A Morena no le fue mal en las elecciones para renovar la Cámara de Diputados federal del domingo pasado; no perdió la mayoría calificada porque nunca la ha tenido; aunque ahora perdió unas 55 curules, con sus aliados PT y Verde mantendrá la mayoría absoluta en la siguiente legislatura.
Eso significa que el gobierno seguirá teniendo el control del Presupuesto federal, y que deberá seguir negociando –más fuerte con sus propios aliados- con la oposición, como lo ha debido hacer durante esta LXIV Legislatura para tener mayoría calificada y concretar reformas constitucionales.
La reforma más importante por venir será la reforma hacendaria.
Territorialmente le fue mucho mejor a Morena; ganó 11 gubernaturas y tendrá el control político en 18 estados a través de los congresos locales.
En la significación de esos avances y retrocesos de Morena hay que considerar el pandémico 2020, la recesión económica histórica que se vivió –de larga secuela- y los errores cometidos por el propio presidente al afrontar la Covid-19 tardíamente y sin mascarilla.
Donde le fue estrepitosamente mal a Morena fue en la ciudad de México y otros centros urbanos importantes; en la CDMX perdió más de la mitad de las alcaldías que gobierna, y me parece que fue debido a tres motivos en particular: las características clasemedieras de la población, los errores del presidente al enemistarse con amplios sectores de las clases medias, y la campaña que orquestó la oposición.
En la CDMX se concentra, como dijo AMLO al reconocer la derrota de Morena en lo que fue su principal fuerza política, una población que busca estar informada, que es la más crítica y la que constituye la mayoría de las clases medias del país, es decir, aquí y en Monterrey, Guadalajara y Toluca (donde también perdió Morena), se concentra el principal objetivo poblacional de la oposición, la cual tiene a su favor a los principales medios de comunicación impresos, radiales y televisivos.
El legítimo papel de los medios de comunicación es incidir en las ideas, en la opinión y en las acciones públicas; se les considera el ‘cuarto poder’, y no debe ser motivo de alarma que estén relacionados con grupos de poder constituido, los cuales no los usan como instrumento de búsqueda de la verdad, sino de propaganda. Sucede en todas partes, es normal.
La población objetivo de los medios no son las élites, que tienen acceso a las autoridades, ni las más altas esferas de la sociedad que relacionan su éxito con sus más firmes ideas; la población sobre la que interesa influir en su manera de pensar, en sus opiniones y comportamiento políticos, es en los amplios sectores de clases medias y medias altas a las que, por contraste, López Obrador rara vez se dirige y casi nunca las toma en cuenta.
Las redes sociales no los han desplazado del todo; radio, prensa y TV siguen siendo una fuente de información y formación de opinión pública.
Los medios luchan por mantener y ampliar su influencia en los sectores sociales con poder de masas efectivo, ya sea a favor o en contra del gobierno, según coincidan o no en sus planteamientos ideológicos y según sea su relación con el poder político.
La que tienen con el presidente López Obrador es muy mala; AMLO ha entablado una de sus múltiples confrontaciones con medios de comunicación importantes. No sólo les quitó ingresos a empresas y periodistas, lo cual puede justificarse en varios casos, sino que les disputa que en vez de periodismo de investigación y cuidado en el balance en sus contenidos, influyan en la opinión pública con descalificaciones a la 4T.
Cierto, ese factor pesó en que el gobierno perdiera a las clases medias, pero sobre todo influyó que AMLO no ha tenido algo que decirle que alentara sus expectativas sino al contrario, los ha considerado y maltratado como si fueran sectores privilegiados; por eso se ha enemistado con profesionistas, académicos, investigadores, con toda suerte de organizaciones civiles no gubernamentales, con movimientos feministas, de ecologistas y defensores de derechos humanos, con las madres trabajadoras que no encuentran guarderías, con los médicos y sus pacientes.
Si el gobierno quiere consolidar las transformaciones que ha impulsado y que están en proceso, sin resultados tangibles todavía, tendrá que negociar con muchos más diputados de oposición que antes, también le serán más complicadas las negociaciones con sus partidos coaligados y tendrá que corregir su estrategia con los sectores urbanos del país, con los que se ha enemistado indirecta y directamente.