Perspectiva Global

Sobre el bitcoin y otros criptoactivos (II)

A las criptomonedas les ocurrirá lo mismo que les pasó a los billetes en prácticamente todos los países: los bancos centrales quedaron como los únicos capaces de emitirlos.

La semana pasada inicié un comentario sobre el bitcoin y otros criptoactivos (“Sobre el bitcoin y otros criptoactivos (I)”, 25 de enero). Destaco tres puntos al respecto: (1) Considero que el crecimiento exponencial del valor de los criptoactivos ha sido una burbuja, que más que reventando, se ha estado desinflando; (2) la tecnología blockchain es la que les da valor a los criptoactivos, no tanto que sean monedas como tal o que puedan convertirse en dinero; y que (3) al igual que la burbuja de las dot com a inicios del año 2000, es muy factible que la mayoría de los criptoactivos y las empresas que los generaron sucumban, pero quedarán algunas, como el caso de Amazon en las dot com. Las empresas que queden serán las que puedan vender su tecnología u ofrecer servicios utilizando su desarrollo de blockchain y que podrán tener un alto valor de mercado, sobre todo por el gran potencial que tiene dicha tecnología para un sinnúmero de sectores, no solo el de medios de pago. Así, para poder llegar a esta conclusión, inicié retomando la historia de uno de los medios de pago más importantes que ha desarrollado el ser humano y que eventualmente se convirtió en dinero: los billetes.

Los billetes modernos surgieron en Suecia en el siglo XVII, como medida para poder ‘transportar’ el dinero, que de otra manera se fue volviendo casi imposible debido al gran tamaño y peso (cerca de 20 kilogramos) de las monedas de cobre del momento. El banco que emitía dichos billetes fue el Stockholms Banco, que eventualmente se convirtió en el Sveriges Riksbank (Banco Central de Suecia), el primer banco central de la historia. ¿Por qué una autoridad gubernamental tuvo que ser quien se quedara como único emisor de los billetes? Porque el Stockholms Banco terminó en quiebra en 1664. Esto ocurrió debido principalmente a que el banco no tenía capital. Entonces, conforme avanzó la actividad crediticia –brindando préstamos de largo plazo, financiados con depósitos de corto plazo–, hubo momentos en los que aumentaban los retiros y costaba trabajo que el banco los honrara. Esto se podía ‘resolver’ en la medida en que los retiros de los depósitos pudieran llevarse a cabo en billetes –que el mismo banco emitía–, y no en monedas, que era lo que se consideraba como dinero per se. Así, el gerente del Stockholms Banco, Palmstruch, decidió imprimir más billetes que los que estaban respaldados por las monedas depositadas. Al final, el Parlamento sueco tomó el control del banco y fundó el Riksens Ständers Bank a partir del Stockholms Banco. En 1867 el gobierno le cambió el nombre a Sveriges Risksbank, que conserva hasta la actualidad. Aquí destaco la importancia de que un medio de pago que pretende convertirse en dinero tenga el respaldo de una autoridad gubernamental, como un banco central. Sin embargo, considero que hay que ver un poco más allá de lo que se hizo en Suecia para poder hacer el punto que deseo expresar.

Una de las innovaciones más importantes de la historia de la banca en el mundo fue la creación del Banco de Inglaterra en 1694. La ‘viejita de la calle Threadneedle’ como se le conoce también al Banco Central del Reino Unido –por ser un edificio icónico antiguo ubicado en Threadneedle Street–, representó un cisma en el funcionamiento del sistema financiero global desde muchas aristas, pero destaco dos respecto a la discusión en curso: (1) El avance en el desarrollo de billetes con las características de los que se utilizan en la actualidad. Es decir, los billetes se dejaron de hacer ‘a mano’ y se comenzaron a imprimir de manera estandarizada, en denominaciones fijas, pagaderos ‘al portador’ (i.e. sin nombre específico) y se consideraban de ‘curso legal’, siendo una forma de dinero reconocida legalmente como pago satisfactorio de cualquier deuda monetaria (en monedas, para no confundir con un término más amplio); y (2) ser ‘prestamista de última instancia’, que significa poderle prestar dinero a alguno o algunos bancos comerciales cuando se quedan sin fondeo de corto plazo para poder honrar los depósitos que les confían sus clientes.

El préstamo de última instancia es una operación extraordinaria que viola las reglas de mercado. La decisión unilateral y discrecional de proveer de liquidez de manera ilimitada al mercado de dinero permite que algunos acreditados permanezcan en el mercado, que de otra manera –sin la actuación del banco central–, no hubieran podido hacer frente a sus obligaciones. La dinámica del mercado debe de generar los incentivos para que sus participantes no incurran en comportamientos demasiado riesgosos que los lleven a la quiebra. Si existe una institución que ‘los rescate’, esto puede generar ese tipo de conductas, es decir ‘riesgo moral’ (Berger, et al, 2015). Sin embargo, al permitir quiebras de algunas instituciones financieras, se puede poner en riesgo la estabilidad del sistema financiero. Sobre todo si se pierde la confianza de manera generalizada en la banca y propicia ‘corridas bancarias’. Es decir, que los clientes lleven a cabo retiros masivos de sus depósitos. Las crisis de 1847, 1857 y 1866 en Inglaterra fueron induciendo al Banco de Inglaterra a actuar como prestamista de última instancia. Aquí destaco la importancia del dinero en el marco del sistema financiero, que va mucho más allá de si algún objeto tangible o digital puede cumplir con las características de dinero de unidad de cuenta, medio de cambio y reserva de valor.

Así, considero que a las criptomonedas les ocurrirá lo mismo que les pasó a los billetes en Suecia y en prácticamente todos los países. ¿Qué ocurrió? Que las entidades gubernamentales –particularmente los bancos centrales–, quedaron como las únicas entidades capaces de emitir billetes de manera legal. Así, por ejemplo, no creo que el bitcoin o alguna otra criptomoneda se podrá convertir en el nuevo estándar monetario. Tal vez en un futuro cercano tengamos un criptodólar –emitido por el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed)–, un criptoeuro –emitido por el Banco Central Europeo (ECB)–, y un criptopeso, emitido por el Banco de México, entre muchas criptomonedas más. Esto podría tener consecuencias muy profundas para el sistema de pagos y el sistema financiero global. De lo que no me queda duda es que más allá de las criptomonedas per se, considero que es muy factible que la tecnología blockchain se quede como la tecnología dominante para el diseño de los medios de pago.

* El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.

* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.

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