La pandemia por el Covid-19 permitió llevar a cabo un experimento masivo que de otra manera no podría haberse instrumentado: parar la actividad económica al unísono, a nivel global. Esto ha tenido un impacto muy profundo en muchas facetas del ser humano. Inclusive, considero que es muy probable que todavía no nos hayamos dado cuenta del nivel de impacto y de la duración que tendrán estos efectos hacia delante. Sin embargo, un impacto muy relevante en el que me quiero enfocar hoy en este espacio es en el ambiental y social que ha tenido la pandemia. Por el lado ambiental, la presencia de fauna en lugares urbanos y playas, así como la disminución de los niveles de contaminación en las ciudades y de emisiones de gases de tipo invernadero en general ha sido notable.
En este sentido, por ejemplo, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio —conocida por sus siglas en inglés como NASA—, estima que los niveles de dióxido de nitrógeno —uno de los principales contaminantes en las ciudades modernas—, disminuyeron entre 30 y 60 por ciento en enero y febrero de 2020, con respecto a este mismo bimestre en 2019 en varias ciudades en China y en marzo de 2020, con respecto al mismo mes del año pasado en varias ciudades en Europa y el continente americano. Otro ejemplo cuantitativo muy claro es el descenso de 17 por ciento de los niveles de emisión de gases de tipo invernadero en el mundo a finales de marzo e inicios de abril, con respecto a diciembre del año pasado, de acuerdo con una investigación publicada en la revista científica Nature Climate Change. De manera similar a la caída de los niveles de dióxido de nitrógeno, en China el descenso más pronunciado ocurrió en enero y febrero y en Europa y América entre marzo y abril.
Considero que estos ejemplos no deben dejar dudas de que el ser humano sí tiene un impacto en el cambio climático que el mundo está experimentando y que no sólo es un episodio 'extraño' que ocurre cada cierto número de años, como las glaciaciones. Asimismo, independientemente del impacto que está teniendo el cambio climático y de las consecuencias que va a tener hacia delante en la vida como la conocemos, el impacto por sí mismo de la contaminación del aire, por ejemplo, debería hacernos tomar acciones tan radicales como las cuarentenas propiciadas por la llegada del Covid-19. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en los últimos años han fallecido al menos tres millones de personas al año por enfermedades o trastornos causados por la contaminación del aire en las ciudades. Eso es el triple del número de fallecimientos causados por Covid-19 este año.
El experimento no sólo ha tenido un impacto en el medio ambiente, sino también en la sociedad en su conjunto. Las políticas de confinamiento han propiciado un impacto económico sin precedentes —con las bases de datos modernas—, así como un aumento substancial de problemas psicológicos de diversa índole, que en algunos casos desafortunadamente han desembocado en aumento de la violencia doméstica e inclusive en el número de suicidios, entre otras consecuencias negativas. Asimismo, también ha permitido ver de manera fehaciente que la mala distribución de la riqueza y del ingreso han llegado a definir si se tiene la posibilidad de sobrevivir en la pandemia, tanto del lado económico, como de salud.
No obstante lo anterior, también ha habido un impacto positivo en la sociedad. Para muchas personas que han podido llevar a cabo sus actividades laborales vía remota o 'teletrabajo' (o home office), ha mejorado su calidad de vida significativamente. Asimismo, la rápida digitalización que se ha propiciado tanto del lado de la oferta —en las empresas, por ejemplo—, como de lado de la demanda —en donde las personas han también acogido la digitalización a una velocidad vertiginosa—, está disminuyendo una gran cantidad de costos, incluyendo la optimización en la asignación del tiempo.
Todo esto nos ha dejado ver que desde antes de la pandemia el mundo necesitaba ya de 'un gran reajuste', como le llaman varios empresarios, ideólogos y filósofos actuales. Por eso también se habla de que es muy importante que la humanidad haga un esfuerzo para que la recuperación sea sostenible. Es decir, que la recuperación se lleve a cabo instrumentando lo que esta crisis ha permitido que la sociedad se dé cuenta que tiene que cambiar a nivel ambiental y a nivel de la sociedad. Aprovechemos este momento histórico para hacer una reflexión sobre los cambios estructurales a nivel ambiental, social y personal que hay que llevar a cabo desde nuestras propias trincheras, aterricémoslo en un plan realista para llevarlo a cabo y empecemos su instrumentación ya. Estoy seguro de que muchas empresas, gobiernos y personas lo están haciendo. No nos quedemos atrás.
Quiero mandar un fuerte abrazo a mi amigo Luis Ramón Carazo, quien está por enfrentar una prueba importante en su vida personal y a quien auguro que con su inquebrantable espíritu y gran valentía saldrá adelante muy pronto y con renovada energía.
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF. Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariamente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabilidad exclusiva del autor.