Las redes sociales han fragmentado la conversación pública, los algoritmos nos aíslan del espacio común y nos van encerrando en un cuarto de humo y espejos.
Antes de la emergencia y popularización de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram o TikTok, los grandes medios de comunicación, especialmente las cadenas de televisión y los periódicos líderes, construían el marco dentro del cual las personas accedían a la información política.
Ya es historia añeja recordar dichos como “lo dijo Jacobo” o “lo leí en el New York Times”. En una época que ha puesto en crisis a todas las fuentes de autoridad –el gobierno, la Iglesia, la escuela, los padres–, los medios de comunicación tradicionales no son la excepción.
De hecho, cada día aumenta el número de personas que prefiere “informarse” en las redes sociales en lugar de los medios que antes comandaban la opinión publicada.
Pero no solo los medios tradicionales están en crisis. La convulsión llega ahora a las propias redes sociales donde Twitter, la plataforma líder para informarse de asuntos públicos, es retada directamente por el lanzamiento de Threads.
El ataque es comandado por Meta, la compañía de Mark Zuckerberg que, por cierto, no se ha caracterizado por promover un debate informado y civilizado en Facebook. Plataforma que ha puesto por delante sus intereses económicos a la construcción de una sociedad democrática forjada en una conversación pública que intercambie opiniones civilizadas sobre hechos objetivos.
Twitter ya venía mal antes de que Elon Musk la comprara, pero con una gestión destructiva, prepotente y soberbia ha creado las condiciones de debilidad que ahora Meta intenta aprovechar para desbancarla. Musk ha reaccionado y ha amenazado con demandarlos por robo de propiedad intelectual.
Por lo pronto, el arranque de Threads ha sido relevante con más de 70 millones de personas que hemos empezado a postear, recibir información e interactuar. Al replicar la base de las personas que sigues o te siguen en Instagram, Meta está aprovechando su capacidad instalada para llevar agua a su molino.
Como ha señalado el consultor político Dan Pffeifer, “en comparación con otros reemplazos anteriores de Twitter –Mastodon, Bluesky, Post, etcétera–, Threads fue un gran éxito. Fue fácil de configurar y aunque me uní solo unas horas después de su lanzamiento, muchas personas y medios de comunicación ya estaban publicando en la aplicación. La utilidad de un producto similar a Twitter depende de dos preguntas interconectadas: una, ¿si suficientes personas interesantes compartirán contenido interesante?; y dos, ¿la audiencia es lo suficientemente grande y atractiva como para que valga la pena compartirla? Debido a que Threads aprovecha la base de usuarios de Instagram de dos mil millones de personas, pudo traer a la mesa a personas influyentes e interesantes y una audiencia desde el principio”.
Pero la Babel contemporánea no solo toma sus noticias de Twitter o Facebook, especialmente los jóvenes están mucho más conectados a TikTok u otros espacios ciegos para muchos adultos como es el caso de Twitch, con su transmisión en vivo de video originalmente enfocada a videojuegos o competencias de e-sports, pero que está siendo utilizada para detonar y promover nuevas “guerras” culturales y políticas, muy por debajo del radar de quienes seguimos los medios tradicionales.
Esto nos lleva a una conversación rota donde el diálogo es sustituido por afirmaciones, consignas y memes que buscan imponer una visión parcial de cualquier asunto.
Además, un problema de fondo radica en que ni Facebook, ni Instagram, ni TikTok están diseñadas para crear un espacio noticioso relevante, sus algoritmos han sido diseñados bajo otras lógicas y otros intereses. Tal es la tragedia que afecta a la conversación pública, las principales plataformas donde las personas recogen su información no están diseñadas para ello.
No solo sucede que la difusión de información noticiosa no es prioritaria, sino que además, cuando esto se hace, sucede lo mismo que pasaba con la prensa amarillista, pues los algoritmos no están orientados a la precisión, la verificación de hechos y verdades, sino para el escándalo, el conflicto y las bajas pasiones.
Las personas que buscamos noticias ya no tenemos un lugar central al que acudir para seguir los acontecimientos actuales. El mundo se nos presenta como un caleidoscopio borroso y triturado.
Como señala Pfeiffer, “mi trabajo es seguir de cerca las noticias y se ha vuelto increíblemente difícil, y casi imposible, mantenerme informado con contexto y matices. Ya no puedo contar con los algoritmos y los gustos de los periodistas y otros a los que sigo para que me muestren las noticias”.
Mala cosa depender de unas redes sociales para estar bien informado cuando el medio no está diseñado para ese objetivo.
Esto no quiere decir que abandonemos las redes y nos limitemos a los medios tradicionales, el reto está en abrirnos espacio entre la cacofonía y el ruido para encontrar a las otras personas, escucharlas, entenderlas y respetarlas.
No está fácil, los algoritmos nos tienen enredados –pareciera que el nombre Threads surgiera de un lapsus lacaniano–.
Guido Lara es CEO Founder LEXIA Insights & Solutions.