Gerardo Herrera Huizar

Avalancha reformadora

Desde la asunción del gobierno de la cuarta transformación se han ido abriendo frentes discordantes que, al menos, enrarecen el ambiente con la iniciativa privada.

La avasallante aplanadora reformadora del nuevo gobierno de México está en marcha a toda velocidad.

La primera quincena de la gestión ha traído una serie de disposiciones tan radicales como polémicas: la cancelación del aeropuerto de Texcoco; la creación de la Guardia Nacional que se adscribe a la Sedena; la Ley de Remuneraciones que merma los ingresos de los servidores públicos; la abrogación de la reforma educativa, y hasta la aún discutida designación del titular del Fondo de Cultura Económica.

La percepción generalizada es que todas estas decisiones forman parte de una agenda preconcebida y previamente planchada al interior del hoy partido gobernante, que parecen no estar sujetas a discusión pese a las inconsistencias evidentes en las normas impulsadas, las reacciones adversas de diferentes sectores sociales y las repercusiones económicas y políticas que ya se manifiestan.

Mientras unos aplauden y justifican la drasticidad de las medidas como una manera de limitar el exceso y la corrupción, otros advierten la tentación hacia el centralismo y el autoritarismo, que pasa, obligadamente, por la ruptura del equilibrio del poder y la apropiación de los mecanismos institucionales que lo hacen posible.

Desde la asunción del gobierno de la cuarta transformación se han ido abriendo frentes discordantes que, al menos, enrarecen el ambiente con la iniciativa privada; con el Poder Judicial; con sectores sociales, y con el propio aparato burocrático que, a fin de cuentas, es realmente el encargado de mantener la marcha de los asuntos públicos y el servicio a la ciudadanía en condiciones de razonable estabilidad.

Aún está en el aire, por el momento, el desenlace del tema del aeropuerto y el de la Ley de Remuneraciones, generadores ambos de gran incertidumbre y conflicto potencial, que demandan de gran sensatez, prudencia y diálogo, pero, sobre todo, de claridad en cuanto a los objetivos y al costo-beneficio político, económico y social de las determinaciones.

Felices fiestas decembrinas y buena suerte a México.

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