Amable lector, está leyendo bien. No escribí la palabra ‘infección’ con faltas de ortografía. Escribí ‘infesión’ ¿A qué me refiero? Intentaré ofrecer una explicación al respecto en este espacio. El mundo vive hoy con niveles de inflación que no se habían observado en más de 40 años en economías avanzadas y en más de 20 años en economías emergentes. Eso es un hecho. Basta con observar el dato de inflación de junio en Estados Unidos –que se publicó la semana pasada–, ubicándose en 9.1 por ciento anual o la de la primera quincena de julio en México, que se dará a conocer este viernes y que probablemente se ubique una vez más por arriba de 8.0 por ciento. Ahora, adicional a la alta inflación, hay una gran preocupación por la posibilidad de que el mundo entre en recesión. Hace algunas semanas escribí al respecto (“¿Nos acercamos a una ‘estanflación´?”, 7 de junio).
Sin embargo, debido a que normalmente una ‘estanflación’ se caracteriza por crecimiento cero e inflación de doble dígito y no se percibe que la mayoría de los países en el mundo vayan a observar este binomio, sino tasas de crecimiento por debajo del promedio de mediano plazo e inflación por arriba de los objetivos de sus bancos centrales, pero de un solo dígito, ahora se ha acuñado una nueva palabra en el argot del sistema financiero internacional: ‘infesión’ (infession, en inglés). Al igual que ‘estanflación’ es la combinación de las palabras ‘estancamiento’ e ‘inflación’, ‘infesión’ es la combinación de ‘inflación’ y ‘recesión’ (inflation y recession en inglés). Yo le había llamado ‘estanflación light’ en mi columna del 7 de junio pasado, pero la creatividad de los participantes de los mercados financieros me rebasó. Ahora bien, la verdad es que independientemente de cómo queramos llamarle, no es una combinación bienvenida.
En teoría económica, el fenómeno típico de un ciclo económico es que la inflación desciende durante la fase de recesión. Esto se debe principalmente a que la desaceleración o inclusive caída en la demanda agregada reduce la capacidad de las empresas para incrementar los precios de sus productos o servicios. Esto sucede inclusive cuando hay incremento en los precios internacionales de ciertos insumos debido a que las desavenencias en la demanda agregada no permiten que las empresas puedan transferir sus mayores costos a los precios que cobra a sus consumidores. Sin embargo, la teoría económica no tiene buenas ‘recetas’ para atajar un problema de recesión con inflación (o de ‘infesión’). Bueno, la palabra ‘infesión’ ni siquiera aparece en los libros de texto y mucho menos en los diccionarios.
Como he comentado en varias ocasiones, los altos niveles de inflación que vivimos hoy en México y el mundo tuvieron origen en la serie de choques tanto de oferta como de demanda que surgieron a partir de la pandemia de Covid-19 y que se han exacerbado con la guerra en Ucrania, la política de cero Covid-19 del gobierno chino y otros problemas geopolíticos. El problema es que, por un lado, los bancos centrales de las economías avanzadas iniciaron su ciclo de política monetaria de manera tardía, i.e. hasta este año, cuando las autoridades monetarias de los países emergentes –incluyendo al Banco de México–, ya llevaban un largo trecho de alza de tasas desde el año pasado. Por otro lado, una gran parte de la inflación viene de choques de oferta, que requieren inversión de las empresas para poderlos subsanar y el alza de tasas de los bancos centrales afecta directamente el proceso de inversión, pudiendo obstaculizar que se desvanezcan esos choques de oferta. Así, pareciera que la ‘medicina’ es contraproducente.
No obstante lo anterior, los bancos centrales no pueden quedarse de ‘brazos cruzados’ debido a que al no actuar de manera decisiva, no solo dejan de paliar los choques de demanda, sino que permite que se contaminen los procesos de determinación de precios y las expectativas de inflación y esto podría complicar más aun el problema, con niveles de inflación más elevados o por un periodo de tiempo más largo. Así, el problema es complejo en general, pero es todavía más complejo para los bancos centrales de países emergentes, que como mencioné, llevan ya más de un año elevando las tasas de interés y probablemente tendrán que seguir haciéndolo por unos meses más, al menos. De hecho, el ciclo de alza de tasas del Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) ha estado provocando un fortalecimiento generalizado del dólar, que se ha exacerbado frente a divisas de países con fundamentos macroeconómicos más vulnerables. Tal es el caso de las divisas de los países ‘andinos’, Chile, Colombia y Perú, cuyas divisas han enfrentado una elevación substancial de la volatilidad cambiaria en las últimas semanas, con una tendencia depreciatoria significativa. Así, los bancos centrales de esos países han tenido que actuar en consecuencia.
Envío por este medio mi más sentido pésame a mi querido amigo Dan Perkulis por la pérdida de su hermana Dalia, quien falleció el pasado 13 de julio. Te mando un fuerte abrazo Dan.
* El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.