Antes que nada, ¿Qué significa ‘estanflación’? En los Estados Unidos son muy dados a crear un vocablo ‘nuevo’ a partir de dos palabras. Tal es el caso de la palabra ‘brunch’, que es una combinación de las palabras ‘breakfast’ –que significa ‘desayuno’–, y ‘lunch’, que significa ‘comida’ o ‘almuerzo’. En este sentido, debido a que el ‘brunch’ es más tarde que un desayuno, pero más temprano de una comida, crearon la palabra ‘brunch’. Por cierto, en México ‘no cantamos mal las rancheras’ con los ‘Sabadomingos’ de ‘Carnisalchichonería’. Sin embargo, esto parece más un tema de adición de palabras à l’Allemagne, que lo que hacen en EU. Entonces, regresando a la pregunta original: ¿Qué significa ‘estanflación’? ‘Estanflación’ –o ‘stagflation’ en inglés–, es un vocablo que proviene de la combinación de dos palabras: ‘Estancamiento’ –o stagnation–, e ‘inflación’, o inflation.
En los setenta, la economía de los Estados Unidos experimentó este fenómeno inusitado de ‘estanflación’. Era muy extraño para los economistas de la época entender que una economía pudiera experimentar tasas de crecimiento prácticamente nulo y a su vez, inflación de dos dígitos. Normalmente cuando la actividad económica se desaceleraba, la caída de la demanda de productos y servicios provocaba un ajuste en los precios tal que terminaba por hacer disminuir la inflación. Así, en los setenta hubo una revolución muy significativa en el pensamiento económico para ver la economía desde la arista de la oferta agregada. El enfoque keynesiano, que había prevalecido como corriente del pensamiento macroeconómico por más de 40 años, estructuraba el análisis de la economía desde el punto de vista de la ‘demanda agregada’. Es decir, consumo privado, consumo del gobierno (o gasto público) e inversión.
Así, si bien la alta inflación no necesariamente podría explicarse por los factores de demanda, tenía que ser por el lado de la oferta. Es decir, la producción agropecuaria, manufacturera, petrolera, construcción y la provisión de servicios. Sin tocar con profundidad esta revolución macroeconómica, al menos considero que podemos observar la importancia de que una parte importante del choque inflacionario que estamos experimentando actualmente a nivel global, proviene de aspectos de la oferta agregada. Tal es el caso de las disrupciones a las cadenas globales de suministro y del fuerte incremento de los precios de muchas materias primas, en particular, del petróleo crudo y el gas.
En este sentido, la pandemia de Covid-19 –la peor que ha experimentado el mundo en 100 años–, causó una gran disrupción de las cadenas de suministro, por el lado de la oferta. Sin embargo, también provocó un choque de demanda muy significativo, sobre todo cuando la población dejó de ir a los restaurantes, hoteles, salas de cine y de conciertos, etc. Pero además, también se generó un choque de demanda muy relevante cuando se observó un cambio en el patrón de consumo de los individuos, de asignar dinero a servicios –e.g. restaurantes, bares–, hacia la compra de bienes, como consolas de videojuego, tabletas y pantallas de televisión, entre muchos otros. Esto saturó los sistemas de transporte de bienes. Un hotel no necesita ser transportado, una consola de videojuegos, sí. Si a estos choques los ‘aderezamos’ con los estímulos fiscales y monetarios más grandes que haya visto nuestro planeta. Creo que con esto podemos intuir que la elevación de la inflación iba a ocurrir sí o sí y que más bien la pregunta es hasta qué nivel va a llegar y cuán persistente va a ser. Ahora, qué tal si a todo esto, le agregamos una guerra. No cualquier guerra, el conflicto armado más peligroso en los últimos 77 años.
Hasta aquí, creo que estamos pudiendo desmenuzar por qué estamos experimentando tasas de inflación no vistas en 20 años en los países emergentes y no vistas en 40 años en economías avanzadas. No obstante lo anterior, nos falta esa otra parte del vocablo para formar la palabra ‘estanflación’: El estancamiento, la recesión. ¿Por qué los participantes de los mercados financieros internacionales, así como empresarios y políticos están preocupados de que nos estemos acercando a una recesión? Por un lado, porque ya se están retirando los estímulos fiscales y monetarios. En el segundo caso, se refiere a un aumento significativo de las tasas de interés a nivel mundial. El tema es que la política monetaria puede paliar la inflación proveniente de lado de la demanda, pero no la de la oferta. El ejemplo más sencillo lo comentó el ex secretario de Hacienda, ex gobernador del Banco de México y hoy director Gerente del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens, al decir que no por subir las tasas de interés, iba a hacer que los pollos se aliviaran de la gripe aviar que estaba provocando que los precios del pollo y del huevo se incrementaran significativamente. Entonces, la restricción monetaria que están llevando a cabo los bancos centrales va a tener un impacto negativo en el crecimiento económico, por el lado de la demanda. Sin embargo, no va a resolver que ya no contamos con la oferta de granos y de petróleo de Ucrania y Rusia, por el momento. Así, las preocupaciones porque la restricción monetaria genere una recesión por un lado y por el otro lado, que esta restricción no alivie la situación de las disrupciones de las cadenas de suministro y continúe alta la inflación, está haciendo que la preocupación por una estanflación esté tomando forma. ¿Va a ocurrir? Es difícil saber. Va a depender de muchos factores como la gradualidad o agresividad con la que actúen los bancos centrales, así como de los encierros masivos en China y una serie de factores que generan niveles de incertidumbre muy elevados. Sin embargo, considero que el mundo podría estarse encaminando a un periodo de ‘estanflación light’. Es decir, no anticipo crecimiento cero e inflación de dos dígitos, pero sí tasas de crecimiento por debajo del promedio de las últimas décadas e inflación por arriba de los objetivos de los bancos centrales.
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.