Contracorriente

Inflación

Los economistas no se ponen de acuerdo en la causa primaria de la inflación, lo que es explicable, en parte, porque la economía no es una ciencia exacta.

Los economistas no se ponen de acuerdo en la causa primaria de la inflación, lo que es explicable, en parte, porque la economía no es una ciencia exacta, sino una ciencia social en la que hay que lidiar no sólo con ‘datos duros’, sino también con el albedrío del comportamiento humano y el influjo del rejuego de poder entre las élites, que siempre deja ganadores y perdedores.

La discusión entre los gurúes de la economía, como los premios Nóbel Joseph Stiglitz y Paul Krugman, que siguen la corriente keynesiana, es que la causa básica de la inflación es la disrupción de la cadena de producción y distribución de mercancías que provocó la pandemia, y en segundo lugar, en que las grandes corporaciones han aprovechado su posición dominante en los mercados para trasladar a los consumidores cualquier aumento real y futuro de sus costos.

Por su parte, los monetaristas -seguidores del Milton Friedman, neoliberal- sostienen que la causa del aumento de los precios es el exceso de circulante monetario, con el que los gobiernos de casi todos los países intentaron mitigar los efectos del encierro forzado por la pandemia. En México, como en Estados Unidos, Europa y el casi el resto del mundo, se está siguiendo la conseja monetarista de bajar las expectativas inflacionarias reduciendo la capacidad de consumo de la gente, para lo cual los bancos centrales están subiendo las tasas de interés.

Desde el punto de vista keynesiano, el encarecimiento del dinero no resuelve, sino que empeora las perturbaciones de las cadenas de producción y suministro. “Subir los tipos de interés, dice Stiglitz, no aumentará la oferta de autos, petróleo, granos, fertilizantes o leche de fórmula. Por el contrario, al encarecer la inversión, puede incluso obstaculizar una respuesta eficaz a los problemas del lado de la oferta” (NYT, 07/08/22).

Otra diferencia con los monetaristas es que a éstos no les importa que en la inflación actual haya grandes ganadores, ni que sean en parte responsables del alza de los precios, y que por supuesto, haya grandes perdedores que somos todo el resto en cada país. Para los keynesianos, ese es un tema importante; según Stiglitz, “cuando en los mercados surgen restricciones de suministro importantes, como ha sucedido en muchos sectores estos últimos dos años, las empresas con un poder de mercado considerable están mejor posicionadas para aprovechar la situación”.

Es claro que un factor importante de la inflación actual es la concentración de mercados a la que se ha llegado tras 40 años, durante los cuales desaparecieron miles de grandes empresas o se fusionaron a otras corporaciones más grandes. En México, por ejemplo, Coca Cola absorbió antiguas empresas refresqueras, de jugos y néctares como Del Valle, una lechera como Santa Clara, y muchas más en otras líneas de productos.

El predominio de mercado permite a las empresas que lo ejercen, aprovechar la inflación para elevar sus ganancias en cualquier país; por ejemplo, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos de España informa que la diferencia entre los precios pagados al productor agrícola y el precio que paga el consumidor ha aumentado a un promedio de 300 por ciento, y no debido al mayor costo de los transportes. Por su parte, la Comisión Sindical de Comisiones Obreras publicó este mes un ‘Análisis de la Inflación’, según el cual, “los beneficios empresariales impulsan la escalada de precios” (https://www.ccoo.es/39cc044bf4810efa107916829e0e8d1c000001.pdf). La banca y las empresas energéticas como Iberdrola han sido las más abusivas y el gobierno de Madrid les ha creado un impuesto que elevará la recaudación, pero no abatirá la inflación.

Hay, por supuesto, un componente netamente político en la inflación, que es la posición económica de los gobiernos que antepone los intereses corporativos y las soluciones basadas en el mercado, como la monetarista, que favorece a las corporaciones más grandes, en vez de enfatizar en políticas tendientes, por un lado, a limitar la concentración monopólica en los mercados con estructuras fiscales y leyes de regulación corporativa, y por otro lado, a propiciar la reapertura de millones de empresas que cerraron durante la pandemia, cuya resiliencia evitaría una severa recesión.

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