A inicios de este año nuestros legisladores discutieron dos cambios significativos en materia laboral. Por un lado, una iniciativa para reformar el Artículo 123 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos con el fin de reducir la jornada laboral de 48 horas semanales, como máximo –establecida desde 1917–, a 40 horas con dos días de descanso por cada cinco días laborados. Por otro lado, existen varias iniciativas para reformar el párrafo primero del Artículo 87 de la Ley Federal del Trabajo para aumentar el aguinaldo a 30 días, que desde 1970 establece que cada trabajador del sector privado debe recibir el equivalente a 15 días de salario como aguinaldo, siempre y cuando haya trabajado los 365 días del año (en su defecto se paga el proporcional). Estas dos propuestas no han sido aprobadas y quedan pocos días para que termine el periodo ordinario de sesiones del Congreso, el viernes de la próxima semana (15 de diciembre).
Las horas trabajadas por semana han ido cayendo a través de la historia desde 70 horas por semana en el siglo XIX, hasta 40 en una gran cantidad de economías desarrolladas (Whaples, 2001). Esto ha sido resultado de una gran cantidad de factores como el avance tecnológico que mejora la productividad en el lugar de trabajo, cambios en las condiciones de demanda, presión activa de los sindicatos, cambios demográficos en el patrón de trabajo de hombres y mujeres, cambios en las preferencias en términos de intercambios entre trabajo y ocio y gobiernos que introducen legislación sobre las horas máximas de trabajo, entre otros, (Dolton, 2017).
Sin embargo, el número de horas trabajadas no necesariamente implica mayor productividad. El exceso de trabajo puede conducir a una disminución significativa en la productividad de los empleados debido al estrés, fatiga y otros factores que pueden reducir su eficiencia máxima durante el día laboral, lo que resulta en una disminución general de la productividad. Inclusive, cabe destacar que recientemente se ha propuesto en algunas economías disminuir la jornada laboral semanal a cuatro días (Eiser and Mitchell, 2021).
México es de los países que más trabajan al año, de acuerdo con datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). En 2022, los trabajadores en México promediaron 2 mil 226 horas, seguido por Costa Rica, en un estudio de 40 países (https://data.oecd.org/emp/hours-worked.htm). La pregunta aquí es qué impacto puede tener la aprobación de esta reforma en la economía mexicana. Cabe señalar que el impacto de este tipo de medidas no es homogéneo ni entre sectores de la economía, ni en cuanto al tamaño de las empresas. Asimismo, este tipo de modificaciones en la ley normalmente tiene un impacto limitado en la economía mexicana debido al alto grado de informalidad.
De acuerdo con el dato más reciente del INEGI, el 55.0 por ciento de la población ocupada se encontraba empleada en el sector informal a finales de la segunda mitad de este año. Si bien en el mediano y largo plazo, el cambio en las reglas puede extrapolarse a la informalidad, cuando ésta termina adoptándolas, en el corto plazo normalmente no se toman en cuenta.
Por el lado de las empresas en el sector manufacturero -que emplean alrededor del 17 por ciento de la Población Económicamente Activa (PEA)-, las ganancias de productividad que emergieron de la pandemia de Covid-19, el impulso que ha generado el nearshoring y que una gran cantidad de estas empresas ya ofrecen mejores prestaciones a las que obliga la ley –como aguinaldo de 30 días–, las hace más o menos “inmunes” a estos cambios. Asimismo, estas empresas pueden llevar a cabo adaptación de turnos y automatización, con lo que se pueden inclusive tener ganancias de productividad, que compensen parcial o totalmente la reducción del número de horas-persona.
No obstante lo anterior, las más afectadas serías las empresas manufactureras más pequeñas, así como las del sector servicios, casi del tamaño que sean y que emplean alrededor del 63 por ciento de la PEA (Comercio 19.4 y restaurantes 8.0 por ciento). Para las pequeñas es muy difícil absorber mayores costos y probablemente busquen mudarse a la economía informal, si no es que su modelo de negocio ya no les permite continuar operando. Asimismo, si no están en la formalidad, estos cambios podrían desincentivarlas a formar parte de la economía formal. Por otro lado, en el sector servicios es muy difícil llegar a generar las ganancias potenciales de productividad que se pueden llegar a originar en la manufactura. Esto puede causar que las grandes y medianas empresas traten de transferir estos mayores costos a los clientes vía precios, si es que la demanda continúa fuerte o que desincentiven nuevos proyectos por ser menos rentables. Esta carga para las empresas de servicios se agregaría a las altas tasas de interés, así como a los incrementos de dos dígitos del salario mínimo en un sector en donde es más común encontrar empleos de uno o dos salarios mínimos (e.g. restaurantes), relativo a la manufactura.
Referencias
Dolton, Peter (2017) “Working hours: Past, present, and future”. IZA World of Labor: 406 doi: 10.15185/izawol.406
Eiser D. and M. Mitchell (2021). “What might be the effects of a four-day working week?”. Economics Observatory: https://www.economicsobservatory.com/what-might-be-the-effects-of-a-four-day-working-week
Whaples, Robert (2001) “Hours of Work in U.S. History”. EH.Net Encyclopedia: https://eh.net/encyclopedia/hours-of-work-in-u-s-history/
* El autor es Economista en Jefe para Latinoamérica del banco Barclays y miembro del Comité de -Fechado de Ciclos de la Economía de México.
* Las opiniones que se expresan en esta columna son a título personal.