La semana antepasada, el Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México (CFCEM) dio a conocer el resultado de los trabajos de identificación de los ‘puntos de giro’ de la economía mexicana de 1980 a 2020. Un ‘punto de giro’ es el momento en el tiempo en el que la actividad económica toca un ‘pico’ e inicia una recesión y en qué fecha termina dicha recesión, a la que se le denomina ‘valle’ (’Las seis recesiones de México en los últimos 40 años’, 9 de agosto). En este sentido, el Comité identificó doce puntos de giro que enmarcan seis recesiones y cinco periodos de expansión. La responsabilidad del Comité se limita a identificar y comunicar las fechas de los ‘puntos de giro’, por lo que no se pronuncia sobre las causas de las recesiones, ni sobre la política económica instrumentada. Así, a título personal comentaré sobre las seis recesiones identificadas por el Comité en este espacio. En esta ocasión iniciaré con la primera recesión a la que decidí llamarle: ‘Crisis de la deuda externa de 1981′.
La recesión 1981-1983 tuvo una duración de 19 meses, de diciembre de 1981 a junio de 1983, en donde la actividad económica se contrajo 7.2 puntos porcentuales (pp) del PIB. Esta es la recesión más larga que identificó el Comité y en mi opinión, fue detonada por una crisis de balanza de pagos, que se exacerbó por una serie de acciones de política económica que hicieron más profunda la contracción económica, así como más difícil llegar la fase de expansión. Esta crisis de balanza de pagos en México se gestó con el incremento significativo en el endeudamiento en moneda extranjera del gobierno federal –de 14.5 miles de millones de dólares (mmdd) en 1975 (16.4 por ciento del PIB), a 52.9 mmdd en 1981 (23.0 por ciento del PIB)–, principalmente para invertir en la exploración y extracción petrolera, ante el descubrimiento del yacimiento Cantarell, el segundo más grande del mundo después de Ghawar, en Arabia Saudita. Así, el aumento en la importación de bienes de capital condujo a una elevación del déficit de cuenta corriente de 2.0 por ciento del PIB en 1977, a 7.0 por ciento en 1982. Sin embargo, la caída en el precio del petróleo de 39.5 dólares por barril (dpb) en abril de 1980, a 28.5 dpb en marzo de 1982 (-27.8 por ciento) provocó que el pago de deuda externa del gobierno se dificultara en gran medida, sobre todo porque el perfil de vencimiento de la deuda era de muy corto plazo (un año) y porque el país no contaba con una fuente alternativa de entrada de dólares. De hecho, el nivel de reservas internacionales cayó de 3 mil 187 millones de dólares (mdd) en diciembre de 1981 a 751 mdd en 1982.
Ante la dificultad del gobierno para poder continuar financiando la deuda, el gobierno mexicano decretó una suspensión de pagos de seis meses (de agosto de 1982 a enero de 1983). Cabe destacar que ésta fue la primera crisis de deuda de un país latinoamericano de la época moderna. Así, el gobierno mexicano tuvo que devaluar el peso con respecto al dólar de Estados Unidos en 170 por ciento, de diciembre de 1981 a septiembre de 1982. Cabe señalar además del fuerte incremento del gasto público de 1976 a 1982 –que elevó la inflación anual de 15 por ciento en 1976, a 28 por ciento en 1981–, el proceso de descubrimiento de precios en ese momento guardaba una correlación alta y positiva con la dinámica del tipo de cambio, por lo que esta recesión fue acompañada por un incremento de la inflación de 28.7 por ciento en diciembre de 1981, a 117.3 por ciento en abril de 1983. La tasa de interés de referencia se elevó de 31.8 por ciento en diciembre de 1981, a 62.0 por ciento en marzo de 1983.
La recesión se acentuó con la decisión del gobierno de expropiar la banca en septiembre de 1982. Cabe señalar que en esos momentos México era una economía prácticamente cerrada, en donde la suma de importaciones y exportaciones representaban alrededor de 20 por ciento del PIB (hoy en día representan cerca de 80 por ciento del PIB) y el manejo de la economía se encontraba centrado en las decisiones de política económica del gobierno federal, en donde el gasto y la inversión pública representaban alrededor de 23 por ciento del PIB (mientras que en la actualidad es de poco menos de 12 por ciento del PIB). Cabe señalar que, entre la caída tan significativa del PIB y la fuerte devaluación del peso mexicano, la deuda gubernamental alcanzó un nivel de 146 por ciento del PIB a finales de 1982. Estas circunstancias, tanto externas como internas, además de las decisiones de política económica, hicieron que la recuperación tomara mucho tiempo en lograrse. El nivel de actividad económica de noviembre de 1981 –el ‘pico’ de este ciclo–, demoró en recuperarse más de 80 meses. De hecho, no se recuperó durante la fase de expansión de este ciclo, que tuvo una duración de 27 meses. Esto se debió principalmente a las consecuencias de la expropiación bancaria, así como a la serie de medidas de ajuste macroeconómico que el gobierno encabezado por Miguel de la Madrid (1982-1988) tuvo que instrumentar. Éstas incluyeron una reducción importante del gasto y la inversión pública desde niveles por arriba de 22 por ciento del PIB en 1981, a 16.6 por ciento del PIB en 1983. Desafortunadamente la astringencia de las medidas de ajuste y el terremoto de septiembre de 1985, cuya afectación se concentró en la Ciudad de México, marcaron el inicio de la siguiente recesión.
* El autor es economista en jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.