La semana pasada se llevó a cabo la reunión anual de otoño del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).
En esta ocasión, la sede fue la ciudad de Marrakech, en Marruecos, al noroeste de África. Cabe señalar que el muy desafortunado terremoto de hace menos de un mes que afectó varias partes de Marrakech, así como los muy tristes actos terroristas del grupo Hamás en Israel el fin de semana antepasado, hicieron que algunas personas cancelaran su participación y que el segundo tema se volviera parte de los riesgos geopolíticos más importantes en el balance de riesgos global. Cabe señalar que a pesar de dichos eventos (terremoto y actos terroristas), la ciudad de Marrakech funcionó de manera excepcionalmente buena, con un pabellón impresionante para dar cabida a las conferencias y demás eventos y en ningún momento percibí que nos encontráramos en peligro o inseguros en general.
El staff del FMI decidió titular su documento insignia (World Economic Outlook o WEO) “Navegando las divergencias globales”. Un aspecto muy interesante del documento si uno solo observa la evolución de los pronósticos de crecimiento a nivel global para 2023 y 2024 desde inicios del año, pareciera que no ha pasado casi nada, porque no se han modificado mucho. Sin embargo, si volteamos a ver las modificaciones para las proyecciones a nivel país, sobre todo para los Estados Unidos y China, sí han cambiado, reflejando la no recesión en EU y el menor crecimiento en China que se anticipaba al inicio del año. Es decir, casi mismo resultado, pero por diferentes razones y claramente con consecuencias muy distintas, como tener a un Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) todavía subiendo tasas, en lugar de estarlas bajando a estas alturas, como se anticipaba a inicios de año.
De los diferentes eventos y reuniones a los que tuve oportunidad de asistir, me llevé diez aspectos que considero que dominaron la discusión: (1) El mundo continúa digiriendo una serie de choques globales que causó la pandemia de Covid-19, así como la invasión rusa a Ucrania y la fuerte reacción de política económica que detonaron estos choques; y los está experimentando en medio de (2) cambios estructurales muy relevantes como la fragmentación mundial en bloques económicos, una reconfiguración demográfica muy significativa y el cambio climático, cuyos efectos se han acentuado recientemente y que no parece que habrá marcha atrás en el corto plazo; (3) es muy factible que la combinación de #1 y #2 nos vaya a llevar a una era de choques más profundos y más frecuentes; por esto es necesario que (4) tanto los gobiernos de los países, como las instituciones multilaterales diseñen mecanismos claros y ágiles para poder actuar y suavizar dichos choques de la mejor manera posible, así como para poder reabastecer estos mecanismos de manera rápida y eficaz (e.g. fondos de estabilización, espacio fiscal); (5) hay una mucho mayor preocupación por el tema fiscal en EU, con un gobierno que no funciona bien, amenazas de impago de deuda y ‘cierres de gobierno’; además (6) es muy factible que el gasto de los gobiernos a nivel global se incremente hacia delante en seguridad y defensa –incluyendo ciberataques–, subsidios y mecanismos de suavización de precios de energía y alimentos, ante el cambio climático y los mayores costos que generará la desglobalización, así como gasto en salud por el envejecimiento de la población en muchos países –con una expectativa de vida más extendida–, que además, restará fuerza laboral.
(7) La inflación va en la dirección correcta, pero no está en los niveles correctos. Las economías se encuentran desacelerándose muy gradualmente y con mercados laborales muy apretados, lo cuál no ayuda a que la inflación baje más rápido. Lo peor es que los riesgos geopolíticos y el cambio climático están influyendo en los precios de energía y alimentos y es probable que se exacerben en los próximos años. Esto va a hacer más difícil que los bancos centrales, sobre todo en economías avanzadas, puedan disminuir pronto las tasas de interés y cuando lo hagan, no van a poder bajarlas mucho de nivel; (8) debido a #5, #6 y #7 hay preocupación por la emisión de deuda que los gobiernos vayan a llevar a cabo y los costos de financiamiento a los que se van a enfrentar; (9) la mayoría de las economías emergentes han podido salir adelante de estos choques gracias a que aprendieron las lecciones de crisis anteriores y se volvieron resilientes al atajar las vulnerabilidades del pasado que los llevaban a crisis financieras. Sin embargo, varios líderes globales hicieron un llamado a volver a revisar los pilares de dicha resiliencia y reforzarla o en algunos casos reconstruirla. En este sentido, no podemos ‘celebrar’ que no le ha ido mal a las economías emergentes. La perspectiva de crecimiento para emergentes es la más baja históricamente. La era de ‘dinero barato’ a nivel global provocó, entre muchas cosas, que una gran cantidad de gobiernos, sobre todo en economías emergentes, pospusieran la agenda de reformas estructurales que podría haberles brindado tasas de crecimiento más altas; y (10) los participantes de los mercados saben cómo operar en un mundo con un ciclo de alza de tasas, así como en ciclos de baja de tasas. Inclusive, saben cómo operar con tasas muy bajas y estables, pero al parecer no saben bien cómo operar en un mundo con altas tasas por un periodo prolongado. Claramente la incertidumbre siempre está presente, pero este ambiente de higher for longer está generando mucha ansiedad y dificultad para la toma de decisiones de inversión.
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.