Este jueves 8 de agosto la Junta de Gobierno del Banco de México dará a conocer su decisión de política monetaria. Hasta el momento el consenso de analistas de mercado anticipa que Banxico reduzca la tasa de referencia en 25 puntos base (0.25 puntos porcentuales) a 10.75 por ciento. En mi opinión, juzgando por los comentarios que algunos miembros de la Junta de Gobierno han llevado a cabo en las minutas de la reunión pasada, así como en entrevistas a medios y pláticas con inversionistas, considero que al menos tres de los cinco miembros votarán por reducir la tasa y dos votarán por dejarla sin cambio (i.e. una votación 3-2). No obstante lo anterior, la dinámica reciente de los mercados financieros a nivel global que ha propiciado una apreciación significativa del dólar, particularmente frente al peso mexicano, podría restar ímpetu al espíritu de los tres miembros que se inclinan por reducir la tasa esta semana.
En mi opinión hay dos argumentos muy sólidos para ajustar la tasa a la baja, que van a sobrecompensar la elevación reciente de la inflación general a niveles de hace un año y el fortalecimiento del dólar. Me refiero a la debilidad económica, en conjunto con la necesidad del gobierno de reducir el déficit el año que entra, así como el bajo nivel de la inflación subyacente, en su mínimo de más de tres años alrededor de 4.0 por ciento.
Como comenté en este espacio hace algunas semanas, la economía mexicana ha perdido dinamismo desde el último trimestre del año pasado (’Actividad económica: ya no parece ‘bache en el camino’, 16 de julio). Varios pensábamos que había sido por varios efectos transitorios, en particular los efectos de El Niño en la producción agropecuaria y el hecho de que un porcentaje atípicamente alto de fábricas automotrices pararon sus líneas de producción en noviembre y diciembre del año pasado para mudar de modelos y llevar a cabo el cambio de herramental (retooling). En este sentido, anticipábamos una recuperación significativa en el primer semestre de este año, sobre todo en el segundo trimestre de 2024, apoyados por el gasto fiscal electoral y la aceleración de la entrega de programas sociales porque por ley no se pueden entregar dos meses previos a la elección (’Debilidad de finales de 2023 se extendió a inicios de 2024′, 7 de mayo).
No obstante lo anterior, tanto la tasa de crecimiento del PIB en el primer trimestre de este año, como la del PIB del segundo trimestre, que dio a conocer el INEGI la semana pasada (estimación preliminar), mostraron un crecimiento muy endeble. La actividad económica solo registró un crecimiento de 0.3 por ciento en 1T24 y de 0.2 por ciento en 2T24. Al igual que el Banco de México, un servidor proyectaba un crecimiento de 3.0 por ciento para el 2024. Hoy, veo difícil que nuestro país pueda lograr crecer 2.0 por ciento. El crecimiento del PIB en este primer semestre estuvo impulsado por inversión y por servicios, mientras que la producción agropecuaria y la manufactura se mostraron débiles. Por el lado de la demanda agregada, los indicadores de consumo han mostrado mayor resiliencia, pero también se están desacelerando.
El Indicador IMEF manufacturero, que al igual que el ISM en EU y los indicadores PMI a nivel global, es muy oportuno por estar fundamentado en la opinión empresarial, hiló en julio su cuarto mes consecutivo en terreno de ‘contracción’ (por debajo del umbral de 50). Este indicador nos dice que la economía se está desacelerando desde abril. Adicionalmente, en el reporte de finanzas públicas del gobierno federal para el segundo trimestre del año –también publicado la semana pasada–, se dejó ver la desaceleración económica. La recaudación tributaria creció a una tasa anual de 6.2 por ciento en términos reales en el primer semestre de 2024. No obstante lo anterior, este aumento fue impulsado principalmente por la recaudación de IEPS de gasolinas. Quitando este efecto, los ingresos tributarios solo crecieron 1.7 por ciento.
La teoría económica dicta que una baja de tasas de interés de un banco central de país emergente (e.g. Banxico) debería dejar de atraer ciertas inversiones financieras en moneda local (peso), propiciando así una depreciación de la moneda local con respecto a la moneda hegemónica (dólar). No obstante lo anterior, esta no es la única razón por la que el tipo de cambio se mueve. El grado de aversión al riesgo, la atracción de flujos de inversión extranjera directa, temas de crecimiento y la política fiscal, entre otros, también contribuyen a la dinámica cambiaria. Así, en esta ocasión considero que la circunstancia actual de la economía mexicana, tanto absoluta, como relativa a los demás países relevantes, hace que una baja de tasas pueda propiciar una apreciación del peso, aunque se antoje contradictorio.
Esto se debe a que el nivel de las tasas reales es significativamente alta, por lo que una disminución de la restricción monetaria podría ayudar a mitigar la desaceleración económica y a hacer menos difícil la consolidación fiscal que el gobierno sabe que tiene que instrumentar en el 2025. Asimismo, la economía de los Estados Unidos está mostrando señales de debilidad, por lo que es muy factible que el Banco de la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) baje tasas muy pronto. Por eso considero inminente que el Banco de México retome esta semana su ciclo de baja de tasas que inició en marzo.
En las últimas dos semanas, desafortunadamente un muy querido amigo perdió a su hermano y dos queridos amigos perdieron a sus padres. Expreso mi más sentido pésame a Guillermo, por el lamentable fallecimiento de su hermano Eduardo, así como a Javier Tello por la sensible pérdida de su papá, Carlos Tello Macías, y a José Alberto Iturriaga por la triste pérdida de su papá Luis Iturriaga Bravo. Les mando un fuerte abrazo con cariño.