Energía y poder están indisolublemente ligados en la vida real e incluso en el condensado territorio de un término. Poder se dice power en inglés y la misma palabra se usa para referirse a la energía.
El poder de Vladimir Putin reside no solo en su energía personal y bravado machin, sino en tener las mayores reservas de gas natural en el mundo y el más amplio arsenal de armas nucleares del planeta.
Estos recursos le están permitiendo llevar a cabo su sueño imperial de buscar mayor poder para Rusia y, al mismo tiempo, afianzar el suyo.
Rusia está resistiendo las enormes sanciones económicas a las que le ha sometido el bloque occidental porque Europa, especialmente Alemania, dependen de los energéticos rusos, tanto para mover su economía como para enfriar o calentar sus hogares. El flujo de euros no se ha detenido y con esos recursos Putin financia su aventura imperial en Ucrania.
Alemania se equivocó creyendo que la mejor forma de contener a Rusia era la de fortalecer los lazos económicos con Europa, especialmente a través de las enormes transacciones relacionadas con el gas y el petróleo. Se equivocó porque los objetivos estratégicos de Putin no estaban dirigidos a genera prosperidad para sus ciudadanos sino a consolidar su poder unipersonal.
Esta historia de líderes autoritarios, hambrientos de poder político y poco o nulo interés para usar sus recursos energéticos para financiar el desarrollo de países prósperos, abiertos y democráticos es evidente en múltiples casos.
Vladimir Putin, Saddam Hussein, Muammar Gaddafi, Hugo Chávez, Mohammed Bin Salman (MBS), Ali Khamenei, entre otros, han usado el poder (el político y el energético) para enriquecerse, pero sobre todo para consolidar su poder personal para controlar a sus sociedades y dominar a sus ciudadanos.
Los habitantes de Rusia, Irak, Libia, Venezuela, Arabia Saudita e Irán, entre otros, han visto cómo la riqueza energética de sus países no ha sido utilizada para elevar su nivel de vida, ni para financiar mejores servicios de educación, salud y seguridad, ni para generar una economía fuerte y diversificada que genere fuentes de trabajo dignas y bien pagadas.
La ‘maldición del petróleo’ (habría que hablar de la energía en términos más amplios) ha arruinado a países enteros, los ha condenado a no desarrollar y diversificar sus economías, les ha permitido contar con los recursos necesarios para mantener apoyos que impidan estallidos sociales (al menos en el corto y mediano plazos), les sirve para ocultar en el presente las debilidades del futuro.
Hasta el momento Vladimir Putin solo ha usado sus armas nucleares como amenaza, pero ha empezado a usar sus armas energéticas para disuadir a los europeos de que sigan apoyando a Ucrania. Con el pretexto de que está haciendo obras de mantenimiento en los gasoductos, ya les ha hecho sentir a los europeos que les puede cerrar el gas y afectar su poder adquisitivo al detonar inflación y su vida diaria, especialmente en el frío invierno.
Europa está cerrando filas para disminuir su consumo, para diversificar sus fuentes de abastecimiento y para acelerar su transición energética. Pero esto no es fácil ni se hace de la noche a la mañana. En el corto plazo, Putin tiene las mejores cartas, pero en el largo está propiciando que busquen alternativas para romper su dependencia.
Tarde o temprano el mercado europeo se reducirá para Putin y Rusia, lo cual daban por descontado como lo demuestra el viraje comercial y geopolítico hacia los dos emergentes gigantes: India y China.
Aunque es un hecho que esos mercados le pueden dar los recursos que necesita, lo cierto es que en la letra chiquita del proceso las cosas no son tan fáciles. Como lo ha dicho David Frum en The Atlantic: “El equilibrio del poder energético entre Europa y Rusia no es del todo unilateral. A medio y largo plazos, Europa puede encontrar nuevas fuentes de gas más fácilmente de lo que Rusia puede encontrar nuevos clientes. La forma más económica de que Rusia venda gas a China requeriría un gran proyecto de construcción de gasoductos en Siberia. Las distancias y los costos son alucinantes y probablemente prohibitivos, dada la competencia del gas natural líquido que se envía a través del Pacífico desde América del Norte. Rusia se arriesga a un futuro posterior a la guerra de Ucrania como un paria energético aislado”.
La cruda realidad es que el power mueve al power en el mundo. Es decir, las necesidades de gas, petróleo y electricidad son tan vitales que quienes cuentan con ellos suelen usarlo para sus fines particulares.
Esto explica por qué Joe Biden se ha tenido que tragar el sapo de hacer una visita a Arabia Saudita y entrevistarse con MBS, a quien en su momento calificó de asesino por el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi.
Se cambian principios morales por intereses pragmáticos. Ablandar a Rusia implica fortalecer alianzas con las otras potencias energéticas del mundo. No olvidemos que emisarios estadounidenses viajaron a Venezuela justo al arranque de la guerra de Ucrania para negociar asuntos energéticos que seguro quitaron presión al régimen de Maduro.
Si nos vemos en este espejo, podemos imaginarnos por dónde van las intuiciones estratégicas del presidente López Obrador en su afán por concentrar el poder de nuestro sector energético en sus manos. La obsesión con dar mayores atributos a Pemex y a la CFE llega al nivel de poner en peligro los enormes beneficios que los tratados comerciales han traído para los trabajadores y las empresas mexicanas. Tratar de resolver un asunto comercial y económico con un emplazamiento politizado durante un desfile militar nos debiera preocupar. ¡Uy, qué miedo!
El autor es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.