Gerardo Herrera Huizar

Demostraciones de fuerza

La reforma electoral propuesta desde el gobierno, orientada a la contención del INE con miras a las elecciones de 2023 y 2024, se enfrentó al rechazo de un amplio sector social.

Descontentos y adeptos se posesionaron de las más importantes arterias del centro de la capital de la República en sendas manifestaciones de repudio o apoyo a las pretensiones reformadoras gubernamentales.

La reforma electoral propuesta desde el gobierno, a todas luces orientada a la contención del Instituto Nacional Electoral con miras a las elecciones de 2023 y 2024, se enfrentó al rechazo de un amplio sector social que demostró una gran capacidad de convocatoria y pudo congregar a decenas de miles de manifestantes abierta y explícitamente opuestos a la reforma constitucional.

La respuesta, discursiva en principio, se orientó a la descalificación y al menosprecio, a la minimización cuantitativa de la relevancia de los contingentes participantes en la movilización del 13 de noviembre, calificada como histórica, por su magnitud, réplica geográfica, espontaneidad y evidente disciplina que obligó a la parte oficial al repliegue y al anuncio de un plan B.

La riposta desde el poder, con todos los recursos a su disposición, fue la convocatoria a otra megamarcha que lograra reunir un contingente mucho más nutrido que por su magnitud hiciera palidecer a la anterior y demostrara el poderoso músculo transformador, con motivo del festejo de los primeros cuatro años de su arribo a la máxima tribuna.

Exultante, el primer mandatario encabezó su festejo, se bañó con los apretones populares, disfrutó su día entre una avalancha humana que, ávida de tocarlo, impedía su paso y frenaba su marcha, retrasando su avance hacia el templete instalado en la principal plaza pública del país donde, finalmente, entre loas, aplausos y matracas dio cuenta de los logros de su administración y de los que se avecinan en los próximos dos años. Toda una fiesta que hizo rememorar historias de nuestro pasado político.

Pero, quizás la interpretación cuantitativa de ambas demostraciones de fuerza no sea la más objetiva para comprender la relevancia de estos dos eventos, toda vez que poseen características distintivas que les atribuyen potencialidades únicas.

En cuanto a la convocatoria, es evidente que el día 13 de noviembre primó la espontaneidad y el carácter civilizado, sin organizadores identificados con claridad ni liderazgos explícitos. En la del día 27, el papel del Estado fue determinante para lograr congregar a los contingentes y facilitar su traslado desde distintas partes del territorio.

En cuanto a la motivación, en la primera, fue abiertamente el rechazo a la reforma propuesta y en defensa del INE desde sectores sociales. En la segunda, fue la respuesta gubernamental para mostrar músculo frente a la primera.

En cuanto a los impactos, la primera manifestación logró dislocar las intenciones reformadoras y fortalecer la cohesión, al menos de inicio, de la oposición. En la segunda, el efecto, paradójicamente, pudiera animar las rupturas internas que ya se aprecian más explícitas.

La batalla está en marcha y, como se aprecia, se valdrá de todo.

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