negros de la bolsa en 1929, que marcaron el inicio de la Gran Depresión, sucedieron en octubre. Por si fuera poco, el ‘gran crack de 1987′ también ocurrió en octubre. En este sentido, muchos participantes de los mercados tienen la creencia psicológica de que existe un ‘efecto octubre’, a pesar de que no exista evidencia estadística que valide que los mercados accionarios sufran pérdidas en este mes.

No obstante lo anterior, aquí nos encontramos a escasos días de haber iniciado el mes y los mercados accionarios han sufrido varias caídas consecutivas, el dólar se ha fortalecido y la volatilidad en general se ha incrementado significativamente. Uno de los indicadores más utilizados por los participantes de los mercados es el VIX −que refleja la volatilidad del índice accionario S&P500−, que registró un aumento de 30 por ciento de mediados de septiembre a la fecha. ¿Será la ‘maldición de octubre’? En lo personal, no creo en estos fenómenos más allá de que en algunos momentos en el tiempo se conviertan en profecías autocumplidas. No obstante lo anterior, sí considero que el inicio del último trimestre del año marca algunos temas de autoevaluación tanto a nivel de empresas como de fondos de inversión e inclusive a nivel personal, que en algunos años puede llegar a generar mayor inestabilidad en los mercados financieros. Es decir, considero que no ocurre cada octubre, sino solo en algunos años.

En este sentido, no hay duda de que este año ha sido atípico, así como lo fue el pasado. 2020 de pandemia con una gran recesión económica y 2021, año de recuperación. A inicios de este año no había mucha visibilidad en torno a qué tan rápida podría ser la recuperación. Si bien la mayoría de los países instrumentaron estímulos fiscales y monetarios sin precedentes en 2020, las variantes de Covid-19 continuaban multiplicándose con mayor grado de contagio y apenas había iniciado la administración de las vacunas, desarrolladas en tiempo récord, con periodos de prueba muy cortos y con gran desigualdad en torno a la posibilidad de aplicarlas. Sin embargo, la reapertura de la economía, sobre todo de las actividades que habían sido más afectadas, fue avanzando mucho más rápido de lo que estimaban instituciones, gobiernos, empresas e individuos.

Esto impulsó el crecimiento a nivel global, pero a su vez, se registró un choque de demanda, que la oferta no estaba preparada para satisfacer. Así, la mala planeación que propició la misma pandemia, así como el cambio de hábitos de consumo y las disrupciones en las cadenas de suministro generaron un círculo vicioso del cual no hemos podido salir y cuya consecuencia más visible ha sido la elevación significativa de la inflación a nivel mundial. Las reacciones de los bancos centrales, ya sean a nivel de cambio de discurso solamente o de postura de política monetaria, no se han dejado esperar. Sin embargo, otra consecuencia de los cuellos de botella en las cadenas de suministro es el alentamiento temporal de la actividad económica.

Por su parte, los cambios tan significativos que hemos observado en tan poco tiempo, han creado problemas en empresas cuyo balance no puede ser alterado con la misma dinámica de los propios cambios, generando desesquilibrios, como el caso de la inmobiliaria Evergrande en China, cuya magnitud puede convertirse en un riesgo sistémico. Por si fuera poco, nunca faltan los riesgos geopolíticos, como la discusión sin sentido del ‘techo de endeudamiento’ en Estados Unidos. Lo malo es que en estos días se están conflagrando todos estos fenómenos al mismo tiempo.

No es ‘el Halloween de los mercados’, es que ya se están terminando los efectos de la reapertura económica, existen cuellos de botella que alentan el crecimiento y aceleran la inflación, propiciando menor laxitud monetaria a nivel global, aderezados por conflictos geopolíticos que exacerban círculos viciosos y generan desbalances en empresas y gobiernos que pueden desencadenar otros problemas. Nos encontramos en un ambiente global muy retador. Es importante que quienes diseñan y llevan a cabo política económica tomen en cuenta esto, para que al menos no contribuyan con mayores retos. No obstante lo anterior, no veo esto como el inicio de otra crisis, sino como un ‘alto en el camino’, en la senda del crecimiento global.

El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays, presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.

Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.

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