Hay una creciente indignación colectiva en el mundo, manifiesta a manera de disturbios, huelgas y manifestaciones antigubernamentales; alteraciones como esas las tenemos en México con frecuencia casi diaria, aunque a escala local, hasta ahora. Las referencias más comunes como causas universales del furor social son las desigualdades, las injusticias, los pocos empleos y los bajos salarios, pero hay mucho más: durante 40 años se ha puesto todo el empeño en la búsqueda del beneficio individual y material en detrimento de valores éticos y del sentido de pertenencia a la sociedad, al grupo y a la familia, lo que ha dejado a una de cada tres personas del mundo en profunda soledad, motivo de enojo y tristeza.
La encuestadora Gallup intenta averiguar desde 2006 el estado de ánimo de la gente preguntando en 122 países a más de mil personas en cada uno, sobre sus sentimientos de estrés, tristeza, ira, preocupación y dolor físico que, combinados, abarcan, según su directiva, el espectro de la infelicidad.
El resultado global de la encuesta 2021 es que cuatro de cada diez adultos declaró vivir con gran preocupación (42 por ciento) o strés (41 por ciento), y 31 por ciento padece dolor físico, 28 por ciento está triste y 23 por ciento, enojado. Todos los indicadores, excepto el referido al enojo, marcan récord en una tendencia a la infelicidad que comenzó en 2011, mucho antes de la pandemia por Covid-19. En 2011, el 24 por ciento en promedio, respondía que era infeliz y en 2021, lo es 33 por ciento de las 127 mil personas entrevistadas por Gallup.
¿Por qué el aumento del descontento mundial y de la infelicidad? Según Gallup, destacan cinco causas: la pobreza laboral (insuficiencia salarial); la pobreza moderada o extrema, que en 2014 afectaba a 23 por ciento de la población mundial y en 2021 a 30 por ciento; la soledad, crisis moderna, reflejo del individualismo que hace que una quinta parte de los encuestados no tenga a nadie en su vida a quien acudir por ayuda. El descontento en el trabajo es otra causa que padece 19 por ciento, causante de más enojo, estrés y dolores físicos que la situación de desempleo.
La quinta causa de infelicidad en el mundo sería la descomposición del tejido social, en el que el individuo encuentra su sentido de pertenencia a la comunidad y su participación en un propósito colectivo.
Gallup aporta resultados, no analiza causas.
Los estragos del neoliberalismo en bajos salarios y desigualdad, deterioro de los servicios públicos y crisis ambiental son comúnmente aceptados, pero van mucho más allá al haber cambiado el modo en que nos comportarnos y nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.
La norma de vida neoliberal es que las relaciones sociales se someten a reglas de mercado y obligan a cada persona a que vivamos en competencia con todos, en una lucha económica de unos con otros en la que las desigualdades están plenamente justificadas como efecto del mérito individual, lo cual quebranta la naturaleza gregaria del ser humano.
Mis nietos Julen y Gael, de 17 y 16 años cumplidos, viven en Francia con magnífica formación escolar y están desorientados, pero no por falta de objetivos. Sienten una honda preocupación por el mundo que van a heredar, pero los temores generacionales de jóvenes como ellos se vuelven inmanejables por una sensación de frustración: saben lo que está mal, pero no ven alternativas, no saben en qué creer ni lo que podrían hacer, no tienen, como tuvimos en casi todo el siglo XX, identidad ideológica ni plataformas de partidos políticos a los cuales seguir.
Y es que, a pesar de las consecuencias catastróficas a las que han llevado las políticas neoliberales, éstas siguen activas, y eso hay que entenderlo por el arraigo de las relaciones individualistas que generó y porque no ha surgido, aún, una propuesta alternativa con fuerza para imponerse.