“...pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar...”
No sé si sea coincidencia, pero viene muy a modo reflexionar sobre la trascendencia o el fin de la existencia en los tiempos que sufrimos o gozamos de esta vida terrenal, saturada de pasiones, deseos, aspiraciones y excitaciones materiales.
Se despidió Serrat de tierras aztecas, donde construyó una parte importante de su carrera profesional, con un legado generacional indiscutible que forma parte fundamental de la cultura poética y musical del siglo XX al XXI sin solución de continuidad.
Viene a colación el comentario por las condiciones que, era de esperarse, se traducen en materia de análisis político y nutren hoy en día los espacios noticiosos, de la comentocracia y de quienes todo ponen en el cernidor analítico para proveer al neófito la interpretación de aquello que el vulgo sólo puede conocer tras el filtro erudito de la aristocracia, por naturaleza propia, ilustrada. Es decir, que se lo expliquen con manzanas.
Comencemos con el dilema de seguridad:
Alguien piensa que otro piensa atacarlo y por lo tanto, piensa en defenderse anticipadamente, en defenderse de lo que él piensa que su enemigo está pensando, aunque sólo sea su percepción fundada o no. Actúa en consecuencia tomando acciones anticipadas y genera un conflicto sin que hubiere una razón suficiente para ello.
La astucia y la obcecación:
Alguien, pretenciosamente astuto, desea obtener algo. Pero advierte, maliciosamente, algún obstáculo a esa pretensión. Hace lo que sea necesario, incluso fuera de ética y razón para lograrlo. El no lograr lo que pretende le produce frustración y ataca con coraje e impertinencia generando una guerra innecesaria que, por necedad o necesidad, seguramente perderá.
Esto aplica por igual a las relaciones sociales, a los negocios o a la política y lo vemos, aún sin percatarnos de ello, en el acontecer cotidiano, donde nos vemos expuestos a toda clase de estímulos que orientan nuestra imaginación y nos mueven a fabricar escenarios que van a condicionar nuestras decisiones y acciones, desde las más elementales hasta las más trascendentes, con efectos impredecibles.
Vivimos en un ambiente de espejismos, en una realidad virtual cada vez más acotada por nuestros miedos y la sensación de inseguridad y amenaza que se nutren día a día con las alarmantes noticias de, esos sí, reales asesinatos, desapariciones y otros crímenes que van formando parte de la normalidad de nuestra convivencia como sociedad.
Ciertamente, como lo asienta el poeta catalán, el camino se forja paso a paso y hacia adelante y para ello es obligado tener metas y objetivos claros y razonables.
Basar el futuro en espejismos, pasiones o ambiciones personales no hará otra cosa, en la mayoría de los casos, que conducir a la incertidumbre o al fracaso.