Gerardo Herrera Huizar

Esquizofrenia, la otra normalidad

Los efectos perversos del Covid-19 se han instalado en la rutina diaria, paulatinamente relajada con resignación y han servido, de la mano del combate a la corrupción, prácticamente, para todo.

Tras meses de confinamiento, sana distancia, gel y cubrebocas, acostumbrados al conteo cotidiano de defunciones en aumento, los mexicanos, con esa increíble capacidad de adaptación a la fatalidad, vamos convirtiendo la tragedia de la pandemia, el desempleo, la crisis económica y social en nuestra nueva normalidad.

Los efectos perversos del Covid-19 se han instalado en la rutina diaria, paulatinamente relajada con resignación y han servido, de la mano del combate a la corrupción, prácticamente, para todo: justificar gastos discrecionales, decisiones gubernamentales, reducciones o reasignaciones presupuestales, despidos, etcétera. Bajo el argumento de la necesaria contención de la enfermedad, el aplanamiento de la curva que, de cara a los resultados, no se percibe para cuando ceda. "Las personas que fallecieron, fallecieron"... Y las que fallecerán, también, diría el filósofo.

Pero la realidad nacional ha entrado de lleno en una nueva dinámica que acapara la atención en otra de las tantas pistas del escenario público y se ubica como la prioridad de la política, dejando en segundo orden de importancia al trillado bicho: el acomodo del tablero con miras a las elecciones de junio próximo, en medio de un estruendoso espectáculo de enfrentamiento que pone en primer plano las más primitivas pasiones mediante epítetos diversos, mutuas descalificaciones y golpes bajos entre los propios correligionarios.

El discurso, redundante y cotidiano sigue anclado en la contienda con el pasado como eje rector, paradójicamente, de la visión de futuro, al menos en el corto plazo, como pretendido ariete electoral.

La distracción está por todas partes y se vale de las más variadas e inverosímiles herramientas: rifas, consultas, extradiciones, peticiones de perdón por el pasado, expresadas en la alocución reiterada mediante la cual se define la agenda, se envían los más sutiles mensajes a propios y extraños, se destacan logros aparentes o se matizan los temas poco afortunados.

La criminalidad, la violencia contra las mujeres, la conflictividad social, el deterioro administrativo, la pobreza y la ignorancia, son sólo temas marginales que merecen atención superficial o son de plano excluidos.

Entramos en una vorágine esquizofrénica, que subyuga el pensamiento e impide una cabal interpretación de la realidad o nos orienta a la formulación de realidades alternativas que, al menos a manera de placebos, nos brinden una calma relativa ante la adversidad patente.

"Tan bien que íbamos..."

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