Contracorriente

15 horas de trabajo semanal

Keynes imaginó hace casi un siglo una sociedad tan rica gracias al progreso tecnológico, que hacia 2030 podría reducir a sólo 15 horas su trabajo semanal.

Escribió J.M. Keynes en 1930, ante la peor crisis del capitalismo hasta entonces, que "estamos sufriendo, no por el reumatismo de la edad, sino por el dolor que producen los rápidos cambios, por el dolor de reajustarnos entre un período económico y otro".

Así estamos ahora, ante la drástica transformación del mundo que se presenta a la vista como una devastación causada por una crisis económica que ya dura décadas, agravada por la pandemia y por la emergencia climática.

El desafío es doble: salir del hoyo y lo más difícil, transformar lo necesario para mejorar la condición ambiental y la equidad global. El primer cambio necesario es el orden de las prioridades.

En la disputa por determinar el futuro de las relaciones mundiales, la dirección de las economías nacionales y las preferencias de consumo de las sociedades, el bienestar de la gente no es la prioridad sino acaso, la consecuencia del crecimiento. No se ha propuesto nada novedoso.

La lucha estelar es entre China y Estados Unidos, a la que le hacen coro organismos que están a favor de recuperar cuanto antes el crecimiento económico.

El Foro Económico Mundial propuso un plan para el "Gran Reinicio" y en esa misma pista, Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, llamó a un "nuevo Bretton Woods" financiero el 15 de octubre en Washington.

Su plan no tiene nada nuevo: consiste en "abordar algunos problemas persistentes: la baja productividad, el lento crecimiento, las grandes desigualdades y una amenazante crisis climática".

Según ella, las soluciones económicas comprenden marcos sólidos de las políticas monetaria, fiscal y financiera, y reformas para impulsar el comercio, la competitividad y la productividad; el bienestar social se conseguiría invirtiendo más en educación y capacitación, lo que atenuaría las desigualdades y los efectos en desempleo por el rápido avance tecnológico. El cambio climático se mitigaría mediante la combinación de inversión verde y precios más altos del carbono, para lograr emisiones cero hacia 2050.

Nada nuevo. Crecimiento, productividad, reforzamiento del 'capital humano', encarecimiento de las energías fósiles y generación de buenos negocios verdes. El orden de los factores indica el que seguirían las soluciones.

Según 13 mil 700 científicos de 153 naciones que el 6 de enero pasado difundieron un comunicado para llamar la atención de gobiernos, empresas y sociedades sobre la última información del cambio climático, el calentamiento global va más rápido de lo esperado y obligaría a que la meta de emisión cero de monóxido de carbono se logre mucho antes, "alrededor de 2030".

De ello depende la supervivencia de miles de millones de personas; se tiene que invertir el orden de los factores para que la prioridad sea la emergencia climática, lo que implicaría que la economía se transformara para desacelerarse sin generar desempleo ni agravar los problemas sociales.

Keynes imaginó hace casi un siglo una sociedad tan rica gracias al progreso tecnológico, que hacia 2030 podría reducir a sólo 15 horas su trabajo semanal y dedicar el resto del tiempo a disfrutar actividades no económicas. Esa sociedad, dijo, "reconocerá que el amor por el dinero y las posesiones son una enfermedad repugnante".

Más contemporáneos, los ganadores del Premio Nobel 2019 de Economía, el matrimonio formado por Abhijit Banerjee y Esther Duflo, consideran que disminuir el crecimiento en los países ricos puede ser benéfico, aunque en los países rezagados, un crecimiento acelerado, combinado con su distribución equitativa, sigue siendo necesario para elevar su nivel de vida.

El papa Francisco va más allá, en una carta encíclica "Sobre el cuidado de la casa común" el 24 de mayo de 2015, propone el decrecimiento económico para salvar el medio emitió y hacer que la política y la economía se pongan "al servicio de la vida, especialmente de la vida humana".

Decrecer, como ha ocurrido desde hace un año a causa de la pandemia, pero sin que signifique desesperación y sufrimiento como en el que ahora están millones de personas, empresas y gobiernos; esa es la verdadera transformación que se requiere para reivindicar la vida humana.

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