Gerardo Herrera Huizar

Repensar la seguridad nacional

La seguridad de la nación debe ser concebida como una condición a lograr y mantener para que sea posible el desarrollo y la convivencia social.

El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, recientemente publicado, establece entre sus principales postulados el cambio de paradigma en seguridad y como uno de sus objetivos el de repensar la seguridad nacional, tarea que se estima indispensable, pero que se antoja altamente compleja dadas las condiciones actuales.

El concepto de la seguridad nacional, para el caso mexicano, es aún inacabado, confuso y sujeto a interpretaciones caprichosas en las que se mezclan desde concepciones eruditas hasta opiniones neófitas que confunden la protección ciudadana con la supervivencia del Estado o el orden interno.

Los cambios estructurales que se han venido realizando en la Administración Pública, particularmente con la creación de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana y la adscripción a ella del Centro Nacional de Inteligencia contribuyen a la confusión, toda vez que se instalan en una instancia de seguridad pública tareas que en estricto sentido corresponden a una dimensión de mayor escala, como es la seguridad nacional.

El 16 de mayo se publicó el decreto por el que se aprueba la Estrategia Nacional de Seguridad Pública del gobierno de la República, en la que se señala como uno de sus objetivos el de la seguridad pública, seguridad nacional y paz, lo que acentúa la percepción de la falta de claridad conceptual de ambos términos.

El repensamiento sobre la seguridad nacional debe partir de una definición clara de lo que se entiende por ella, su dimensión y sus alcances, sólo así podrán establecerse los contenidos, las funciones y responsabilidades institucionales y constituir las estructuras para cumplir los fines propuestos. Sin esa certidumbre, los efectos del cambio de paradigmas pueden resultar adversos.

La seguridad de la nación debe ser concebida como una condición a lograr y mantener para que sea posible el desarrollo y la convivencia social en un ambiente interno y externo estable y, en lo posible, armonioso.

Cambiar el paradigma, sin una idea nítida, suele ser peligroso y de costos frecuentemente elevados.

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