Hoy, muchas voces están resonando para dar la importancia que se merece a un ser vivo que ha estado siempre debajo de nuestros pies y que nos ha dotado de oxígeno, agua, comida y riqueza: el suelo. Y hoy, en el marco del Día Mundial del Suelo, que se conmemora el 5 de diciembre, quiero ser también una voz que potencialice la obligación que tenemos todos de mirar hacia abajo y emprender un camino que nos permita regenerar la tierra, evitar su erosión y hacernos responsables de lo que ocurre con ella.
Generalmente, cuando hablamos de cuidado ambiental o calentamiento global, lo primero en que pensamos es en la deforestación de grandes bosques, la contaminación de los océanos o el derretimiento de los glaciares, sin embargo, poco se habla e insuficiente información es difundida sobre la importancia del cuidado del suelo y la gran alianza que tenemos en él para reducir gran parte de los problemas ambientales, económicos y sociales que conciernen en nuestra era.
El suelo está vivo. No lo vemos, pasamos de largo y lo pisamos todos los días, pero en realidad lo necesitamos como el oxígeno. ¿Pero qué tipo de suelo necesitamos? El fértil, un elemento finito y con un valor incalculable, pues se necesitan dos mil largos años para obtener apenas 10 centímetros de superficie cultivable; un suelo que agotamos en tan pocos años y que es irrecuperable.
Solamente en 2011 se perdieron 24 mil millones de toneladas de suelo fértil, lo que equivale a 3.4 toneladas por habitantes del planeta. Según cifras de la Organización de las Naciones Unidas, el 25 por ciento de las tierras en todo el mundo se encuentran altamente degradadas debido a la práctica de una agricultura tradicional. Con estos datos se pronostica que toda la capa superior del suelo del planeta habrá desaparecido en 60 años, es decir, a menos que descubramos cómo salvar el suelo, nos restan apenas 60 cosechas para todo el mundo.
En el caso de México, de acuerdo con Endeavor, el país cuenta con 26 mil 574 millones de hectáreas permanentes para la agricultura, lo que lo califica como la octava nación con mayor superficie dedicada a la siembra. Sin embargo, de continuar con prácticas inadecuadas, sin un conocimiento adecuado de las propias tierras, estaremos sumando a las estadísticas números alarmantes.
La tierra tiene por sí sola una capacidad natural de regenerarse, y a pesar del sombrío escenario que se presenta en los informes y en la vida real, aún estamos a tiempo de poder revertirlo, esa es la urgencia en estos días. Necesitamos, por un lado, garantizar educación de calidad para quienes se dedican al campo, transferir el conocimiento de aquello que nutre y también de lo que degenera la tierra, a fin de dejar a un lado prácticas erróneas para impulsar una transición a una agricultura regenerativa.
Se trata de compartir un modelo de agricultura responsable, a fin de saber qué nutrientes específicos necesita el suelo, y de dónde y cómo pueden ser obtenidos. El desarrollo de la tecnología agrícola ha permitido, por ejemplo, contar con soluciones de fertilización nitrogenada que no solo ayudan a proporcionar el alimento que las plantas y los cultivos requieren, sino en cuanto a la reducción de gases de efecto invernadero, su impacto en el PH de los suelos, y en una mayor productividad para los agricultores.
Asimismo, es importante voltear a ver a las tecnologías digitales en la agricultura de precisión, a fin de optimizar el uso de los recursos e insumos agrícolas, al utilizarlos de forma adecuada, en la cantidad correcta y en el lugar y momento precisos. Teniendo este aliado tecnológico para el campo, podremos contribuir de manera positiva en la conservación de los suelos y en una mayor calidad en la producción de alimentos.
En el estudio de Endeavor se detectó que quienes usan correctamente la tecnología podrían incrementar hasta un 70 por ciento la producción en las siguientes tres décadas ayudando a la agricultura a enfrentar los diferentes escenarios globales en materia ambiental.
La problemática del suelo es un asunto al que prácticamente no se pone atención. La buena noticia es que sabemos lo que tenemos qué hacer para que las futuras generaciones tengan también un suelo el día de mañana. Tengamos siempre presente que el suelo necesita ser cuidado como cualquier elemento de nuestro ecosistema; es un derecho de toda persona y necesitamos nuevas leyes que garanticen ese derecho. Pero también, no podemos permitirnos enterrar bajo el asfalto nuestra fuente de subsistencia.