Valoro la responsabilidad fiscal con la que nuestro presidente desea conducir al gobierno de nuestro país. Asimismo, entiendo que parte importante de la población votó de manera abrumadora por los proyectos de Andrés Manuel López Obrador, incluyendo la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. No obstante lo anterior, considero que nuestro gobierno tiene que esgrimir el liderazgo que ha mostrado para sacar adelante al país en la emergencia actual. Nos encontramos en una emergencia de salud, una emergencia económica, una emergencia financiera y una emergencia fiscal. Ante la emergencia, hay que actuar de manera rápida y contundente.
Sin el afán de asustar, nos encontramos en una emergencia de salud porque en Italia, por ejemplo, la cifra de fallecimientos pasó de 29 hace un mes a más de 10 mil y en los Estados Unidos la cifra de muertos en los últimos diez días ya sobrepasó el número de víctimas del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 (alrededor de 3 mil personas). Asimismo, destaco el altísimo porcentaje de personas contagiadas que tienen que ser hospitalizadas con esta enfermedad (2 por ciento en la influenza estacional vis-à-vis 19 por ciento en el caso de Covid-19).
Nos encontramos en una emergencia económica porque además de la recesión económica global que detonó la pandemia de Covid-19 —con impactos similares a la crisis económico-financiera global de 2008-2009—, la cuarentena que se está instrumentando en México tendrá un impacto económico muy relevante, en una economía que se comenzó a contraer desde el año pasado. En el equipo de análisis de Banorte, por ejemplo, estimamos una contracción del PIB de 3.5 por ciento este año, con riesgo a que sea mayor. Nos encontramos en una emergencia financiera. No lo estamos por los impactos de la altísima volatilidad financiera que hemos experimentado en las últimas semanas —como nos ocurría en el pasado—, ni por la solidez del sistema financiero mexicano, cuyo índice de capitalización se encuentra en niveles altos y bajo criterios muy restrictivos (Basilea III). Estamos en una emergencia financiera porque las empresas —primordialmente las pequeñas y medianas—, no tienen el capital de trabajo o el dinero líquido para poder afrontar varias semanas sin recibir ingresos y a la vez, enfrentar los gastos, incluyendo los impuestos y las cuotas obrero-patronal del IMSS.
Nos encontramos en emergencia fiscal porque aunque la dependencia del petróleo se ha reducido de cerca de 40 por ciento en 2012 a 17 por ciento y para este año esos ingresos se tienen cubiertos a 49 dólares por barril (el precio que se estableció en el Presupuesto aprobado), el impacto negativo que va a tener el Covid-19 va a reducir significativamente los ingresos fiscales no petroleros. La situación se torna más complicada porque considero que va a ser necesario que el gobierno instrumente un programa de apoyo tanto al sector salud —para hacer frente directamente al Covid-19—, así como para aliviar el estrés financiero temporal que están sufriendo y que van a sufrir una gran cantidad de empresas, sobre todo las pequeñas y medianas en este trance sanitario. La mayoría de estas empresas no tienen problemas de solvencia, pero podrían tener problemas de liquidez al no tener ingresos por un periodo de tiempo considerable. Sobre todo al tener que sufragar costos fijos y algunos variables. Así, esos problemas de liquidez temporal se pueden convertir en problemas de solvencia y tener que cerrar irremediablemente, con la pérdida de empleos directos e indirectos que esto puede implicar. Asimismo, aunque varios de estos empresarios han podido generar cierta riqueza a partir de su arduo trabajo, es muy factible que esos activos no necesariamente sean líquidos (e.g. un terreno), por lo que se vuelve prácticamente imposible utilizar este tipo de recursos para cubrir esos faltantes ante la dificultad de vender esos activos en épocas de crisis. Este programa estaría realmente orientado a apoyar al empleo, no a las empresas y solo de manera transitoria.
Entiendo que el país no cuenta con un gran espacio fiscal, pero se pueden instrumentar tres tipos de política (1) Reasignar recursos de los programas de infraestructura —sin cancelarlos, sólo parándolos temporalmente—, hacia salud y hacia el programa de apoyo al empleo; en este sentido (2) ofrecer facilidades de diferimiento de impuestos, aumento de deducibilidades y no pago de cuotas obrero-patronal del IMSS por algunos meses, para que puedan transitar 'el bache' sin necesidad de cerrar, bajo acuerdo de que las empresas cuidarán el empleo; y (3) utilizar el balance de la banca de desarrollo para otorgar créditos, garantías y compra de bonos, papel comercial y otros instrumentos de deuda que encuentren problemas de refinanciamiento. Urge actuar y hacerlo de manera contundente para hacer frente a este gran reto.
* El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF.
* Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariamente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabilidad exclusiva del autor.