La definición de libro de texto es que la inflación es el aumento generalizado y persistente de los precios de productos y servicios. En contraste, la deflación es la caída generalizada de precios. Los estudiosos del fenómeno inflacionario concluyen que una inflación baja y estable es signo de una economía saludable. En otras palabras, ni alta, ni cercana a cero.
Por un lado, un alta inflación afecta a quienes menos tienen -limitando la adquisición de bienes o servicios, en muchas ocasiones los más necesarios-, mientras que por otro lado, una inflación cercana a cero, por muy inofensiva que parezca o hasta inclusive se antoje deseable, es intrínsecamente peligrosa.
En México existen vastos ejemplos de alta inflación entre 1970 y 2001, que gracias a un régimen de tipo de cambio flexible y un banco central responsable, la inflación se ha podido reducir de niveles cercanos a 180 por ciento en febrero de 1988 a 11% en enero de 2000 y por debajo de 4% en la primera quincena de julio de 2013.
Por el contrario, se ve difícil imaginar un panorama deflacionario para países que experimentaron inflaciones altas, como México. En este sentido, un ejemplo sencillo para ilustrar un esquema deflacionario sería imaginar que ya decidimos comprar un automóvil y cuando llegamos al concesionario, el vendedor nos dice que mejor no lo compremos en ese momento, porque la semana que entra va a estar más barato y decidimos esperar una semana más.
La siguiente semana llegamos una vez más a comprar el coche y nos vuelven a decir que el precio será menor la siguiente semana. Y así puede seguir la historia hasta que llega el momento en el que decidimos comprarlo aunque sepamos que estará más barato porque lo necesitamos o simplemente ya lo queremos.
Si dimensionamos este fenómeno a la generalidad de productos y servicios que se ofrecen en una economía, esto provoca que los consumidores pospongan sus decisiones de compra, al menos por un periodo de tiempo determinado y esto, en el agregado, alenta la economía.
El mejor ejemplo de deflación y lo perjudicial que puede ser, es justamente Japón, que lleva más de una década con deflación (inflación negativa) y el impacto en el crecimiento ha sido significativamente negativo. De hecho, en conjunción con el gran crecimiento de China en los últimos años, Japón dejó de ser la segunda economía del mundo, siendo ahora la tercera.
La desinflación, por último, es un proceso en el que la inflación disminuye, no los precios. En otras palabras, se reduce la velocidad a la que aumentan los precios. Este esquema es el que México ha observado casi de manera constante en los últimos 25 años y en el que, como comentamos anteriormente, la autonomía y responsabilidad del Banco de México, así como la adopción de un régimen de tipo de cambio flexible han sido pilares fundamentales para el logro de una inflación mucho más baja y más estable que en el pasado.
Cabe señalar que la implementación de una política fiscal mucho más conservadora también ha contribuido notablemente en este logro desinflacionario. Aun con este éxito en el combate a la inflación de manera sostenible y de largo plazo, todavía hay críticas de que Banxico no ha logrado que la inflación general esté en el objetivo de largo plazo de 3%.
Si bien las críticas tienen sustento, debido a que la inflación general en el periodo 2005-2013 sólo ha estado nueve veces entre 3 y 3.2%, un proceso desinflacionario normalmente no es de corto plazo y justamente en este periodo se han suscitado varios choques externos que han afectado considerablemente los precios de componentes muy importantes del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), como granos y cereales, jitomate, limón, pollo y huevo, así como los energéticos.
En este sentido, es bien sabido que la política monetaria no puede hacer mucho por paliar estos choques. Por ejemplo, sería prácticamente inútil si el Banco de México decidiera subir la tasa de interés de referencia para parar una subida de precios del jitomate, si ésta se debió a una helada destruyó una buena parte de la cosecha.
Es por ello que toma tiempo lograr una estabilidad de precios alrededor de un objetivo de largo plazo, pero confío en que eventualmente se logre este objetivo. Como comentario final, una de las consecuencias positivas de tener una inflación baja y estable -además de tener un mejor horizonte de planeación para empresas e individuos y que no se erosiona tanto el ingreso de los trabajadores-, es minimizar los efectos de las crisis en el empleo. Un ejemplo en México fue el impacto que tuvieron las crisis de 2004-2005 y la de 2009, en donde la caída que se observó en el PIB fue similar (-6.2 y -6%, respectivamente), pero la caída en el empleo fue mucho menor en 2009 (alrededor de un millón de empleos en 1994-1995 vs 633,000 en 2009).
Si bien se observaron varias diferencias entre estas dos crisis, en mi opinión, la diferencia principal fue la inflación promedio (35% en 1995 y 5.3 en 2009).
Twitter: @G_Casillas
Gabriel Casillas es Director General de Análisis Económico de Grupo Financiero Banorte.